El goce y la glosa en Glosa peninsular, de Mónica Morales Rocha [Por Xavier G]

 




El goce y la glosa en Glosa peninsular, de Mónica Morales Rocha

 

Por Xavier G

 

El libro Historia de la Antigua o Baja California de Francisco Javier Clavijero es un espléndido pre-texto o punto de inspiración para escribir poesía, tanto por la riqueza verbal de la obra como por su generoso tema: la península bajacaliforniana de México. La lectura es un acto de contagio, un acto gozoso y, si la sensibilidad lo permite, puede suscitar un trance creativo que nos impulse a escribir un texto, ya sea narrativo, poético o de alguna otra índole. Por ejemplo, imagino a la autora de Glosa peninsular (Ediciones Periféricas, 2022) deleitándose con los pasajes de la libro de Clavijero, deteniéndose a hurgar en sus hallazgos peninsulares, en el asombro del forastero que observa por primera vez la singularidad de un territorio inexplorado, cuando, de pronto, ¡eureka!: un lapso de verbalización luminosa inunda el pensamiento de la poeta y le permite vislumbrar uno, dos, tres… varios poemas, o bien, intuir un par de versos en la savia antigua de esas páginas seminales (de 1852 data la publicación, ni más ni menos).

 

En ese momento 一y esto es solo una conjetura一 las obsesiones de la poeta se cristalizan y se vierten, a partir de una conmoción lectora, en un viaje paralelo, mas nunca idéntico al viaje que lo originó. El resultado de este doble viaje es un poemario en el que Mónica Morales Rocha transforma los rasgos de la exploración y la conquista peninsulares en un concierto verbo-voco-visual para los sentidos. Se trata de una aventura sugestiva y, al mismo tiempo, de un acopio de voces antiguas que invocan escarceos amorosos y recuerdos mezclados con filamentos de la invención poética:

 

Cuéntame forastero

los pormenores de tu periplo

 

A mi oído murmura el secreto registro

de aquellas noches

    en tu bitácora

 

La autora recupera la lengua de los poetas barrocos para hablarnos de galanterías y seducciones, para entregarnos la urdimbre del afecto corporal, el pasmo amoroso, el brillo del atavío como anzuelo seductor y preámbulo del acto amatorio. La metáfora es el recurso más poderoso de la autora en cuanto le permite compartirnos flora, fauna, orografía, oficios, adornos, tentativas de conquista, proyectos infructuosos y un apetitoso menú de atributos y sucesos peninsulares, pero siempre acompañados por un guiño sugestivo que singulariza el efecto estético de la obra.

El hipérbaton es uno de los recursos más caros de la autora y es aplicado en dosis generosas para erigir el tono perfecto, el talante que más conviene a la glosa. Así, Mónica Morales Rocha suma a los lectores a su viaje y a esos paisajes y sucesos fecundos que solo pueden conquistarse blandiendo metáforas y caricias verbales: versos aparentemente aislados, palabras alineadas, algunas veces escalonadas, y otras, distanciadas por espacios, colgadas de las páginas a modo de cuadros o breves trazos pictóricos que condensan el deseo, la memoria, la sinuosa seducción de la estampa peninsular:

 

sumérgete

llena de gozo sea mi embocadura

 

La aliteración y la anáfora son otros recursos que aportan musicalidad a los poemas de esta glosa, como ocurre en “III. Montañas”:  “érase que era la roca tan cerrada / roca sobre roca”. Además, a ese “babel pétreo” se suma el viento que narra leyendas, el rumor impregnado de historias que combinan el erotismo, las peripecias de los vínculos amorosos y una plétora de exploraciones, tanteos, hazañas y descubrimientos. Por lo tanto, Glosa peninsular no solo es producto del asombro y el gozo ante el territorio y sus avatares, sino que es una gran metáfora sobre el viaje de la vida y el trayecto en el que se hacen y deshacen los afectos, un testimonio del vaivén relacional de los amantes, un flirteo verbal que permite nombrar el deseo y la pasión desde las certezas y las incertidumbres que el romance o amorío conllevan:

 

No me condenes al duelo

a la eterna

solitaria

veneración

de tu memoria.

 

Ahí donde los paisajes rocosos pueden resultar áridos a la luz de la creación poética, a la autora de Glosa peninsular le evocan hombres gigantes que buscan el abrazo y la caricia. El desierto pierde su aridez porque ahí reinan las nubes “complacidas”, al igual que ciertas apetencias:

 

nuestros frutos

la cosecha

carnosa la hoja

suculenta la penca

afilada la espina.

 

En Glosa peninsular, la autora se sirve de una constante en su obra, un elemento que cimenta su exploración formal: se trata de una expresión verbal sugestiva, cuya elegancia consiste precisamente en sugerir más que en nombrar las cosas de manera explícita o directa. O como inculcaba el poeta Raúl Renán a sus discípulos en el Taller de Poesía Experimental: “describe el objeto sin tocarlo”. En este caso, el objeto es la “tierra”, que a su vez es objeto de deseo. Valga este botón de muestra para apuntalar lo anterior:

 

Fausta sea mi tierra

    bajo el ardiente cuidado

    de tus laboriosas manos.

 

A partir del territorio peninsular que describe Clavijero, la autora crea su propio territorio: el del deseo y los afectos, engarzados al encuentro o a la promesa del encuentro amoroso. Más que una glosa o paráfrasis, Glosa peninsular es una variación musical: el afianzamiento de un universo de ideas y obsesiones propias pasado por el tamiz del asombro ante la exuberancia peninsular. Si bien es cierto que los libros que integran la obra de Clavijero y algunos aspectos estructurales se corresponden con el poemario, resultaría ocioso enlistar aquí sus títulos y temas, ya que todo lo que el sacerdote jesuita describe en su libro se transfigura en la mirada y el oído de la poeta para entregarnos un viaje distinto, más íntimo, que nombra de otro modo a la pasión y al deseo. La poeta es un punto por donde pasa el lenguaje, el cual llega a un punto distinto para desvelarnos una nueva veta de significación.

 

En este acto de resignificación, que consiste en otorgar un nuevo sentido al presente tras una interpretación distinta de hechos o descripciones pasados, Glosa peninsular supone una apuesta poética original y licenciosa, dado que transforma la mirada forastera ante las riquezas peninsulares en una verbalización voluptuosa y, como proclama la autora, en un gozo que se comparte.

 

 


 

Xavier G

 

Tijuana, Baja California, México, en 1973. Estudió las licenciaturas de comunicación y literatura en la Universidad Autónoma de Baja California. Ha colaborado en distintos medios y publicaciones. Poemas y cuentos suyos aparecen en las antologías ¿El crimen como una de las bellas artes? Tomo II (Porrúa-Instituto Coahuilense de Cultura, 2004) y Cruzando al otro lado (del milenio). Cuento bajacaliforniano de entresiglos (Nortestación, 2014). Ganó el 1er. Concurso Literario del Noroeste con el cuento Infinitas persecuciones en 1995 y obtuvo el tercer lugar en el género de poesía en el marco de este mismo certamen. Obtuvo el primer lugar en el Concurso Literario del Noroeste Abigael Bohórquez en 1996 en el género de novela. Ganó el XXI Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción en 2005 y obtuvo el tercer lugar en el 5to. Virtuality Caza de Letras-UNAM en el género de crónica en 2011. Ha publicado los libros Esto es lo que pienso de ti (CECUT-CNCA, 1996), Ficciones de carne y hueso (cuentos, Altanoche, 2008), Muerto después de muerto (novela, 1ra. edición-Abismos, 2013; 2da. edición-autor, 2018; 3ra. edición-autor, 2022); Génesis Tres Dieciséis (novela, 1ra. edición-autor, 2022), El porvenir incesante de la peripecia en el imprevisible mundo de los hechos (poesía, 1ra. edición-autor, 2023) y Violencia de génesis (cuentos, 1ra. edición-autor, 2023). “Me dicen el narcozombi”, su primer sencillo, ya está disponible en Spotify, YouTube y otras plataformas digitales.

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