Olga Rivero Jordán

 



OLGA RIVERO JORDÁN

Estoy en La Laguna, ciudad universitaria de Canarias, entre 1977 y 1982. Allí, felizmente, conocí a Olga Rivero Jordán. Una poeta ya entrada en años, pero nunca había visto a una mujer tan viva en cuerpo y en poesía (todo su cuerpo era poesía). Siempre digo y diré con mucho orgullo que Olga Rivero Jordán fue, es y será mi maestra en este ejercicio de la poesía que es la vida misma. No es que me enseñara una manera o un estilo poético, sino que de ella aprendí a mirar y a aprehender todo lo que me rodeaba: en las pequeñas cosas está lo sublime.
Nuestro primer encuentro fue en el Ateneo de La Laguna. Más tarde decidió hacer una tertulia en su casa del Edificio Benito, junto a la Universidad. Cuando entré por primera vez en esa casa pensé que si la poesía habría de tener un templo dedicado a la poesía, ese era el lugar idóneo. Allí convivían perfectamente los utensilios de cocina con los manuscritos de Olga y aquellos libros de autores muy nombrados, pero que ni en sueños pensé ver. Y otro gran monumento: la palabra hablado de Olga que nos pedía que leyéramos cosas nuestras y a su vez nos leía poemas suyos admirables, imposibles de escribir para nuestras mentes de poetas en ciernes. Y entre palabra poética y palabra poética, venían los relatos de su familia lejana y cercana. Mariano, José Luis y su yerno Roberto Cabrera.
Todo esto y más ha trazado en mí un imaginario que algunos han tachado de mitología personal. Pero no, son hechos que autentifican el magisterio de una poeta que siempre estará presente en mi vida y en mi poesía. Hoy, 14 de abril de 2021, Olga Rivero Jordán se ha ido de la vida; pero queda en sus innumerables poemas y cobra un vigor inusitado. Les invito a ustedes a que hagan lo mismo, ella siempre estará en el cuerpo de su palabra con su bicicleta joven que no para de avanzar. Estará allí ofreciéndonos de nuevo la fruta escarchado de su poesía.

Antonio Arroyo Silva

POEMAS


POE

Salgo de un aparatoso accidente tras un desfile de sombreros por la quietud de una pared de velas. Un lápiz sangra cada hora, su barniz disuelve las ideas. Desde las cerdas de la brocha surge un panorama de trazos de un yo más extenso, de un caserío que está cerca del lienzo y en la orilla de mis dedos, imagen de lo que un día paseé. De reojo observo su campiña: se va quedando pálida con las secuelas de la felicidad en las sinuosidades truncadas de los sueños para que caigan las estrellas. Si las cuento, uno a uno me quemarán sus astros al no saber hurgar en los tendones de la vida, y muerta reclino la cabeza, hundida en los sillones de la espera.


LAS PINTURAS SE BORRAN

y mis trajes están descosidos
por eso te vuelvo a decir
que debajo de mí estoy empapada
de hilachas de hinojo.
No desees mi cuerpo
hecho de cajas de cerillas
es tan flexible como las nubes
y tan profundo como el mundo.


ELLOS VACIARON EL SACO NÚBIL

en el anfiteatro del cielo.
Deshojaron aires
en el solar agripado
patentes días
con pelo de pena hondísima
contornos y hebras en las ubres
del escuálido y estrafalario lienzo de mar.



TENIÉNDOTE TAN CERCA

supe cómo te perdí.
Al doblar la esquina
los dorados resquemores
se fugaron entre la ventisca
e inertes pensamientos
juegan a matarse.



BUITRE POR SU TRANSPARENCIA

Como un paraguas abrelatas 
del tiempo bastardo de otoños
hay un goterón 
en la mejilla de la tierra
esperado puñal
en el malvasía de tus ojos
moteados de viento.
El cardonal de tu cuerpo
tornea capitulaciones
al giro de mi cuello
abrazado a la fiebre
de este pan dulce
majar amarrado
a la espiga que dobla el alma
con jugo de humo y labios
cuatro sinuosidades 
por los parámetros del moho.
Destila sangre
como el mordisco que buscamos
del mareado corazón
del mar de las minervas
como puñado 
de puñales
servidos al jerez.


ATAVÍO

Oigo el resplandor de la música 
su piano y la madera.
Descended de la boca del averno
maldito el rubor 
se quedó estancado
mareado de tanto amar.
Me he visto
sustraje de su aroma el atavío.
Al pie
rotas flores
te besen el camino.



Olga Rivero Jordán nació a la vida en La Laguna (Aguere) en 1928 y también a la literatura en sus visitas cotidianas a la biblioteca del Instituto de Canarias. Allí conoce a Balzac, Valle-Inclán, Valdés, Maurois, Verne, Galdós, Emilio Carrére, Hugo, Tolstoi...admirando la notable narrativa y poesía de los años 50, entre cuyos autores se encuentra su propio hermano y notable escritor Joaquín Rivero, quien publicaría sistemáticamente en Hespérides, Gánigo y otras publicaciones dirigidas en su mayoría por el maestro de poetas Emeterio Gutiérrez Albelo. Quizá le suene a muchos lectores esta nota biográfica, ya que fue el texto funcional y también fundacional para inscribir a la poeta en el entorno literario a principios de los 80. Como bien decíamos, otro nombre ilustre de su estirpe fue el deán doceañista Isidoro Rivero y Peraza de Ayala, profesor de la Universidad de La Laguna, diputado y escritor. Investigando asimismo en la biografía del insigne humanista José de Anchieta, elevado a los altares de la santidad hace apenas unos pocos años, antepasado de nuestra autora. Publica y colabora en las revistas Campus II, Aquel Viejo Noray, Taramela, Menstrua Alba, Poesía ‒ revista venezolana de poesía y teoría poética de la Universidad de Valencia, Venezuela‒, en El Taller, El Vigía, así como en los diarios La Tarde (Revista Semanal de las Artes), Diario de Avisos, El Día y La Gaceta de Canarias (Gaceta de Arte y Literatura). Aparece en una antología de poetas canarios editada por el Ateneo Obrero de Gijón (Asturias), Poesía Canaria e Isla Negra antologías, además de inéditos en prosa y otros volúmenes de poesía, algunos de sus cuyos inéditos se insertan en esta obra antológica que el lector tiene entre sus manos. Actualmente goza de gran divulgación en Latinoamérica gracias a autores simpatizantes de su obra que la han hecho llegar tanto a Chile o Venezuela como a México y Argentina.
A una primera etapa social le ha seguido el discurso pleno de un intimismo que se alonga hasta los profundos pozos del inconsciente y su alquimia. Esa biografía de su palabra escrita, se evidencia en la llameante imaginación idiomática de esta autora de Hiladora de Luz, y desde los títulos mismos de sus fragmentos hasta los editados poemarios: Los Zapatos del Mundo Ed. Cuadernos de Arte y Literatura, Santa Cruz de Tenerife, Las Llamas Rápidas de la Sangre Ed. CCPCanaria. Girándula Ed. Benchomo.  Ed. Idea. ‒ Instituto de La Mujer‒ . La Ciudad Soñada Ed. Benchomo prólogo de Freddy Crescente; Poesía Inédita Ed. Artemisa. Y también en Ed. Benchomo, la trilogía: El Sentir de la Hoguera, Hiladora de Luz y Mares, prologados por Juan José Delgado, Antonio Jiménez Paz y Roberto Cabrera. Memoria Azul, El Vigía editora 2009 dentro de la colección Lengua Viva. Solar de Manuscritos Ed. Torremozas, siendo El Duende Azul y Huertas de Luna, prosa y poesía respectivamente, algunas de sus obras aún inéditas de las que se ofrecen en este volumen fragmentos que el lector podrá disfrutar. Sus textos han sido reseñados por eminentes escritores como Isaac de Vega o Carlos Pinto Grote, ambos Premios Canarias de Literatura. En un prólogo vernal dice el primero de ellos: <<te colmaba una alegría inocente que sobrenadaba por encima de las pesadas tontadas del suceder de los días>>. Otros poetas como Pérez Só, primero, o Freddy Crescente, más tarde, sugieren un paralelismo con el maestro de la poética venezolana Ramos Sucre: <<aunque la prosa existe como tal en el montaje gráfico, su contenido poético reposa en la esencialidad del lenguaje. Salvador Garmendia.>>,de cada uno. Quizá la propia Olga conozca esta cita que Sucre pone en boca de un bardo <<la tradición había vinculado la victoria a la presencia de la mujer ilustre, superviviente de una raza invicta. Debía acompañarnos espontáneamente sin conocer su propia importancia>>.
Antonio Arroyo Silva dice que en su poesía <<no hay palabras mágicas. Es la magia de las palabras con su hambre y su sed repintadas de cereza, que Olga recoge de la escarcha, después de la nevada del desasosiego. Así que me siento a la mesa, me vierto en el café con leche y Olga, desde el silencio, va llenando el vacío con las frutas prohibidas de todos los paraísos>>.
El crítico Jorge Rodríguez Padrón le escribe a Olga Rivero Jordán. <<Leyendo he recordado el mundo de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, con el que creo el suyo establece un sugestivo paralelo o reflejo, desde esta ladera del idioma. No sé si conocerá la obra de di Giorgio (lo digo porque hace muy poco que se ha publicado en España); pero creo que valdría la pena que se encontraran –siquiera a través de la lectura– con alguien que yo entiendo que es su alma literaria gemela. La diferencia fundamental: lo radicalmente vital de, y el estilo que da la voz personal de cada una>>.

©Roberto Cabrera


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