Una mística de la ausencia [poesía de Aldo Vicencio]




 Una mística de la ausencia

 

 

estar sobre las marcas de una tórtola

es la cresta de una emoción desconocida que viene,

                                                             y silente rota

 

es lanza profunda,

                remisión de una corona de espigas

 

no la puedo identificar

es tan solo el hilo que se dispara sobre el tránsito de la luz

                       

                 cuna de oro en la órbita de un grano de sal

en la hogaza de tierra   l a   í g n e a   c ú r c u m a  

cestos de agua hirviendo, fachadas de animales agazapados

 

en la mano de un hombre simple, la navaja, reflejo del cielo

   

         una cuña que abre muslos tiernos y silba entre libaciones de palabras

no es la barda que atravesé, sino el punto en el que me sostengo, y el aire que viene

                                                                                                   aún pregunto por mi  

 

niño otra vez  | caer de frente sobre las hojas, alambique de sangre

                            no hay nada más que tomar que el instinto propio

 

ayúdame a despertar entre los punzantes corazones de los leones

 

estolas abriéndose en el llano    /    el calor contenido

      alzando el índice sobre el tronco - arropado de suave suelo

unir sin desatar, aro de nieve, deslizar la ropa  la cuestión del sujeto inteligible

 

[“Yo soy el que soy”]

el que supone ser, éste yo

                              gorgoreo invisible que germina en un cuerpo que se sabe posible

 

mi registro (tu recreación) circunda cada pronombre

 

hay quienes dicen saber dónde inicia la mística

cuando no celebran los procesos de los ritos,

                                            sino la descreación en sí

 

mácula desorbitada que entiende la impresencia,

la memoria que tienen de mi

                                                   c a d a    h e b r a   y   c a d a   r a y o

 

fijo en un lomo de tigres muertos

               colmillos azules

ríspido anidamiento | contar lajas de agua  | pirul, padezco sobre sus brazos

 

podríamos representar los aleteos de cada sombra

                              

                                        el aljibe que entona el estancamiento de la claridad

                          / un refugio más que se desprende de una iluminación horizontal

 

arrinconar lo que estuvo vivo, una y otra vez, entre timbales sin eco  

 

mármol larvado

fases, ases incurios

 

                                              p r ó d i g o   d i o s   s u p l a n t a d o

merma de una estela de lunas

 

camposanto, los recovecos que anidan en una presencia inmóvil

 

varado en la quietud, el ánimo alterado,

¿qué pensar, o dónde refugiarse, en ésta apariencia de lo que no transita?

                                                  el tiempo que no es

                                                  ayer y hoy, hace días, hace meses:

                                                  parecen siempre las cuatro de la mañana

 

la espiral que desciende de los árboles y montañas al amanecer

 

acurruco la conciencia sobre todos los cuchillos que veo

                                                                                      al abrir mi propia palabra,

                                                                                                   mi propio cuerpo

 

el cedro y los cipreses en mis costillas,

hatos de espinas cordiales que anudan su raíz en mi respiración apagada

 

estancia y mar, sin la autoadoración

                        [el agua es un jardín de almas]

 

ramal discordante  

 

las cosas me miraron a mí

y es difícil saber si voy o vengo,

 

sombrío fruto que florece de la alteridad

 

impelir las soledades de un desposeído

es no tener altura ni extensión,

sino una liquidación que abisma adentro sin pausa

 

desasido / anotado / el aire bajo /

anclado en un ramillete de estelas

 

                                                      [  e l   c a r d u m e n   d e s b o c a d o ]

 

nodos en un adoratorio de lenguas espesas

 

sentada, en un segundo piso, la llama azul que incinera

                sombra luminosa, mal ardor, la madrugada de un sol negro en la sala

 

el que se queda, éste yo tan solitario, no es otra cosa que un brote sin raíces

el incendio de mi vientre se esparce

                                                                   me he abandonado

apenas pude esperar a dejarme, a soltarme de mi

 

Estigia | cuatro ventanas | el mazo sobre las presencias

 

                      qué es mi propio cuerpo sino flores en un río perpetuo

 




Aldo Vicencio

Ilustración:  1,095 días de mentiras - Paulina Vega

Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fundador del colectivo Naufragio y editor de la revista Small Blue Library. Es autor de Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017), el videolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018) y Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019).

Su obra ha sido publicada en diversas revistas literarias iberoamericanas como Punto en Línea de la UNAM y Tierra Adentro (México); Digo.Palabra.txt (Venezuela), Revista Antagónica (Costa Rica); Enfermaria 6 (Portugal), La Ubre Amarga (Bolivia); Buenos Aires Poetry (Argentina), Santa Rabia Magazine (Perú); Una verdad sin alfabeto (El Salvador), Oculta Lit y penúltiMa (España), entre otras. Ha sido incluido en las antologías Nueva Poesía y Narrativa Hispanoamericana (Lord Byron Ediciones, 2016) y Nido de Poesía (LibrObjeto Editorial, 2018).

 


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