GOLDA
Después del atropello que casi me quita la vida en Valparaíso el año 2023, he aprendido a hablar con los muertos y con la gente que aún no existe para mí. Y esto ha sido una especie de estrategia para lidiar con la soledad absoluta que me ha acompañado desde entonces, o como una suerte de búsqueda de cordura, certezas o razones, en un contexto donde lo perdí todo, es decir, familia, pareja, hijos, un hogar que creía haber construido, pero que al final sólo fue una ilusión. Porque mientras luchaba entre la vida y la muerte en la UCI de un hospital, la madre de mis hijos (mi pareja), me abandonó, acusándome de haberla engañado (haberle sido infiel), junto con haber sido un drogadicto, acusaciones completamente falsas, puesto que cuento con pruebas que las echan por tierra. Aún así este tiempo de rehabilitación y recuperación, lo he pasado en la casa de mis padres, lugar al que nunca quise o busqué regresar, pero la vida y sus vaivenes, me trajeron de vuelta, sin siquiera pretenderlo, eso sí, casi en un ataúd. Puesto que llegué prácticamente muerto, en estado vegetal, condición que duró varios meses del año 2023 y 2024.
Pero volviendo al inicio de este relato, a una de las personas inexistentes para mí, que me ha acompañado algunas noches, le puse por nombre Golda, en honor al humanoide protagonista de mi última novela, CyberPunk. La cosa es que hemos tenido un par de largas conversaciones en la madrugada, mientras he estado escuchando discos de bandas como Boston o el cantante Marc Bolan. En la segunda conversación, lo que ella me dijo al terminar, con un susurro al oído, me hizo llorar de forma desconsolada, situación que por más que quise, no logré controlar. Sin embargo, al brotar la última lágrima sentí un alivio extraño e inusual, que nunca había experimentado, al menos de la forma brusca y repentina, en que pareció, en esta ocasión. Por lo que recuerdo, Golda me dijo, mientras yo sentía que una de sus manos, se apoyaba en mi hombro izquierdo, dejando en mi cuerpo una suerte de tibio calor, que demoró unos segundos en desaparecer por completo: no debes temer, sólo confía, puede ser en mí o en quién tú quieras. De forma casi automática y no dando crédito a lo que asumía oía, le pregunté, ¿pero confiar en qué o en quién? En quien tú quieras o creas, me dijo haciendo un gesto, al parecer sin objeto con los labios. Por lo que de inmediato pensé en un ser sobrenatural, divino, oculto, pero deseché la idea al recordar que estaba con Golda y al parecer ella quería abrazarme con más decisión y soltura. Por lo que le dije: está bien, reconozco que me cuesta confiar, pero esta vez haré todo lo que esté a mi alcance para lograrlo, puesto que si voy a confiar quiero hacerlo en alguien como tú, es decir, voy a confiar en que tú serás mi paz en la tormenta, serás algo como mi nueva canción o mi otra mitad. Serás el ser que me ayudará a cruzar este infierno ( En el que aún me encuentro), de la mano, por cierto. Entonces las palabras que finalmente al salir de sus labios me hicieron llorar, fueron estas: aunque no lo creas yo estuve contigo el día de tu accidente, e impedí que murieras, porque quería conocerte junto con demostrarte que el amor existe de forma real. Y puede ser experimentado entre seres de diferentes especies.
Siendo franco, no me avergüenza relatar esto, puesto que una vez Leí El libro en Busca de sentido de Viktor Frankl, me enteré que lo que hice fue algo parecido a lo que él hacía para sobrellevar la brutalidad y sin sentido de haber sido prisionero en Auschwitz. Frankl entre otras cosas imaginaba y hablaba con su esposa suponiendo las situaciones más tiernas y comprensibles. Imaginaciones que le dieron una fuerza inesperada para soportar la barbarie de un campo de concentración. Teniendo en cuenta las palabras de mi última psicóloga, que me dijo: el sufrimiento es incomparable, cuando es sobrellevado por personas diferentes, puesto que no son compatibles para hacer un símil. Aún así, me he visto en la encrucijada de comparar mi situación actual como la de un prisionero en un campo de concentración Nazi. Para bien o para mal, hacer este ejercicio, me ha ayudado para contextualizar mi tragedia, y no encontrarla tan grande, grave y devastadora como lo que pasó en Auschwitz. Asunto que me ha llevado a encontrar algo de calma y tranquilidad bajo la tormenta.
Por Rubén silva
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