Canadá, de Richard Ford
Reseña de
Javier Úbeda Ibáñez y Jorge Cervera Rebullida
Canadá
Richard Ford
Anagrama
Primera edición original: Nueva York, 2012
Primera edición española: septiembre de 2013
Traducción: Jesús Zulaika
ISBN: 978-84-339-7871-4
Páginas: 512
La novela arranca con un comienzo espectacular y arriesgado que nos deja ya boquiabiertos desde las dos primeras líneas, contándonos un hecho tan llamativo, significativo y melodramático que marcará todos los sucesos posteriores. Y que es este: «Primero contaré lo del atraco que cometieron mis padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después». A partir de ahí, el lector no hará otra cosa que ir atando cabos como pueda, uno tras otro, al ritmo que le marque Ford, quien tan sabiamente le irá guiando y dejando aquí y allá pequeñas anticipaciones que actuarán como anzuelos que irán adelantando algo de esta fascinante historia, pero no en su totalidad, ya que la trama, que está perfectamente urdida, nos mantendrá en vilo hasta el final.
El narrador es el ya sexagenario Dell, pero al principio nos contará su historia con la frescura del adolescente que un día fue cuando sucedió lo del atraco que llevaron a cabo sus padres, su posterior huida para refugiarse en Canadá, atendiendo al deseo expreso de su madre que decide enviarlo a él y a su hermana Berner, aunque a esta última no lo consiga, con su amiga Mildred, con el fin de que no cayeran en manos de los Servicios Sociales que probablemente los hubieran llevado a un orfanato.
Estas 512 páginas, escritas desde el desasosiego, tratan diferentes temas: cómo sobrevivir a un hecho que parece que va a marcar y condicionar toda nuestra existencia y cómo salir fortalecidos en el intento, la desestructuración familiar, la manera en que poco a poco se va forjando nuestra personalidad a través de lo vivido. De hecho, podríamos catalogar este libro como una gran novela de trama psicológica en la que el adolescente Dell no para de madurar y de crecer a través de los acontecimientos que le van sucediendo, y nosotros con él.
Y, para armar la historia, para que fructifiquen con éxito todos estos planteamientos, el lugar elegido por Ford ha sido Canadá. Y es que Canadá, en particular, y todos los paisajes, en general, que aparecerán, son también protagonistas indiscutibles por la belleza inconmensurable y pormenorizada con la que aparecen descritos. El escritor confiesa haber optado por este entorno árido por la sensación que causa en él este país de libertad, de tolerancia… Un lugar tosco, ideal, además, para reencontrarse con uno mismo, una tierra que aún conserva algo hoy en día de rural y salvaje, donde todo es posible y aún pueden darse la esperanza, la regeneración y la creencia en un futuro mejor y las segundas oportunidades.
El estilo de Ford es sobrio, impecable, elegante, frío y, a la vez, desnudo, sin demasiados artificios como los paisajes naturales que describe, por ejemplo, el desolado pueblo de Great Falls en Montana o Fort Royal ya en Canadá. Y emplea un lenguaje directo con un ritmo más moderado en su primera parte, más ágil en su segundo bloque, y de nuevo más pausado en su último tramo, que invita a la reflexión, de esta intensa novela, en el que hay un antes y un después tras el suceso crucial y decisivo que supone el atraco a un banco perpetrado por los padres del protagonista, una manera de escribir pausadamente que nos deslumbra y nos sobrecoge a la vez, quizá como Ford reconoce haya influido en este contar desde la pausa y la serenidad el que es disléxico y por eso necesita más tiempo para leer y escribir, lo que le hace fijarse y concentrarse en cada detalle.
Y es que Richard Ford (Jackson, Misisipi, Estados Unidos, 1944) es un autor de referencia, que nos deja anonadados con su indiscutible maestría; resulta que no leyó casi libros hasta los 18 años por el problema de dislexia que arrastraba. Y que su destino parecía en un principio ser otro bien distinto al de ser escritor, ya que, primero, ingresó en la Universidad de Michigan para estudiar administración hotelera, luego en Saint Louis llegó a iniciar la carrera de derecho que más tarde abandonaría y terminaría realizando un máster de escritura creativa en la Universidad de California (Irvine) en 1970. Profesor de humanidades en la Universidad de Columbia. Una trayectoria arrítmica que demuestra que un escritor puede forjarse a sí mismo casi desde la nada y llegar hasta lo más alto de la literatura; de hecho, en 2016 se alzó con el premio Princesa de Asturias de las Letras.
Su éxito como escritor comienza con la conocida trilogía dedicada al personaje Frank Bascombe, que se inicia con el libro El periodista deportivo (1986), considerada por el Times como una de las mejores cien novelas de 1986, y finalista, además, de los premios Faulkner; le sigue Día de la Independencia (1995), que obtuvo dos premios como son el Pulitzer y el Faulkner, y acabó finalmente la saga con Acción de Gracias (2006). En cuanto a Canadá (2012), es una obra que le ha costado escribir cerca de veinte años y con la que está claro que alcanza su cenit como novelista, y de momento le ha valido dos reconocimientos, la Medalla Andrew Carnegie (2013) y el Premio Femina Extranjero (también en 2013), aparte de cosechar, una tras otra, excelentes críticas. Otras novelas también destacables son La última oportunidad (1981), Incendios (1990) y Francamente, Frank (2014). Y, además, es autor de varios libros de narraciones cortas como Rock Springs (cuentos, 1987), De mujeres con hombres (1997), Pecados sin cuento (2002), Cuentos imprescindibles (1998) y también del ensayo Flores en las grietas. Autobiografía y literatura (2012).
Otras obras de Richard Ford: Un trozo de mi corazón (1976), Lamento lo ocurrido (2019), Entre ellos. Recuerdos de mis padres (incluye Mi madre, in memoriam y el inédito Su muerte. El recuerdo de mi padre, 2017), Mi madre (breve libro memorialístico, 1988).
Y es que Ford es sin duda un escritor laborioso, que imprime una gran profundidad narrativa, originalidad y realismo a todo lo que narra. Y al que le gusta hablarnos de las dificultades como hace en Canadá; cuando Dell parecía condenado por unas circunstancias adversas que le arrancan del seno familiar y le empujan a llevar una vida difícil, de desarraigo, se sobrepone y se reinventa. Un libro que nos habla entonces claramente de la esperanza, de la fe en uno mismo y de nuestra capacidad para luchar, adaptarnos y salir casi siempre victoriosos en el intento.
Su estructura consta de tres partes bastante diferenciadas, la primera con un ritmo más rápido nos cuenta cómo era su vida antes de ese hecho crucial y todo lo referente al robo de sus padres. La segunda con un ritmo más pausado e íntimo nos describe la vida de Dell, el adolescente de quince años, cuando llega a Canadá e inicia allí una nueva etapa. Y en la tercera y última aparecen ya todas las conclusiones finales acerca de su vida, que hará un Dell ya maduro y reflexivo.
Los personajes están perfectamente caracterizados y son todos muy peculiares, con unas vidas extrañas, apasionantes, que están al límite de todo; es el caso de Dell, el protagonista, o el de su hermana melliza Berner o el del enigmático Arthur Relinger, que es la persona que se hará responsable de Dell por extrañas razones que ya iremos conociendo poco a poco.
Un comienzo provocador, una estructura circular, ya que al final se vuelve al principio para acabar de poner el punto y final, son algunas de las claves de esta impresionante novela que es de principio a fin una proeza técnica y una de esas pocas obras que te dejan sin aliento y que llegan para quedarse.
Según Raymond Carver (cuentista y poeta estadounidense), Ford es «el mejor escritor en activo de nuestro país»; Bernard Géniès (crítico francés) opina, en Le Nouvel Observateur, que Ford «se inscribe en la tradición de Faulkner, Hemingway, Steinbeck... Se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano».
Canadá pone los sentimientos a flor de piel.
Para Richard Ford (escritor, periodista deportivo, guionista, antologador y editor estadounidense), escribir es su forma de ser útil en el mundo.
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