Selección de poemas de Ricardo Sánchez Lara

 



 

Me acomodo los guantes

 

Que empiece la pelea -digo yo-

y ensimismado en la sombra de mi nombre

espero esta herida que ha de doler

esta carne que me ha de temblar.

 

Me acomodo los guantes porque más

valdrá agarrarse a combos,

llenitos de rabia,

de noche, de naufragio…

 

Y somos tan feos,

y tan hediondos,

tan llenos de aullidos,

que aun detenidos en la calle

nuestras manos sucumben en el olvido de la patria.

 

 

 

 

 

 

Canillazo 1

 

Tengo ocho años y se fue para siempre el padre.

 

Como cristo,

me he quedado guacho

 

 

 

 

 

Canillazo 2

 

Los hacedores de heridas esperan.

Allá están, tranquilos, tomando té.

A veces, los recibidores, también lo hacen (con azúcar barata, claro, marca líder o acuenta)

Los hacedores todavía ven mecerse de

las cuerdas a aquellos que decidieron

ahorcarse una tarde de verano. No sufren.

 

Las mujeres de los recibidores, aún, pese

al tiempo y los programas radiales, los

cargan en retratos sepia preguntándose

dónde están.

 

Mi tata me decía que jamás un niño pobre podría mirarse las manos sin sangrar.

 


Cornete 1

 

Pichoncito mío: te escribí estos poemas para

que sepas que los pungas que dejaste pegados a

la ventana sucumben a veces en las entrañas del mundo.

Que seguimos siendo agitadores de lo

obsceno, vándalos incluso. Para que sepas, te

escribo, my love, la pastabase es el cementerio de

Shile, y Shile, tu Shile, sigue siendo un barrio sin luz ni agua.

 

 

Cornete 2

 

Me las azuzaron, por eso mis perras saltaron

encima, señor, le juro que eran buenas, que

sólo comían de noche cuando diosito andaba

salvajemente llevándose abuelas a su reino.

 

Los incitaron, señor, por eso mi gente cerró el

barrio un par de horas y salió a caminar,

a comerse los mocos, a mirar el cielo.

 

Le juro, señor, que este afán de juntar huesos no

es más que la metáfora de un hombre que

quiere levantar a su padre del polvo para decirle adiós.

 

 

The end

 

La ciudad avanza sin nosotros, alcanzo a

murmurar mientras alguien que relata el

fin de la pelea dice que el guacho

conchetumare que quedó en el

ring tiene ojos que lleva como

alguien que aúlla deshabitado para siempre.

 

Si me vieras, jesús, con qué humanidad lamerías

mis venas, hasta tiznar de rojo carmesí,

uno por uno, los ojos de mi alma.

 

 


Declaración del peleador en rueda de prensa después de perder por Nocaut Técnico un 23 de julio de mil novecientos noventa y nueve

 

Algún día o de algún modo, yermo e indecente,

silbaré mientras algo sube entre nosotros y jadea

 

Como perros, entonces, heredando de los hijos el fulgor,

veré edificios y niños de escuela llorar a media tarde,

a punta de sopaipas y jugo yupi, ocultos en máscaras de

pobreza y frío.

 

Como bestia, entonces, sabrás que valió la pena verter sangre,

derramar, pelear, tocarnos de manos, de cuello, de venas, 

RABIOSOS de heridas,

PERPETUOS

 

Ensimismado en la ventana de los días

y roto como el espejo de

una muchacha que se peina las

piernas y los bigotes,

te ofrendaré estas manos morenas,

eternas, my love

dulces, my love

tristes como yo, mi cielito de

aviones que no pasan

 

 

Tata, sabrás perdonarme/       nunca podré ser tu epopeya.

 

 

 

Ricardo Sánchez Lara (1987, Santiago de Chile). Es Profesor de Lengua y Literatura y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha escrito algunos libros de poesía: “El ejercicio del café” (2008), “Por si acaso alguien quiere llorar” (2009) y “Casa de puta” (2010). Los textos que componen esta muestra corresponden al poemario “Kick Boxing” (2015), editado por la Editorial Santiago Inédito.



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