El declive de los intelectuales en la posmodernidad Por CARLOS ENRIQUE CABRERA



El declive de los  intelectuales en la posmodernidad
Por CARLOS ENRIQUE CABRERA

“El intelectual ha aparecido y frente a su mirada
 escrutadora no prevalece la mentira”
RAMIRO DE MAEZTU

                                                  "El gozo intelectual es el gran logro de la 
                                            selección natural  que da paso a la selección 
                                             cultural, y con ella, a la creatividad humana".
JORGE WAGENSBERG

La posmodernidad ha relegado a los intelectuales – y su  tarea de pensar, discernir y criticar– a un ínfimo lugar o incluso  ha prescindido por completo de ellos cuando no les ha aplicado el látigo del más soberano desprecio.

De golpe (allá por los años noventa del pasado siglo XX) (1) pareció producirse un consenso planetario con respecto a que ya los intelectuales y su antaño valiosa y significativa labor no eran necesarios y mucho menos imprescindibles. Eso fue sólo así –empezó a pontificarse– en aquellos remotos tiempos en los que el asunto (la preeminencia y el valor incuestionable del sentido crítico de los intelectuales en el seno de la sociedad) era perfectamente entendible, porque la mayoría de la población no sabía  leer ni escribir  o era semi analfabeta: alguien entonces debía necesariamente asumir la tarea  de orientar, dirigir y conducir a las masas a través del camino más correcto y acertado en cada momento.

Pero resulta y viene a ser que de pronto la producción libresca (la verdad es que el asunto empezó  bien atrás, con la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en Maguncia en 1455), la democratización de la educación que en muchos países se hizo gratuita y universal y la incorporación de ingentes cantidades de ciudadanos a la clase media con las lógicas posibilidades de un mayor poder adquisitivo y, por tanto, de hacer las  adecuadas compras de bienes y servicios (además de viajar a otros países y “ver mundo” o ver el mundo  con sus propios ojos, con lo cual ya no necesitaban que nadie se lo contara o viniese a describírselo…) hicieron que todos y cada uno de esos cuasi renacidos o recién nacidos ciudadanos llegara a ser en sí mismo un “intelectual” (bueno o malo o regular, ya es otro cantar…), desplazando de forma clara a los que hasta entonces constituían una casta privilegiada en la sociedad: “la élite intelectual”, “la élite pensante”, “la élite ilustrada”.

Con la irrupción de Internet y su vertiginoso desarrollo planetario (2) se dio seguramente el golpe de gracia al intelectual  tal como los habíamos conocido en el mundo occidental desde Voltaire, en pleno Siglo de las Luces.  "La obra maestra de Voltaire –escribe Fernando Savater en Voltaire contra los fanáticos– fue la invención del intelectual moderno, un oficio que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del director espiritual."  

Ahora no sólo el conjunto de la población, o un cada vez más amplio segmento de ésta, puede leer de todo en múltiples y diferentes formatos (y ver cine y documentales y escuchar música y  disfrutar de la contemplación de obras de arte en un estático  paseo virtual por los más importantes museos del mundo) sino que además (y encima) pueden escribir sus propios textos, ya sean meramente expositivos o de creación. Cuentan para ello con mil y una herramientas de alta sofisticación pero de muy amigable  e intuitivo manejo en los que pueden  plasmar sus opiniones, emociones  y sentimiento como  mejor les plazca: blogs, páginas webs con dominio propio o sin él, plataformas para subir vídeos como  YouTube o Vimeo, las populosas redes sociales (Facebook, Twitter, GooglePlus, Instagram, Pinterest, etc.), foros de debate y chats y, en suma, la gama cuasi infinita de posibilidades que les brinda hoy la autopista de la información y los modernos medios digitales. Súmese a esto el expansivo fenómeno de la autoedición y la impresión bajo demanda que ponen en servicio poderosas empresas como Amazon (3), fórmula mediante la cual cada individuo, si así le apetece y cuenta con los recursos necesarios, puede ver realizado su sueño de tener su propio libro publicado en formato digital o en papel.

Hay en esto un consenso por parte de los analistas y estudiosos de este relevante tema: nunca se había leído tanto ni nunca se había escrito tanto como en  estos tiempos. La población mundial  vive hoy (“colgada”,  se dice)  en la Red. Lo hace a través de computadoras de mesa, de tabletas, de teléfonos inteligentes  y  otros dispositivos digitales. Y allí en ese espacio virtual confortable y anónimo cada individuo se aplica aguerridamente a dar su opinión  por escrito sobre los más diferentes y disímiles temas, sobre lo divino y lo humano,  con razón o sin ella, con fundamento o sin él,  con información contrastada o  sin ella, con o sin faltas ortográficas o con la adecuada y exigible coherencia y cohesión o con la más escandalosa ausencia de éstas. 

Da igual. Se ha abierto la veda y está claro que todos pueden y deben participar (no estar presente en esos espacios virtuales hoy equivale casi a no existir…) con la más absoluta devoción y entusiasmo y, por qué no decirlo, la más extrema irresponsabilidad (es el fusil  de la palabra y de las ideas lo que tienen entre los dedos en ese teclado veloz) de la temporada de caza y cobrar su magnífica pieza: la notoriedad y la  gloria (4), la diversión y el entretenimiento, el evadirse de  los problemas propios o simplemente el incordiar por incordiar. El principio de autoridad intelectual ha desaparecido por completo, se ha volatilizado y con él  la escasa consideración que todavía podía tenerse hacia  aquellos que en alguna medida podrían considerarse especialistas del pensar, del manejo de la palabra, de las ideas y los textos. 

Con el declive  de las religiones y la muerte de Dios (5) y la posterior desaparición de las ideologías redentoristas (marxismo, comunismo, socialismo, anarquismo), el mundo no se hizo más transparente sino por el contrario más opaco y confuso. Todo es incierto en este tiempo, nadie puede hoy trazar rutas a seguir, revelar  verdad alguna. Cada uno debe buscar  y/o construir la  suya propia, así como  su propio mundo personal, su específico “hueco”, su particular realidad o visión de la realidad. Nada hay en este tiempo de la posmodernidad  que aglutine a los ciudadanos: no existe un  centro en torno al cual se puedan organizar las ideas, las emociones, los sentimientos, los relatos y, por tanto, tampoco las   acciones  y los hechos. Inmersos como estamos en lo que Bahuman ha denominado la “modernidad líquida”,  sin valores sólidos y debilitados seriamente los vínculos humanos,  la fragilidad y el desgarro constante son la verdadera identidad del sujeto. Cada uno navega  a ciegas, como buenamente puede,   encerrado en la hermética burbuja de la más extrema incomunicación y soledad,    no teniendo  más finalidad (telos) en su cotidiano existir que el consumismo, la posesión de bienes materiales.

Así, incluso el pensamiento humanista surgido en el Renacimiento con figuras como Leonardo Da Vinci, Bacon, Copérnico, Galileo, Kepler, y que promueve valores que en principio pareciera que todos podríamos asumir sin el menor reparo (el antropocentrismo de su filosofía  privilegia valores como el pensamiento, la razón,  el saber, la creatividad y la sabiduría…), ha sido  sepultado  en el mismo apartado cementerio en el que lo fueron las ideologías comunistas, socialistas y anarquistas. Hasta el extremo de que en muchos países  (pienso en la España de Rajoy  y en el otro extremo cultural y geográfico,  en el Japón de Shinzo Abe) se dejan de lado o se relegan  cuando no se suprimen por completo, las disciplinas humanísticas (Historia, Filosofía, Literatura, lenguaje) y las actividades artísticas: música, pintura, etc. , tanto  de los planes de estudio de la enseñanza media (bachillerato)  como  de la superior (universitaria). (6)

No nos engañemos.  Algo muy poderoso ha venido trabajando de forma  contumaz e inteligente desde el pasado siglo XX hasta nuestros días, propulsando este brutal proceso de desmantelamiento en nuestras sociedades de lo “humano” –o de lo que hasta ahora hemos acordado  en tener por tal–,  algo relacionado estrechamente con términos tales como rentabilidad, eficiencia y eficacia, productividad, rentabilidad, ganancia, consumo, mercados, beneficio –todos, claro está, términos pertenecientes al campo  de   la Ciencia Económica.

Tras la caída del muro de Berlín  en 1989  y  de todo el entramado geopolítico conformado por los países del pacto de Varsovia (el  “Bloque del Este”) y el posterior  desmembramiento de la URRSS, que culminó en la independencia de las quince Repúblicas de la Unión Soviética entre 1990  y 1991, el mundo pasó de  ser bipolar a  unipolar. Ahora toda la fuerza dinámica quedó concentrada en un poderoso eje de EEUU que emergía como la única indiscutible gran potencia. Y en la misma medida se impuso (o se terminó imponiendo) el  “pensamiento único” (7), que no es otro  que el del economicismo neoliberal (8) que privilegia los mercados y el rendimiento económico, así como la autorregulación de los mercados,  libres al fin de toda intervención estatal, en el entendido de que la generación de riqueza y su distribución, con el sistema democrático que completa la ecuación en lo político,  garantizan si no la plena felicidad de los ciudadanos del mundo, si la mayor posible. 

De ahí a importar e incluso imponer a sangre y fuego el modelo a lo largo y ancho del planeta había un muy corto trecho que se ha recorrido con extrema fiereza y todavía hoy se sigue haciendo de igual modo, generando a lo largo y ancho del mundo el más espantoso caos, dolor e incertidumbre…
Nunca el pensamiento fue bien visto por el poder. Son numerosos los filósofos e intelectuales que han sido objeto de feroz persecución a lo largo de los siglos. Sócrates (384 a. C.- 322 a. C.) obligado a beber la cicuta es el más claro ejemplo de esta dramática y tortuosa relación.

En la actualidad  el poder no necesita  perseguir ni encarcelar a los intelectuales que les sean adversos. No tienen por qué acallarlos ni silenciarlos. Los pueden dejar (y así lo hace en nuestras flamantes democracias representativas occidentales) actuar  a sus anchas: que ejerzan su decadente oficio en la más extrema libertad, que escriban y  hablen lo que les plazca desde la óptica que más atractiva y eficaz les resulte: hoy nadie los escucha ni nadie los lee.

 Es duro pero cierto. Un cocinero –sobre todo si ha logrado  una o dos estrellas Michelin– tiene hoy más relevancia y trascendencia social, económica, política y, por tanto, mediática que el más conspicuo y prolífico intelectual, escritor  o filósofo. (9)

En este sentido,  lo acaecido en la  74 Feria del Libro de Madrid (celebrada en  mayo del presente año en el Parque de El Retiro) resulta revelador. A la hora de la firma de libros por parte de los autores, las casetas ante las que día tras día  se formaron las colas más impresionantes,  rotundamente nutridas  de público, sin comparación posible con las de los autores “serios” –de los serios todavía no consagrados y aun  incluso de aquellos  serios que definitivamente lo son–, muchas por lo general con escaso e incluso inexistente público,  fueron  –¡cómo no!– las de las famosas estrellas  de la televisión juntamente con las de los programas televisivos de gran audiencia como MasterChef  y  las de los escandalosamente exitosos youtubers. (10) 

Como escribe Juan José Millás en uno de sus habituales  artículos de El País, que titula “La siguiente”: 
…”en una feria del libro a la que el escritor acude ingenuamente para comprobar que quienes de verdad firman son los alpinistas, los expresidarios, los actores, los youtubers… Viene a ser (…) como si en un congreso sobre la salud tuvieran más éxito los curanderos que los médicos.” 

Ya veremos que nos depara el futuro y si de pronto, en el momento menos esperado,  surge un nuevo intelectual, creador y filósofo,  generado  en el seno  mismo de las autopistas de la información.  Como Ironiza Fernando Savater en la obra ya citada: “estamos a la espera del Voltaire de los blogs, con cuenta en Twitter y Facebook...”

Mientras tanto,  la trivialización y banalización de la cultura y del pensamiento,  promovidos como un espectáculo, como una mercancía más, continúan ganando terreno, lo inundan todo de forma devoradora, se adueñan de forma totalitaria  de todos los espacios.

 Y se hace cada vez más escandalosamente evidente que sólo aquellos que son capaces de mercadear sus productos (para lo cual debe contar con el apoyo de cuantiosos recursos financieros y  la adecuada e imprescindible plataforma mediática) son los que, al margen de la real y auténtica valía de sus obras, tienen garantizados el éxito de público.  

Hablando críticamente de su propio tiempo escribió   Fernando  Pessoa (11) en su Libro del desasosiego: 

“En la vida de hoy, el mundo solo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”.

Es este sin duda un durísimo  juicio del solitario poeta lisboeta, pero  hay que reconocer, aun cuando pueda dolernos, que se adapta a la perfección a estos tortuosos tiempos nuestros.

NOTAS

(1). Al respecto de esta decadencia  es oportuna la precisión cronológica de Fernando Savater en Voltaire contra los fanáticos, (Ariel, 2015): “Esta criatura sospechosa pero venerada alcanzó la cima de su prestigio, hace exactamente cien años, con el asunto Dreyfus y el "J’accuse!" de Émile Zola; mantuvo luego su apogeo a lo largo de tres cuartas partes del siglo xx, apoyándose en figuras como Romain Rolland, Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre, hasta entrar en la franca decadencia de los últimos veinte años.”

(2) La  World Wide Web se anuncia públicamente en 1991 y ya en 1992 hay 1 millón de computadoras conectadas y en 1996 se alcanzan los 10 millones.

(3). Son muy numerosas las plataformas a las que se puede acudir para la autoedición digital o en papel de las propias obras en nuestros días. Entre las principales y más relevantes se encuentran además de la ya mencionada Amazon: Lulu, Google Books, Crfibd, Wattpad, Casa del libro, Bubok, Me gusta escribir, etc.

(4). No, no es broma. A través de la Red y con los blogs numerosos jóvenes a lo largo del ancho mundo han alcanzado de forma efectiva la gloria, el poder, el prestigio y el dinero. Los ejemplos podrían multiplicarse. Bástenos de momento con sólo uno: La fashion blogger italiana  Chiara Ferragni (Cremona, 1987) que gestiona el blog The Blonde Salad y exhibe en su cuenta de Instagram la fantástica cifra de 5.6 millones de seguidores y todo cuanto ello implica, claro.

(5). El declive de las religiones queda  patentizado en datos tan tremendamente reveladores como los siguientes: Facebook tiene en estos precisos momentos 1, 500 millones de usuarios frente a los 1, 400 fieles del catolicismo y los 1, 300 del Islam. Por lo que respecta a la muerte de Dios  me parece oportuno recordar que  ya Friedrich Nietzsche había asesinado a Dios en La gaya ciencia (escrita en 1882 ): “Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado.” A partir de aquí el filósofo crea el superhombre que ya no depende más que de sí mismo.

(6). José María Romera en “Adiós a las humanidades” (6 noviembre 2015) reflexiona al respecto de esta suerte: “No  hace falta ser un lince para darse cuenta de que las Humanidades van de capa caída en el sistema educativo español, y especialmente en esas etapas cruciales concentradas en la Enseñanza Secundaria. A la práctica extinción de la Literatura, reducida a un simple ámbito de uso de la lengua, la consunción galopante del Latín y el Griego y los mandobles infligidos a la Filosofía, se les suma ahora la implantación de la Lomce, una ley orientada principalmente a la formación de buenos productores.” 

(7). Ignacio Ramonet puso de moda el término en 1995 en un editorial de Le Monde Diplomatique. Hacía referencia con él al paisaje ideológico surgido tras  la caída del muro de Berlín. En éste, según su parecer, el economicismo neoliberal se había erigido en el único pensamiento admisible, monopolizando todos los ámbitos académicos e intelectuales e impidiendo cualquier posible debate”. Alude  pues el término a los “ideales” que defendían el Consenso de Washington y a posiciones aún más extremas del liberalismo que asumía esta ideología como la única posible, tal como expresó Margaret Thatcher con su famoso "There Is No Alternative" que luego contaminaría a numerosos  políticos en diferentes países.

(8). El neoliberalismo  se aplicó en la década de 1980 en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet impulsado y supervisado por economistas de la Escuela de Chicago, los llamados “Chicago Boys”. También orientó el conjunto de políticas económicas implementadas por Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en los Estados Unidos. ( ) La adopción de las políticas y teoría económica neoliberales desde la década de 1970 por la mayoría de los países desarrollados se tiene como la principal  causa de la severa crisis  del sistema financiero internacional del año 2008. 

(9) Entre los más notables Chef del mundo se encuentran Gordon Ramsay, Rachael Ray, Wolfgang Puck, Mario Batali, Nobu Matsuhisa y Bobby Flay. El que  menos dinero gana de ellos (según la prestigiosa revista Forbes) alcanza la cifra anual de ocho mlillones de dólares, llegando a los 35 de Gordon Ramsav.

(10). Los youtubers acaparan hoy a las masas contabilizando millones de seguidores en sus plataformas digitales en la Red. El más notable y exitoso de todos lo es  el sueco PewDiePie que se ha erigido como el rey indiscutible de Youtube con 42 millones de suscriptores. Otros notables youtubers son: Hihahiga, Jenna Marbles, The Fine Bros, Yuya, VEGETTA777 y Lindsey Stirling, etc. A diferencia de los youtubers, que cultivan fundamentalmente el humor o los videojuegos, los booktubers  hablan solo de libros, se dedican a publicar vídeo-críticas de libros. Ayamonte, Esmeralda Verdú y Javier Ruescas son tres de los booktubers españoles más relevantes. Suman 65.244, 116.233 y 120.621 suscriptores respectivamente. 

 (11). Fernando Pessoa  vivió en Lisboa (Portugal) del 1888 al 1935. Escribió el Libro del desasosiego como fragmentos a lo largo de toda su vida. 


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2 Comentarios

  1. Brillante y perturbadora interpretación de lo que vivimos. Felicitaciones al autor.

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  2. Gracias por opinar, le compartiremos al autor tus palabras. Saludos.

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