Escapismo en mi año de descanso
y relajación
por K.M. Rubio
No es ningún secreto
que vivimos en un mundo en constante movimiento (literalmente), constante
producción, capitalista, casi todas horas del día las personas tienen un lugar
dónde estar, el transporte público es responsable de ello, hay fechas límites
que cumplir, el trabajo y los quehaceres son interminables. Hasta los supuestos
“horarios de atención” se han convertido en 24/7. A veces, todo se vuelve
abrumador, es inevitable querer posponer la alarma.
¿Qué tal si pudiéramos
dormir un año entero y despertar totalmente renovados? Sonará drástico, pero ¿y
si fuera la respuesta? Este es el experimento que se propone la protagonista de
la novela “Mi año de descanso y relajación” (2018) de la autora Ottessa
Moshfegh. Una lectura que se debe tomar con precaución para ciertos lectores,
retadora, con un humor oscuro, una reflexión sobre la salud mental, la
depresión, el aburrimiento, el consumismo y los estándares de belleza; una
lectura cautivante, rebelde y adictiva.
“Me estoy tomando un tiempo libre. Este es mi año de
descanso y relajación” (p.13).
Ottessa Moshfegh, es
una autora estadounidense de ascendencia persa cuyas historias han sido
publicadas en The Paris Review, The New Yorker
y Granta. Ha ganado diversos premios,
entre ellos, el PEN/Hemingway Award y
O. Henry Award. My year of rest and relaxation es su cuarta novela. Encontraremos la clave
del personaje justo en la icónica portada del libro, en la que se observa la
pintura del siglo XVIII de Louis David, Young
Woman In White.
Al cuestionar tal
elección para la portada, solo debemos detenernos y analizar un poco. El
retrato presenta una joven en vestimenta interior blanca, desconocida en la
historia, sin nombre, una mujer blanca, perteneciente a la alta sociedad, con
un semblante desinteresado de la escena –o quizá la vida–. De esta manera, nos
regala de antemano una descripción de la protagonista.
El nombre de nuestra
protagonista y narradora nunca es revelado, una recién graduada de Columbia, vive
de la herencia de sus padres, en un Nueva York en el cambio del nuevo milenio,
previo al 9/11. Según su amiga más cercana –o más bien la única–, tiene una
vida privilegiada, pues es bella, alta y rubia. Incluso ella misma admite que
parece modelo, ciertamente no tendría razones para querer dormir todos los días.
“Nada le dolía más a Reva, que la belleza sin esfuerzo
como la mía” (p.12).
No obstante, Reva, no
pierde oportunidad para hacer comparaciones sobre el aspecto personal físico y
las cosas materiales entre ambas. Aunque será la única persona que cuestione
sus actos, parece haber cierto triunfo en sus ojos al ver el fracaso de la
protagonista y esta por su parte, ni siquiera el hecho que la madre de su amiga
este muriendo de cáncer, es razón suficiente para la empatía, probablemente es
el hecho que odia el recordatorio de esta terrible enfermedad.
Es verdad que no es una
persona muy altruista, le cuesta ver más allá de su propia burbuja y egoísmo. En
su interior existe un gran vacío emocional, la tragedia la persigue; su padre murió
de cáncer y su madre se suicidó. Solo visita la tienda de los egipcios de abajo,
para comprar sus dos cafés con extra azúcar y extra crema.
En sus veintes, sin
conexiones humanas realmente significativas, básicamente sola en el mundo. En
los pocos momentos que está despierta, es acompañada por recuerdos de su
relación tóxica con su ex novio, visitas de Reva y películas de su heroína, Whoopi
Goldberg.
Otro personaje que
juega un papel esencial en la vida de la protagonista –a quien podríamos
atribuirle el sueño eterno–, es la terrible psiquiatra que encontró en el libro
amarillo y contestó a las once de la noche, la Dra. Tuttle. Una serie de
mentiras es suficiente para que recete una bomba de medicamentos, sedantes y
antidepresivos. Aunque no ignoramos que la protagonista es una posible
mitómana, tampoco ayuda que la doctora olvida lo que se dice en las citas y siempre
este preguntando si tiene padres, Reduce los problemas a una píldora.
“Estás agotada,
así de plano y sencillo” (p.46).
Nuestra protagonista no
descansará hasta obtener el sueño perfecto, así que su dieta se llena de
ambien, solfoton, xanax, entre otros. Sostiene la idea, que, si consigue un año
de hibernación, podrá renacer, será una persona completamente nueva, purificada
y lista para continuar la vida. Sencillamente utiliza el dormir como una forma
de escapismo del mundo real. Detengámonos ahí un momento.
A pesar que esta es una
situación ficticia, que claramente denota problemas mentales serios, me
gustaría aventurar en esta idea de dormir todo un año para ser renovado. Cuando
miramos todos los problemas del mundo, el trabajo que cada día es más
demandante, y en general lo agotadora que la vida puede llegar a ser. Querer evitar
situaciones, personas, juntas, responsabilidades. Llega un punto donde hay una
necesidad de tener un descaso. “Para recargar las baterías” se dice.
“Oh,
dormir. Nada más podría traerme tal placer, tal libertad, el poder de sentir y
moverse y pensar e imaginar, a salvo de las miserias de mi conciencia
despierta” (p.29).
Entonces, ¿por qué nos
llegamos a sentir culpables por tomar un descanso? Ni hablar de un hipotético
año de hibernación. Un claro ejemplo fue el año 2020, el gran dilema entre
tener el máximo de productividad o descansar sin culpabilidad, miles de
anuncios amistosos en Instagram sobre cómo cuidar la salud mental para evitar
el burnout, situación que pareciera estar de moda.
En un año donde era
difícil diferenciar las horas de trabajo de las de descanso. Aproximadamente 36
millones de resultados en google relacionados con la prevención del burnout, la
solución más popular... dormir bien. Y todavía así la culpa de no ser
“productivo” nos perseguía en el hogar.
Incluso se encuentran
páginas con miles de ideas sobre qué hacer en un año sabático, ¿no se supone
que el objetivo principal es no hacer nada? ¿Acaso a veces no deseamos alguna
forma de “escapismo”? ¿Acaso no nos cansamos de absolutamente todo, y deseamos
dormir por cinco minutos más? No significa que somos “infelices” por desear
dormir más.
Utilizamos el escapismo
deslizando el celular interminablemente, jugando videojuegos, pintando o
escribiendo. Leer una novela de ficción, ir al cine, salir de la ciudad ¿No son
formas de escapismo? Y cuando volvemos de ese mundo de ficción o irreal, nos sentimos
mejor, más receptivos, despiertos, con la mente despejada, listos para
continuar. El escapismo se ha convertido en una manera llevadera de cargar la
vida.
La situación en Mi año
de descanso y relajación, podrá ser llevada al extremo, pero no niego que la
protagonista tiene un punto.
“Mi vida pasada sería como un sueño, y yo podría empezar
de nuevo sin arrepentimientos, reforzada por la dicha y la serenidad que habría
acumulado en mi año de descanso y relajación” (p.32).
K.M. Rubio nació y creció en Mexicali, estudió la Licenciatura en Docencia de la Lengua y Literatura en la Universidad Autónoma de Baja California. Actualmente estudia la maestría en Apreciación y Creación literaria en Casa Lamm. Ha leído autores y tenido profesoras increíbles que la han inspirado y dado un refugio en la lectura y escritura.
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