Poesía de Eduardo Chirinos

 





Breve tratado de etimología


Si alguien dice que tu poema es nostálgico,

acéptalo. No hay mejor elogio. En griego

nostos significa retorno, algia significa dolor.

¿Qué es el poema sino el retorno de un dolor?

Si dicen que tu poema es melancólico, acéptalo.

No hay mejor elogio. En griego melan significa

negro, khole significa bilis. ¿Qué es el poema

sino el desorden más nefasto del cuerpo y del

espíritu? Dolor y enfermedad. Si tu poema es

nostálgico y melancólico debes ir al médico.



Escena para una película


¿Cómo maneja uno los recuerdos? Yo tengo 

varios que se alternan y, para colmo, varían

con el tiempo. No son organizados. Un buen

día aparecen y ¡zas! se instalan sin permiso 

reclamando alguna música, si es posible 

alguna explicación. Ayer, por ejemplo, tenía

siete años y entré sin llamar al dormitorio 

de mi madre. La ventana daba a un amplio

jardín donde jugaba el collie, al fondo 

renacía una palmera, un floreciente árbol 

de papayas. Mamá se pintaba las uñas 

de los pies. Parecía estar muy concentrada 

y apenas me hizo caso. «¿Por qué te pintas?», 

pregunté. «Porque hoy llega tu papá», me

dijo. Y eso fue todo. No. Eso no fue todo.

Su vestido colgaba impaciente de una silla

y una cámara filmaba sus piernas (la 

izquierda recogida, la derecha ligeramente

levantada). ¿Qué quería de mí ese recuerdo? 

No lo sé. Si le pregunto dirá que no había

ningún collie. Que tal vez había soñado. 




Okapi herido de muerte


Desde hace años me persigue ese título

«Okapi herido de muerte».


Debo haberlo leído de niño.

Hojeando las páginas de un álbum,

o las figuras de un libro de animales.


Guardo conmigo la escena.

El zarpazo felino

                               un fondo de acacias

y el terror de la víctima

tratando de huir, inútilmente.


Raro animal el okapi.

Indeciso entre cebra y jirafa. Temeroso

y nocturno, en peligro de extinción.


Cuando fui a verlo al zoo de Berlín

se acercó desde la página remota

y me dijo en secreto:

«aún estoy herido de muerte».




El enamorado y la muerte


A pesar de todo la muerte hace su trabajo,

mide escrupulosamente cada arista, usa la

regla, usa la plomada, rellena huecos con un

poco de sombra. Incansable lija cada imper-

-fección, deja caer gotas de asombro en cada

arruga. A pesar del fruto la muerte arrasa

con el árbol, maquilla con fervor la calavera

le pregunta ¿podría darte un beso? La cala-

-vera se pone colorada y mueve su esqueleto

sin que nos demos cuenta. Sin que nos demos

cuenta esparce sílabas, invade cesuras, tuerce

la rima, nos hace decir lo que no queremos

decir. Con un cuchillo corta el verso donde

menos lo esperamos, sin piedad corta pala-

-bras. Su sangre ensucia la página, no deja

seguir adelante. Pero nosotros insistimos.

Al fin y al cabo la sangre embellece, la sangre

canta como una pluma seca, nos advierte

del peligro. ¿Qué ganaría yo escuchándola?




Bisontes


Antaño los bisontes manchaban la llanura

de un claro y suave marrón.


Sus pezuñas hollaban sin miedo esta hierba.

Era su casa. Su vasto

dominio que nadie se atrevía a profanar.


Los veranos

migraban hacia el norte donde el sol se apaga.

Los inviernos hacia el sur

donde languidecen las estrellas.


Camino a Montana he visto bisontes.

Lejanos y míticos bisontes aguardando una estampida,

un estrépito de pájaros, un canto de guerra.


Si hubo algún Dios en estas tierras

debió tener cara de bisonte.




Publicar un comentario

0 Comentarios