Breve tratado de etimología
Si alguien dice que tu poema es nostálgico,
acéptalo. No hay mejor elogio. En griego
nostos significa retorno, algia significa dolor.
¿Qué es el poema sino el retorno de un dolor?
Si dicen que tu poema es melancólico, acéptalo.
No hay mejor elogio. En griego melan significa
negro, khole significa bilis. ¿Qué es el poema
sino el desorden más nefasto del cuerpo y del
espíritu? Dolor y enfermedad. Si tu poema es
nostálgico y melancólico debes ir al médico.
Escena para una película
¿Cómo maneja uno los recuerdos? Yo tengo
varios que se alternan y, para colmo, varían
con el tiempo. No son organizados. Un buen
día aparecen y ¡zas! se instalan sin permiso
reclamando alguna música, si es posible
alguna explicación. Ayer, por ejemplo, tenía
siete años y entré sin llamar al dormitorio
de mi madre. La ventana daba a un amplio
jardín donde jugaba el collie, al fondo
renacía una palmera, un floreciente árbol
de papayas. Mamá se pintaba las uñas
de los pies. Parecía estar muy concentrada
y apenas me hizo caso. «¿Por qué te pintas?»,
pregunté. «Porque hoy llega tu papá», me
dijo. Y eso fue todo. No. Eso no fue todo.
Su vestido colgaba impaciente de una silla
y una cámara filmaba sus piernas (la
izquierda recogida, la derecha ligeramente
levantada). ¿Qué quería de mí ese recuerdo?
No lo sé. Si le pregunto dirá que no había
ningún collie. Que tal vez había soñado.
Okapi herido de muerte
Desde hace años me persigue ese título
«Okapi herido de muerte».
Debo haberlo leído de niño.
Hojeando las páginas de un álbum,
o las figuras de un libro de animales.
Guardo conmigo la escena.
El zarpazo felino
un fondo de acacias
y el terror de la víctima
tratando de huir, inútilmente.
Raro animal el okapi.
Indeciso entre cebra y jirafa. Temeroso
y nocturno, en peligro de extinción.
Cuando fui a verlo al zoo de Berlín
se acercó desde la página remota
y me dijo en secreto:
«aún estoy herido de muerte».
El enamorado y la muerte
A pesar de todo la muerte hace su trabajo,
mide escrupulosamente cada arista, usa la
regla, usa la plomada, rellena huecos con un
poco de sombra. Incansable lija cada imper-
-fección, deja caer gotas de asombro en cada
arruga. A pesar del fruto la muerte arrasa
con el árbol, maquilla con fervor la calavera
le pregunta ¿podría darte un beso? La cala-
-vera se pone colorada y mueve su esqueleto
sin que nos demos cuenta. Sin que nos demos
cuenta esparce sílabas, invade cesuras, tuerce
la rima, nos hace decir lo que no queremos
decir. Con un cuchillo corta el verso donde
menos lo esperamos, sin piedad corta pala-
-bras. Su sangre ensucia la página, no deja
seguir adelante. Pero nosotros insistimos.
Al fin y al cabo la sangre embellece, la sangre
canta como una pluma seca, nos advierte
del peligro. ¿Qué ganaría yo escuchándola?
Bisontes
Antaño los bisontes manchaban la llanura
de un claro y suave marrón.
Sus pezuñas hollaban sin miedo esta hierba.
Era su casa. Su vasto
dominio que nadie se atrevía a profanar.
Los veranos
migraban hacia el norte donde el sol se apaga.
Los inviernos hacia el sur
donde languidecen las estrellas.
Camino a Montana he visto bisontes.
Lejanos y míticos bisontes aguardando una estampida,
un estrépito de pájaros, un canto de guerra.
Si hubo algún Dios en estas tierras
debió tener cara de bisonte.
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