[Des]pliegues
de papel & follaje
o la
búsqueda absoluta de Mario García
Juan
Pablo Riveros
En la
esencia misma de la poesía hay algo indecente: expresamos cosas que ignorábamos
tener en nosotros.
C.
Milosz
I
En
nuestro Chile, no hay crítica literaria seria, vacío éste que tiene vastas
consecuencias. Por cierto, hablo de una crítica, a lo menos, sensata, es decir,
afincada en el análisis de los materiales literarios, lejos de aquéllos de
antaño henchidos de presupuestos religiosos y de asunciones implícitas de lo
que se entendía por poesía. O asumiendo un concepto de poesía muchas veces
discutible. Un buen crítico, a lo TS
Eliot, es un guía, es un interlocutor que dialoga con el poeta analizado o
leído.
La
naturaleza del oficio de la escritura es uno de los temas centrales en algunos
escritores. Como señalé en otra parte[1],
es un asunto principal en Kafka y además una cuestión relevante y angustiante
en él. Un análisis de su relato La Construcción,
En La Construcción, la arquitectura del relato da cuenta de cómo se
construye la obra: el agujero de entrada, las salidas, las plazas fuertes
interiores y los aprovisionamientos respectivos, las defensas y los cambiantes
tiempos en la construcción de una obra que tiende a la perdurabilidad.
He dispuesto la obra y me parece bien lograda. Desde afuera
se ve un gran agujero; este en realidad, no conduce a ninguna parte y ya a los
pocos pasos se tropieza con la roca. [2]
¡Oh, con la roca! La obra
es un inmenso poblado, lleno de vericuetos, pasadizos, conexiones –que a veces
se conectan, y otras quedan suspendidas en un inmenso vacío-, interrupciones,
provisiones que de pronto cobran un valor inusitado, como un trozo de oro en
medio del lodazal aparente. Y luego el traslado de las capturas, preciosas
cargas previamente concebidas, productos, sin duda, del ayuno.
II
El
proceso de creación poética mediante la escritura es el tema central de [Des]pliegues
de Papeles &Follaje de Mario García. Poesía que busca un sendero
para su poesía. Los avatares de la escritura, sus deslices, sus recovecos, el
fluir proteico de la conciencia, como diría Proust, es decir, el fluir que
cambia sus formas o ideas. Es éste, ¡qué duda cabe!, un camino borrascoso
que atraviesa diversos estadios entre la oscuridad y la luminosidad en medio
del bosque. El poeta busca las huellas azarosas que se hallan dispersas
en la espesura de su selva interior. Nadie sabe de dónde vienen ni nadie sabe
donde terminará su andar. La tarea
consiste entonces en indagar, tras las señas dispersas y errantes, tras algo o
alguien que podría otorgarles un significado. Hay huellas que hablan de
nuestros orígenes. Otras que apuntan al destino común. Otras nos hablan de
ansias, anhelos, alegrías y dolores, …que rigen la astronomía de la pasión,
dirá Proust. Y de cuitas más o menos permanentes, hablan otras. Es una cacería
en un bosque inmenso en busca de la presa.
Y la magia es que esa presa es el poeta mismo. Plugo a los dioses que
así fueran las cosas.
Ya
Gabriela Mistral nos cuenta de su aventura con la poesía en La Flor del Aire. Como trabajo del poeta, Ella, la poesía, de
pie en la pradera, le dice:
Sube al
monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas.
Y he
aquí que luego le pide flores rojas y luego amarillas y finalmente flores sin
color, es decir, las de la pureza, de las pasiones humanas y del misterio de lo
sagrado, y quizá todo aquello que queda perviviendo en el aire. Con todas ellas,
la poeta la fue cubriendo hasta que Ella, peregrina, se echó a andar como
sonámbula, y
Ella
delante va sin cara;
ella delante va sin huella,
yo la
sigo todavía
entre los gajos de la niebla.
III
Desde el poema 0 hasta el poema 10, el poeta nos
habla de la búsqueda de un puerto de llegada. En el poema 0:
Somos los que llegamos
a aullar con la manada…
[…]
en busca de un lugar
que aún se pueda habitar.
Y en
esta búsqueda de un hogar, es preciso recorrer muchos senderos, a veces
intransitables, e ir tras muchas huellas. Apenas perceptibles. Y con una
actitud casi religiosa, al menos, sagrada en sentido estricto, y en comercio
con la divinidad, con la trascendencia, sea el poeta teísta o no. El poeta auténtico
sabe que está penetrando una zona sagrada. Y en esta época de penuria hay que descender
hasta el fondo del abismo en medio de la miseria y el brillo de la divinidad,
sabiendo, con Nietzsche que Dios no existe y que, al desaparecer éste y los
dioses, se van apagando las luces de la historia. Es en esta medianoche, dice Heidegger,
que los dioses han huido. El universo entero se seculariza. Y la penuria es extrema
cuando, no solo la ausencia de lo sagrado sino, lo que es peor, cuando nuestra
época ya ni siquiera tiene conciencia o es sensible a la falta de Dios. O, al
menos, de alguna suerte de trascendencia. Porque este es el tiempo de la
indigencia, y en este abismo se perciben las huellas de los dioses que han
huido. Y en el éter moran los dioses. Y en
el espacio de una isla, con su océano inmenso, hay huellas de aquellos que se han
perdido.
Ese es
el recorrido de la manada de lobos que aúllan en busca de su hábitat donde nadie
los pueda ver, más allá del bosque y en el silencio junto a un río.
Es la
intimidad junto al fogón de cara al cielo. Pero ese lugar es un puerto de
arribo; y ello supone una escritura que rastrea esas huellas. Se borronea
entonces mucho papel. Es una escritura libre. Fluye como la lava que brota de
un volcán sin control, sin las trabas propias de las leyes de la lengua, de la
tecnología de nuestra lengua. Y la poesía llegará después de varios kilómetros
de exploración, hacia adentro.
En el Poema 1,
empezamos a escribir
nuestras primeras palabras
Y eran poemas libres de ortografía
al
viento,
y en el poema 2,
por años los relatos,
los cánticos y las danzas
enmudecieron a la poesía..
Pero la
poesía vino después (Poema 3). En este recorrido en medio de la indigencia,
los relatos y cantos impiden el brote de la poesía pues ésta necesita
sumergirse en la noche, hollar las huellas y absorber sus señas. Entonces, de
pronto, ella
llegó como llovizna
sobre los campos
sobre las hojas recién
quemadas…
IV
La
poesía como una diosa en medio de la Pradera, como una niña inocente y pura,
explora y peregrina por el mundo. Asiste a todos los acontecimientos: a los
rezos, las romerías… a los cementerios (Poema 4).
Ella es
la esencia de la vid. Y le da absolutamente igual que la consideren o estimen. Este es un problema absolutamente ajeno a
ella. Recibe honores que no busca, porque ella está más allá de todos los
elogios o de toda glorificación, y solo pide, al que sabe escuchar, que le
traiga flores rojas, amarillas o transparentes - ¡como si ello fuera muy sencillo!
- como en la Flor del Aire de Gabriela.
Y he
aquí que ella llega
…después que nuestros
primeros barcos
empezaron a hundir sus esqueletos
en la voracidad interminable de la arena,
y como un incendio o
las llamas de un incendio, las arenas,
consumieron nuestros primeros viajes.
(Poema 4)
Mario
García y Sergio Mansilla, los mejores poetas del sur de Chile - es decir, de los
que toman en serio su oficio- son poetas isleños, i.e., rodeados de mar ellos
mismos. Su inconsciente colectivo, sus estructuras mentales se adhieren a una
porción de tierra rodeada por el gran océano. Y en estos poetas isleños, el
aislamiento va cristalizando y se va expandiendo hacia adentro como un prurito
de eternidad.
Así
García va dando cuenta, mediante la poesía de la isla -que poco a poco va
dejando de serlo-, de la historia de ocupación mediante la invasión por el
alógeno, el extranjero, que la va transformando en postal (Véase Los
Palafitos, de García), en una mercancía turística.
¡Imaginen
Uds. lo que ocurrirá cuando la Isla deje de ser Isla!
La poesía se hizo dura
de polvo y barro, agua y tierra
como el pecho
resistiendo el filo de la historia,
como las endurecidas voces
que bajaron de la montaña
de los árboles,
colonizando el paisaje destrozado.
….
imperdonablemente dura se
fue haciendo
(Poema 5)
Pero
el sentimiento de isla de García, se extiende también al país, a Chile, como
una isla tras la inmensa cordillera de los Andes. Un territorio aislado en la
Extremadura del continente. Entonces el poeta irá dando cuenta de la historia
de esta sociedad isleña. Es ella, la poesía, quien dejará constancia de lo que ha
ido ocurriendo en el transcurso del tiempo efímero, conduciéndonos hacia una
nada que hasta podría ser espléndida.
La
tarea de García, es la del arte, i.e., dar testimonio de que algo ha ocurrido.
Pues
la construcción de metáforas también se presenta como una práctica de la
verdad, al tejer una rica red de relaciones, y poner al descubierto la manera
de relacionarse y de comunicarse entre las cosas. [3]
En la isla aquella -llámese Chiloé o Picton- sopla el aroma de lo eterno, el
aroma del canelo, del ñire junto al chorrillo que fluye y persiste en llegar a la
playa.
La
poesía es el aroma del tiempo, dice Byung-Chul Han.
Y con frecuencia, la
poesía:
…En las noches de insomnio,
tose, se revuelca,
se llena de sueños y ojeras
y ya no es la misma
frente al espejo
destrozado por el viento,
al despertar. (Poema 6)
El
trabajo del poeta es arduo, muchas veces frustrante, nos quedamos sin signos
(Poema 9). Un largo recorrido de palabras que apuntan a nada, un esfuerzo vano
por explorar y llegar a algo. Proust lo señala muy bien en El Tiempo
Recobrado cuando nos dice: el trabajo del arte…es el retorno a las
profundidades donde yace, desconocido por nosotros, lo que realmente ha
existido.[4]
Y esto es lo que nos dice
el poema 7:
A veces la lluvia, sube a la cabeza
……
Entonces la página
se llena de manchas
oscuras…
¡Ah, raras veces las
manchas de palabras son otra cosa que oscuridades que se ocultan pero que yacen
ahí en lo profundo! Palabras que al
Avivar el fuego
[permiten]
escribir…
cantar…
haciendo arder las palabras.
Entonces
el poeta continúa llenando de palabras las arenas desta playa para, como
ocurre a menudo, quedar inéditos o, lo que quizá es peor: anónimos,
desconocidos -como lobos solitarios olvidados en las noches polares- víctimas
del ninguneo social y de la política del libre mercado (Poema 11).
Pero
sabemos que el poeta consciente de su oficio escribe y debe hacerlo, no obstante,
esas condiciones sociales que, por lo demás, siempre han existido en la
historia. El oficio enseña, precisamente, a escribir con alegría, sin esperar
reconocimiento alguno de nuestros contemporáneos.
¡Cuánto mejor es aceptar
lo que nos dice Píndaro!:
¡No
permitas, Padre Zeus, que así sea
mi naturaleza! Haz que
conduzca
mi vida por caminos
sencillos y que, a mi muerte, no contagie
a mis hijos de mala fama.
Unos buscan el oro,
otros posesiones,
insaciablemente;
pero yo, ser grato a mis conciudadanos,
hasta que la tierra vista
mi cuerpo, elogiando lo digno
de elogio y sembrando el reproche
en el impío.
(Nemea, 8)
Así los poemas 10, 11, 12
se refieren a la ineditud. Hasta que de pronto surge la inesperada poesía:
A veces, la página
es un desierto blanco extendido en la mesa
se levanta entre muros y cercos
llenando de alambradas
púas y filos las hojas,
entonces surge la palabra
como un torrente de células y estrellas
y quedamos horas,
segundos,
segundos que duran siglos,
como borrones sin historia…
(Poema 14)
convirtiendo
al poeta en un intangible habitante del papel.
IV
Los
poemas 16 al 20, nos entregan algunas instrucciones para hacer poesía. Pero el
poeta sabe que eso es vano y, en realidad, solo sirven para corroborar los
senderos tortuosos que recorre el poeta en su aventura poética. Y él lo sabe:
veréis estas palabras
estos
versos
-pedazos
de carne y sangre-
en otros
poemas,
veréis[jpra1] este ritmo de tambores
y
silencio…
Lentamente
el proceso nos conduce al momento en que
Habrás de sentir el
látigo frío
de la locura
descascarándote la cara
al mirar tu sombra en el
papel…
(Poema 21)
Notable poema en que el
oficio de las desventuras en el tiempo, conduce a este poema central.
Le siguen varios (Poemas
21 y siguientes) que nos hablan ya de la madurez del verso en noches de
insomnio, de la fluidez de aquello que antes era refractario a manifestarse. Y
la manifestación del tono propio del poeta.
Y ya en el Poema 30, retorna
la memoria:
Siempre habrá una balsa en la memoria,
una orilla,
una interminable playa
hasta donde lleguen nuestros huesos
después de los naufragios…
el sol sacará la cabeza por el papel,
limpiando de sombras estas manchas,
haciendo crecer el pasto,
juntando las orillas
cerrando las cicatrices bajo el pasto
verde de la tierra.
(Poema 30)
Esto
me permite recordar, en mi condición de isleño, como el aroma del té o las
margaritas de Proust, la orilla de Caleta Banner. Desde ahí se veían las
montañas de Karukinka. A eso de las 11 de la mañana, la marea había llegado a
su máxima contracción. Flotaban trocitos de madera, absolutamente limados por
las mareas y besados rítmicamente por menudas olas. Residuos, como mensajes
crípticos, que la corriente poderosa del Beagle arrojaba en silencio hacia los
recovecos de la isla, hacia nuestros propios domicilios interiores.
Y con la presencia de la
muerte, los Lugentes Campi, con su reino de sombras y de tristeza
Solo la muerte es inmortal
La poesía es todo
La poesía es nada…
Como
parte principal en la creación poética, en el poema 25, se nos invita a leer y
releer:
Leo y
releo para mantenerme
para
resistirme ante el tiempo que en un punto
igual se
es ido y acabado…
La
presencia de la vejez en los últimos poemas.
En el Poema 31:
Entonamos canciones
funerarias cuando desde
lejos
llega la vejez a
instalarse en nuestros muebles…
… en medio del
bosque,
solo
nosotros escuchamos nuestro canto.
Al
fin, el hábitat buscado por el poeta culmina en que todo termina, para
beneplácito de la tierra y el universo.
Otra vez Píndaro:
Criaturas
efímeras: ¿qué sois y qué no sois?
El hombre es una
sombra en sueños…
(Píticas,
8)
Concepción, mayo de 2024.
[1] Riveros,
Juan pablo, Kafka, una lectura distinta, ensayo inédito.
[2] Kafka, Franz, Obras completas.
Editorial Planeta, Barcelona, Tomo I, La Construcción, p. 1366.
.
[3] Byung-Chul
Han, El Aroma del tiempo, Herder, 2015, p. 74
[4] Proust, M., El
tiempo recobrado. Editorial Alianza, cuarta edición,1979, p. 247
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