La niña del plomo [Por Jaime Retamales]

 




La niña del plomo

Jaime Retamales

Pedro Urqueta y Ariana Viza eran dos jóvenes enamorados que recién llevaban una semana de noviazgo. Eran compañeros de trabajo, empleados de una conocida cadena de supermercados. Siempre se gustaron, pero no fue hasta que la muchacha se declaró que empezaron a andar. Por supuesto que después de sellado el vínculo amoroso, la pareja comenzó a comportarse como otras. Por ejemplo, empezaron a dar largos paseos tomados de la mano que en el día eran bastante reservados, pero en la noche desenfrenados. Ellos vivían en Arica, en esa ciudad fronteriza, una de las costumbres preferidas de los novios, cuando querían ser vistos en público, era caminar por la costanera que está en las faldas del morro. Hace varias décadas atrás, el gigantesco peñón era besado por las gélidas olas del océano Pacifico. Hasta que la acción del ser humano truncó esa relación al construir el camino por donde transitan vehículos y personas. Las parejas prefieren esta avenida por ser un lugar turístico, bien cuidado, con bares, restoranes y cómodos asientos con vista al mar. Además, son acompañados por el ruido de las olas reventando contra los tetrápodos, puestos allí para impedir que el agua destruya la costanera. Y si eso no fuera suficiente, hay que agregar el aroma y la brisa marina para completar este romántico escenario. En la noche, la luz artificial hace más seguro el andar de las parejas, aunque siempre está la posibilidad de encontrar sitios oscuros para desbordarse en caricias. Pedro y Ariana sonreían de felicidad, mientras miraban a otras parejas pasear como ellos. Sabían que todos compartían la misma felicidad. Era el inicio de una relación que ojalá fuera para toda la vida. Como si fuera una acción deliberada de los dioses, la Luna se mostraba en todo su esplendor. Los dos miraron al cielo, sobre sus cabezas se alzaba la cima del morro y al centro estaba la Luna. Cerraron sus ojos y se fusionaron en un profundo beso lleno de pasión que surgía desde lo más profundo de sus almas. Cada beso detonaba la tremenda energía que tenían sus jóvenes cuerpos. Esa helada noche de agosto invitaba a terminarla bajo las prístinas sabanas de una cómoda cama de motel. Ellos no necesitaban hablar para dar su consentimiento, pues, cada vez era más difícil contener las caricias por debajo de sus ropas. Pues, no hay nada que se compare a acariciar la piel humana, besarla e incluso olerla. Sus ojos cerrados era señal de que habían caído en un trance sensual. Sus almas se habían unido en medio del romántico fervor. Parecía que iniciaban un viaje infinito hacia el amor eterno. De pronto, un estruendo cercano. Algo los golpea. Los amantes abren los ojos. Sangre en sus rostros. Asustados se revisan. No es de ellos. Miran al costado, en el suelo, un cuerpo reventado y deformado por el golpe. Gritos de horror reemplazan las promesas de amor. Casi nadie quiere mirar, solo las mentes morbosas se acercan a fotografiar con celulares al cadáver. El Morro se había cobrado una nueva víctima

- ¿Qué los lleva a lanzarse de este enorme peñón? ¿Tener una muerte poética? ¿Provocar atención nacional? ¿Emular a Bolognesi? - En esas elucubraciones estaba la detective Rosita Lizama, quien había llegado hace unos minutos, cuando la interrumpió el comisario Faundez.

- ¡Detective Lizama! -

- ¡Dígame comisario! -

- ¿Empadronó a los testigos? -

- ¡Si, comisario! ¡Nadie vio el cuerpo cayendo, solo sintieron el golpe y lo vieron en el piso! -

- Es obvio. La cima apenas se ve en la oscuridad. No se hubiera podido divisar desde aquí si alguien hubiese empujado a la víctima. Los peritos me confirmaron que se trata del cuerpo de una joven, probablemente adolescente. No creo que haya nada que investigar, esta huevada es un suicidio por amor. Quiero que se encargue de este caso lo más rápido posible. Tómelo como un trámite. Hable con la familia y amigos para confirmar la causa. Pero, primero, va a tener que subir a la cima del morro y entrevistar a los militares que cuidan el museo. Calculo que se tiró cerca de allí- Dijo, apuntando con su dedo hacia arriba donde se veía la gigantesca bandera chilena iluminada por unos cuantos focos.

La detective partió en una camioneta institucional mientras Cipriano Sifuentes, reportero del diario La Cholga de Arica se acercó para hablar con el comisario Faundez.

- ¡Buenas noches comisario Faundez! -

- ¡Qué tal Cifuentes! -

- ¿Alguna bomba periodística? -

- Siento desilusionarte, es el típico caso de la huevona que se tira del morro por un huevón-

- ¿Está seguro comisario? -

-Tengo treinta años de experiencia. Sé de lo que hablo-

- ¿Está identificada la víctima? -

- ¡Déjame preguntarles a los peritos! Dame un segundo- Se demoró veinte minutos en volver con la información.

-Encontraron una billetera con su cédula de identidad. Se llamaba Francisca Inés Mancilla Gómez, según su fecha de nacimiento tenía dieciséis años de edad, una cabrita ¡Qué lástima! ¡Cómo deben estar esos padres por culpa de esta niñita! -

- ¡Desechos! Entonces ¿Puedo titular que fue un suicido por amor? -

-Está claro que fue así-

- ¿Usted está a cargo de la investigación? -

- ¡No, se lo asigné a una detective nueva para que lo investigue y gane experiencia-

- ¿No será mal visto enviar a una detective nueva? -

-No, entre nosotros, no le cuentes a nadie o no te doy ni una nota más. Estos casos se olvidan rápido. Es un trámite. Después de una semana nadie se acordará, no creo que a nadie le importe-

-No se preocupe comisario. Tiene razón, estos casos se olvidan rápido. Este año se han tirado diez y ni me acuerdo como se llamaba el primero ¡Gracias por su ayuda! -

Después de una hora llegó la detective Lizama.

- ¿Y cómo le fue? - Preguntó el comisario.

-Los militares vieron a la adolescente deambular por donde está la estatua del Cristo, pero no le dieron mayor importancia. Siempre ven jóvenes caminar por ese lugar Me aseguraron que su deber es proteger el museo y nuestra bandera. No tienen tiempo para detener a cada persona que camina por allí. Por eso, decidieron ignorarla-

- ¿Vieron a otras personas cerca de ella? -

-Había unas personas bebiendo, pero lejos. Definitivamente estaba sola-

-Vaya a descansar y el lunes se dedica al caso. Le recuerdo que debe estar cerrado en una semana-

-Entendido-

Llegó la mañana del lunes y la oficial estaba en la entrada del edificio del liceo donde estudiaba la adolescente.

- ¡Buenos días! Soy la detective Lizama de la policía de Arica. Tengo una reunión con el director- La mujer se presentó al portero del colegio “Nuestra señora de la misericordia y bondad”, establecimiento educacional particular subvencionado que se ubicaba en la parte norte de la ciudad. Había llegado a las nueve de la mañana, puntualmente, de un lunes gris.

-Pase señorita, la están esperando, la voy a acompañar hasta la oficina del director-

El portero llevaba puesto un guardapolvo azul, una camisa blanca y una corbata negra. Tendría unos cuarenta y cinco años, pelo negro peinado con gel y un bigotito al estilo de los militares de los años ochenta. Parecía tener la misma estatura de la detective. Su ropa lucía impecable, ni una arruga o mancha. En cuanto a la escuela, esta contaba con edificios nuevos de dos pisos, eran cuatro pabellones, con unas canchas para ejercicios al medio, estaba todo el patio techado. El colegio no tendría más de ocho años, en ese momento todos estaban en clase, solo los alumnos que practicaban algún deporte dirigidos por un profesor se encontraban afuera. Le pareció extraño a la detective que después de la muerte de una de las alumnas, todo pareciera tan normal. Llegaron a la amplia oficina donde se encontraba una secretaria que la atendió.

- ¡Buenos días mijita! - Saludó

- ¡Buenos días! Prefiero que me llame detective Lizama. Vengo en comisión de servicio- Aclaró un poco molesta.

-Disculpe detective Lizama. El director la está esperando. Voy a llamar a la asistente social del colegio para que esté presente en la reunión -

Pasaron a una suntuosa oficina, amplia, con paredes de madera brillante, piso de madera, al fondo había espaciosos estantes atestados de libros, al frente de los libreros, un escritorio de madera y una amplia silla de cuero para el director. Al frente del escritorio se ubicaban dos sillas de cuero también. Entre la puerta y el escritorio se ubicaba una recia mesa con cuatro sillas, donde habían dispuesto unos platos con galletitas. Si esta oficina fuera parte de un edificio cerca del Museo del Prado a nadie le llamaría la atención, pero el colegio se ubicaba en una de las poblaciones más pobres del sector norte de la ciudad, pegada a cerros de piedra y arena. Cerros que intentaban ocultar el vertedero de basura operado por una empresa local. Desde la oficina se podía oler el fuerte aroma provocado por la quema de residuos. Un hombre alto, de unos cincuenta y cinco años, de piel blanca, ojos claros y con una incipiente calvicie, se paró a saludar a la detective. Vestía un suntuoso traje azul oscuro, zapatos de cuero café y corbata roja.

- ¡Buenos días detective! Mi nombre es Renato Larraín Fuentes, director del colegio “Nuestra señora de la misericordia y bondad”. Nuestro establecimiento educacional recibe a niños y adolescentes en riesgo social. Me imagino que sabe que este sector presenta altos grados de vulnerabilidad. Nosotros estamos para ayudar a estos niños a salir adelante. Sentémonos en la mesita, mi secretaria nos traerá café para acompañar las galletitas. En unos segundos se unirá nuestra asistente social-

Apenas se sentó la detective, percibió olor a incienso y velas aromáticas que eran usadas para combatir el mal olor del exterior.

- ¿Y la profesora jefa? -

-Usted comprenderá que no podemos dejar a nuestros educandos sin atención. Pero, en unos minutos le toca su descanso, en ese momento puede hablar con ella-

- ¡Buenos días! Mi nombre es Margarita Esnaola, la asistente social- Entró saludando la asistente. Después, la secretaria trajo café y por fin, los tres empezaron a conversar sobre la muerte de Francisca.

-Ustedes saben que su alumna se suicidó. Mi deber es conocer las causas para saber si hubo algún motivo que la motivara a tomar esa decisión-

- ¿Habló con la familia? – Preguntó el director.

-Todavía no, el jueves o el viernes lo haré. Tenemos que respetar el luto-

-Como director, no puedo conocer a todos los alumnos tan bien como los empleados de trato directo, como la señora Margarita. Sé que la estudiante era llamada “la niña del plomo”, por haber nacido en la población Cerro Chuño. Vivieron unos años allí y después ella y su familia recibieron un departamento nuevo cerca de nuestro establecimiento-

- ¿Esos departamentos no están muy lejos de la Cerro Chuño? -

-A veinte minutos al norte, pero son nuevos. Respecto a Francisca, según lo que me han comentado sus compañeros y otros apoderados, era una niña rara, no tenía buena relación con sus compañeros, sacaba malas notas, siempre estaba de mal humor y se aislaba del resto de los estudiantes. Nosotros no solo perdemos una alumna, también la subvención que podría ayudar a otros estudiantes ¿Me pregunto dónde estaban esos padres? Pero, bueno, ya pasó, hay que seguir adelante-

- ¿Y usted señora Margarita? ¿Qué nos puede decir de Francisca? – Preguntó la detective.

-Ella vivía en una familia con una historia trágica. El padre murió de cáncer hace unos años atrás, tiene un hermano mayor que sufre de una malformación en la cabeza y crisis nerviosas. La madre trabaja día y noche para mantener los gastos médicos y la familia. La pobre mujer debe estar destrozada con la muerte de su hija. Después de pasar tantas penurias, ahora debe estar sufriendo con esta mala decisión-

-Yo creo que es culpa de ella, la familia es el primer apoyo de los hijos. La escuela es un actor secundario- Aseguró, el director.

- ¿Sufrió algún tipo de bullying? – Preguntó Lizama.

-No, nada fuera de lo normal. Como le dijimos, atendemos a niños y adolescentes en situación de riesgo social. No podemos esperar que se comporten como angelitos.  La madre se quejó de que algunos estudiantes molestaban a su hija, investigamos, pero era lo normal, o sea, juegos de adolescentes, nada más. Además, también nos llegaron algunos reclamos en contra de ella. Al parecer, le hacían bromas y ella contestaba agresivamente. Usted sabe, nada justifica la violencia - Indicó el director.

- ¿Sufrió de acoso sexual? -

-No me llegó ninguna denuncia de ese tipo- Respondió la asistente. De repente, sonó un timbre.

-Es la hora del descanso ¿Puedo hablar con la profesora de Francisca? – El director respondió afirmativamente, se levantaron de la mesa y el director llamó al portero para que condujera a la detective a la sala de clases donde estudiaba Francisca. Cuando llegó, la puerta de la sala de clases estaba cerrada y los alumnos jugaban en el patio. El portero se despidió y dejó a Lizama en la puerta, golpeó tres veces y salió la profesora secándose unas lágrimas.

- ¡Buenos días! Soy la detective Lizama- Dijo, pero después, al ver la cara de sufrimiento de la maestra, se arrepintió de saludar tan fríamente.

- ¡Buenos días! Me imagino que viene por lo de Francisca- Respondió la profesora, una mujer de edad mediana, morena, pelo negro corto, grandes anteojos, de un metro setenta de estatura. Se notaba afectada y le costaba aguantarse las lágrimas que le caían intentando secárselas inútilmente.

- ¿Prefiere que vuelva en otra oportunidad? - Preguntó Lizama.

-No, los estudiantes tienen un recreo de quince minutos y después la clase de educación física. Se supone que debo trabajar en todo el papeleo que me pide la dirección, pero es más importante hablar con usted-

La profesora invitó a Lizama a sentarse frente a su escritorio. La sala de clases estaba cubierta con cuarenta y cinco sillas con sus respectivos escritorios, tan juntas unas de otras que era difícil caminar entre ellas. Lizama arrastró una silla y la puso frente al escritorio lleno de papeles, libros, un computador y el libro de clases. Tenía un estante abierto con más papeles, algunas fotos de escritores chilenos, pinturas y muchas hojas arrugadas en el suelo.

- ¿Me podría decir su nombre por favor? -

-Patricia Lucia Parraguez Sotomayor-

- ¡Gracias! Quería pedirle que me contara todo sobre Francisca, sobre todo si sabe de algo que la podría haber llevado a tomar esa drástica decisión-

- ¡Estoy muy afectada con su muerte! - Dijo quebrándose, después de unos minutos se calmó y prosiguió.

-Francisca era una buena niña, pero el plomo le destruyó la vida. Durante años, sus padres habían juntado dinero para comprar una de esas viviendas básicas que vende el gobierno a bajo precio. Eran gente muy humilde, estaban felices de cumplir el sueño de la casa propia, sin saberlo, su casa estaba encima de un cerro de plomo. Lamentablemente, las autoridades a cargo de la construcción, habían ocultado que el terreno había pertenecido a una minera de metales pesados. La razón fue ahorrarse unos pesos.  Los padres llegaron a ese lugar cuando llevaban cinco años de casados. Su hermano mayor tenía cuatro, estaba completamente sano. Después de un año nació ella y su hermano empezó a tener problemas de salud. Los padres no sabían por qué, pero cuando los hijos de sus vecinos enfermaban, algunos de leucemia, se dieron cuenta que algo raro pasaba. Después se supo que vivían en una montaña de plomo. Los padres querían irse, pero no podían porque no tenían dinero. Tuvieron que esperar diez años hasta que el gobierno les diera un departamento cerca de la tierra con plomo. Francisca perdió a su padre hace unos años. Él desarrolló una enfermedad mortal por culpa de maldito metal. A ella le afectó mucho esa pérdida, pues, su madre debe dedicar mucho tiempo a su hermano mayor. Mientras que el padre le dedicaba toda su atención. Ella se esforzaba por salir adelante, pero cada vez le costaba más concentrase y estudiar. Yo traté de ayudarla, pero me falta tiempo, tengo que atender a cuarenta y cinco alumnos. El director siempre está preocupado de que le dediquemos la misma atención a todos los estudiantes. No quiere perder clientes, podríamos haber guardado un día para honrarla, pero no quería perder la subvención. Como usted puede entender, Francisca no tuvo una vida fácil. Nuestra sociedad la trató con insensibilidad. Ella fue víctima de discriminación. Algunos compañeros se burlaban de ella, le decían “Niña del plomo”. No la llamaban por su nombre, por eso no se juntaba con nadie. Últimamente, tenía ataques de ira cuando alguno de sus compañeros la insultaba. Yo tenía que intervenir y llevarla a alguna habitación vacía para que se calmara-

- ¿Y la madre? -

-Como le dije, tenía que dedicarle mucho tiempo a su hermano mayor. Además, debía trabajar el doble para mantenerlos y pagar el colegio especial donde atienden al hermano-

- ¿No sabe si ella buscaba apoyo con amigas? -

-Me contó que iba a la Iglesia “El buen samaritano”, pero dejó de ir-

- ¿Cree que alguien pudo hacerle algún daño como para llevarla a cometer suicidio? -

-Todos la empujamos un poco. Yo me siento culpable por no haberle dado más tiempo y permitir que se burlaran de ella. Era una niña muy dulce y amorosa hasta que empezó a tener esos problemas de aprendizaje. Lo siento, no tengo nada más que decirle- De pronto quedó en silencio y no dijo nada más.

- ¡Gracias por la información! -

- ¡De nada! – Dijo la profesora despidiéndose con un profundo suspiro y un par de lágrimas en su rostro.

El día antes que se cumpliera el plazo que el comisario le había dado a la detective Lizama, la madre de Francisca había aceptado ser entrevistada. La joven llegó a los departamentos que el gobierno les había dado a las familias afectadas por el plomo. Estos estaban ubicados a las faldas de un cerro. La pintura de las paredes había sido inundada por capas de arena y polvo que se levantaban en estas estériles tierras nortinas. Lizama comprobó que no estaba muy lejos de la población contaminada, pues, desde donde estacionó su camioneta institucional, se podía ver nítidamente. Golpeó una de las puertas del primer piso, donde vivía la familia o lo que quedaba de ella. Abrió la puerta la madre de Francisca que vestía en riguroso luto, vestido negro, zapatos y medias del mismo color. Su cara delgada, mostraba arrugas de sufrimiento y aunque aparentaba setenta años, no podría tener más de cuarenta y cinco.

-Buenas tardes! Pase detective, siéntese en el living por favor-

El departamento era pequeño, por lo mismo, estaba adornado con muebles de pocas dimensiones para que no obstaculizaran el movimiento. Se encontraba muy iluminado producto del gran ventanal que estaba cerrado para que no entrara el polvo que venía del cerro. Numerosas fotos de su hija y esposo llenaban las paredes y muebles. Ramos de rosas rojas, algunas marchitas con mensajes de apoyo, cubrían el poco espacio. Se sentaron una frente a otra mirándose, hasta que Lizama rompió el silencio.

-Gracias por aceptar esta entrevista en relación a la muerte de su hija-

-Suicidio, ella se suicidó- Aclaró la madre.

-Quería empezar preguntando su nombre-

-Pamela Gómez Bascuñán- Dijo secamente.

- ¿Vive con su hijo? -

-Obvio, es lo único que me queda. Está en la escuela especial, seguramente lo traerán en media hora, yo estoy con permiso de mi trabajo-

- ¿En que trabaja? -

-Cocino para el Badajoz, el restaurante que está en la playa Chinchorro-

-Lo conozco, es muy bueno, me gusta ir para allá- Dijo la detective como queriendo animar la conversación, pero notó que Pamela la miraba fríamente, incomodándola y prefirió volver al tema,

-Me podría decir si existe algo o alguien que pudo haber influido en el suicidio de su hija-

-Cuando Ismael, mi esposo, y yo nos casamos, juntamos dinero para tener una casa propia, sabíamos que no sería una casa grande, ni en un barrio bonito, pero sería nuestra. Vivíamos de allegados con mis padres. Después llegó nuestro hijo mayor, Humberto, así que la situación se hizo más compleja. La única solución que teníamos era comprar una vivienda social que entrega el estado. Así que hicimos todo lo que el gobierno nos pidió, nos organizamos con otros vecinos, realizamos rifas, bailables, platos únicos y conseguimos el dinero. Por fin nos dieron una casa en el Cerro Chuño, era un peladero, solo polvo y arena. Las casas eran pequeñas, pero tenían un amplio patio para construir. El día de entrega de llaves llegó el presidente, el alcalde, los concejales, los diputados y los senadores a sacarse fotos. Al año nació, Francisca, habíamos decidido tener solo dos niños porque el dinero no da para una familia grande. Ese año, Humberto empezó a tener problemas de salud, el pediatra me dijo que era parte de su crecimiento, pero me parecía algo más serio. Pensé que era el único caso, pero conversando con vecinos, me di cuenta que muchos niños en la población empezaron a tener problemas similares. Era obvio que algo raro estaba pasando, así que decidimos hablar con el alcalde. Llegamos en grupo a pedir una audición con él. Después de escucharnos, mandó un grupo de médicos para hacer un chequeo a todos. Cuando los resultados estuvieron listos, uno de los especialistas me dio la mala noticia. Mi hijo estaba desarrollando problemas neurológicos, retraso y nunca podría volver a moverse bien. Fue una noticia terrible que recuerdo y siento como si recién me la hubieran dado. Lamentablemente, el diagnostico se repitió con los hijos de otros vecinos. No había que ser superdotados para darnos cuenta la relación de las enfermedades con nuestra población. El alcalde averiguó que antes ese terreno era un vertedero de metales pesado, altamente dañinos perteneciente a la minera Bromal. Las autoridades de la época lo sabían, pero solo pensaron en sacar provecho político. Nos usaron para vanagloriarse de que ellos habían sacado de la pobreza a cientos de familias, cuando en realidad nos estaban enviando a la muerte. Humberto ya es un adulto, pero es como un bebe. Francisca nació sanita, como su hermano. Durante sus primeros seis años, oré para que no tuviera los mismos problemas que Humberto. El alcalde nos consiguió una reunión con el delegado presidencial. Este se comprometió a ayudarnos. La verdad es que nunca quisieron hacerlo, ni siquiera ha sido parte de los programas de gobierno de ningún político. Queríamos escapar de allí, pero a dónde. Cuando protestábamos, nos mandaban a reprimir con la policía. Nos trataron como basuras, como tratan a los pobres en este país. Hasta que salieron reportajes en los diarios y en la televisión. Recién en ese momento nos tomaron en cuenta. Francisca nació en ese clima, con un hermano enfermo y en una casa contaminada. Con mi esposo decidimos dividir el cuidado, yo me ocuparía de mi hijo y él, de Francisca. Después, llegó el anuncio de que nos iban a construir amplias casas en un sector bonito, sin contaminación. Demoraron diez años, mientras tanto le detectaron leucemia a mi esposo. El pobre, apenas vivió dos años en el departamento, después falleció. Francisca amaba su padre, era la niñita de papá. Fue un golpe terrible para ella, después perdió a una amiguita de la infancia, Sara ¡Por culpa del plomo! Vecina del cuarto piso. Por eso, le llamamos a estos departamentos, “el mausoleo”. Vinimos aquí a morir, nos cambiamos de lugar, pero el plomo lo llevamos en nuestro cuerpo ¿Quiere saber por qué se suicidó mi hija? Ella fue siempre despierta e inquieta. Quería ser doctora para ayudar a todas las personas contaminadas con plomo. Siempre tuvo buenas notas, a pesar de toda la tragedia que vivía alrededor. Lamentablemente, en este país se castiga a la víctima, no al victimario. Los dueños de la empresa Bromal viven tranquilos en sus casas, llenos de lujo. A mi hija la molestaban, le gritaban “niña de plomo”. Yo le decía que aguantara, le quedaba poco para entrar a la universidad y sería diferente. Pero, empezó a sacarse puros rojos, le dolía la cabeza, estaba todo el día cansada e irritada. Pensé lo peor y lamentablemente, no me equivoqué. Los especialistas le diagnosticaron un daño neurológico progresivo e irreparable, igual que su hermano. Probablemente, voy a sonar como una horrible madre. Pero, no la culpo. La amo, la echo de menos, pero la entiendo-

-Su profesora me contó que había encontrado ayuda en la iglesia “El buen samaritano” ¿Pasó algo? -

-Como le dije, en este país se castiga a la víctima, no al victimario. Incluso se quiere esconder a quienes sufrimos. El estado podría haber construido unos departamentos cómodos, en un buen lugar para reparar el daño que hizo y nos mandó aquí, donde nadie nos vieran. Nosotros reclamamos por lo que es justo. Tengo una pensión de por vida que apenas me alcanza para pagar los gastos de mi hijo enfermo. No pudimos solventar la enfermedad de mi esposo. Las familias afectadas hemos peleado por más ayuda, pero ha sido difícil. Mi hija empezó a ir a la iglesia, quería participar en las pastorales juveniles, pero no faltaba él o la que le enrostraba un supuesto aprovechamiento, de querer vivir gratis, de que nos dábamos una gran vida. Por eso dejó de asistir. Si no he tomado la misma decisión que mi hija, es porque todavía tengo a mi hijo. Los médicos dijeron que no viviría mucho más en este país de mierda. Después me iré a reunir con ellos en el cielo. Es el único consuelo que tengo-

De vuelta al cuartel policial, la detective le entregó su informe al comisario. Quien lo leyó atentamente.

-Comisario, creo que debemos investigar este caso. Existe negligencia del estado y la minera Bromel-

- ¿Alguien la empujó? ¿Sufrió un ataque sexual? -

- ¡No! Pero hay acciones que causaron la muerte de muchas personas-

- ¡Mire detective! Se perfectamente que pasó en la Cerro Chuño. No es un caso nuevo, yo mismo lo investigué hace unos años. Aquí hay dinero, favores, relaciones familiares y poder entre los responsables. Pero todos se lavan las manos. No se haga problema y cierre el caso como le dije-

-Entonces ¿Qué pongo? -

-Que nadie tiene la culpa. No hay culpables-



Jaime Roberto Retamales Espinosa nació en Arica el 9 de octubre de 1966. Estudió en la Universidad de Tarapacá una carrera a la que le cambiaron el nombre, Pedagogía en Castellano. Ejerció muy poco en Chile, pues se radicó en Estados Unidos en 1999. Actualmente, vive en Kingwood, Texas. En ese país estudió un Magister en Sociolingüística y un Doctorado en Literatura Latinoamericana en The University of Houston. Su tesis doctoral se trató de la literatura chilena del exilio. Ha ejercido en tres universidades: Houston Baptist University, Unversity of Houston y Lamar University. En este país, ha repartido su tiempo entre la docencia y la investigación. Retamales ha presentado ponencias sobre escritores chilenos como Roberto Flores Salgado. En cuanto al aspecto creativo, ha preferido dedicarse más a la pintura que a la escritura. Últimamente ha podido publicar dos cuentos, uno en una antología en Estados Unidos, Serving Refugee Children/ Listening to Stories of Detention in the USA (2021) y otro en la revista chilena Mal de ojo (2022).


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