Me acomodo
los guantes
Que empiece la pelea -digo yo-
y ensimismado en la sombra de mi nombre
espero esta herida que ha de doler
esta carne que me ha de temblar.
Me acomodo los guantes porque más
valdrá agarrarse a combos,
llenitos de rabia,
de noche, de naufragio…
Y somos tan feos,
y tan hediondos,
tan llenos de aullidos,
que aun detenidos en la calle
nuestras manos sucumben en el olvido de la patria.
Canillazo 1
Tengo ocho años y se fue para siempre el padre.
Como cristo,
me he quedado guacho
Canillazo 2
Los hacedores de heridas esperan.
Allá están, tranquilos, tomando té.
A veces, los recibidores, también lo hacen (con azúcar
barata, claro, marca líder o acuenta)
Los hacedores todavía ven mecerse de
las cuerdas a aquellos que decidieron
ahorcarse una tarde de verano. No sufren.
Las mujeres de los recibidores, aún, pese
al tiempo y los programas radiales, los
cargan en retratos sepia preguntándose
dónde están.
Mi tata me decía que jamás un niño pobre podría mirarse las
manos sin sangrar.
Cornete 1
Pichoncito mío: te
escribí estos poemas para
que sepas que los
pungas que dejaste pegados a
la ventana sucumben a
veces en las entrañas del mundo.
Que seguimos siendo
agitadores de lo
obsceno, vándalos
incluso. Para que sepas, te
escribo, my love, la
pastabase es el cementerio de
Shile, y Shile, tu
Shile, sigue siendo un barrio sin luz ni agua.
Cornete 2
Me las azuzaron, por
eso mis perras saltaron
encima, señor, le juro
que eran buenas, que
sólo comían de noche
cuando diosito andaba
salvajemente llevándose
abuelas a su reino.
Los incitaron, señor,
por eso mi gente cerró el
barrio un par de horas
y salió a caminar,
a comerse los mocos, a
mirar el cielo.
Le juro, señor, que
este afán de juntar huesos no
es más que la metáfora
de un hombre que
quiere levantar a su
padre del polvo para decirle adiós.
The end
La ciudad avanza sin nosotros, alcanzo a
murmurar mientras alguien que relata el
fin de la pelea dice que el guacho
conchetumare que quedó en el
ring tiene ojos que lleva como
alguien que aúlla deshabitado para siempre.
Si me vieras, jesús, con qué humanidad lamerías
mis venas, hasta tiznar de rojo carmesí,
uno por uno, los ojos de mi alma.
Declaración
del peleador en rueda de prensa después de perder por Nocaut Técnico un 23 de julio de mil novecientos noventa y nueve
Algún día o de algún modo, yermo e indecente,
silbaré mientras algo sube entre nosotros y jadea
Como perros, entonces, heredando de los hijos el fulgor,
veré edificios y niños de escuela llorar a media tarde,
a punta de sopaipas y jugo yupi, ocultos en máscaras de
pobreza y frío.
Como bestia, entonces, sabrás que valió la pena verter
sangre,
derramar, pelear, tocarnos de manos, de cuello, de
venas,
RABIOSOS de heridas,
PERPETUOS
Ensimismado en la ventana de los días
y roto como el espejo de
una muchacha que se peina las
piernas y los bigotes,
te ofrendaré estas manos morenas,
eternas, my love
dulces, my love
tristes como yo, mi cielito de
aviones que no pasan
Tata, sabrás perdonarme/
nunca podré ser tu epopeya.
Ricardo Sánchez Lara (1987, Santiago de Chile). Es Profesor de Lengua y Literatura y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha escrito algunos libros de poesía: “El ejercicio del café” (2008), “Por si acaso alguien quiere llorar” (2009) y “Casa de puta” (2010). Los textos que componen esta muestra corresponden al poemario “Kick Boxing” (2015), editado por la Editorial Santiago Inédito.
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