Río Limarí
“Cada paso del dolor
es un camino
sin salida en el tiempo”
Adrián Campillay
Los mocosos bajamos
en piños
de la población al río
un desierto donde
el sol dispone latigazos
sobre los hombros negros
que brillan en el sendero
sonreímos burlones
atravesamos peladeros y basurales
en la agilada
morochos
al frescor de los chapuzones
I
En Ovalle hay un río
bajo las piedras bajo el lamento hay un río
ahí sobre el ripio
un lagartijo toma el sol todas las tardes
deja su huella sobre la arena
corre despavorido
por la presencia de perros liebreros
Sobre las trincheras de pircas vive un hombre
aplomado en arrugas
toda la humanidad se derrumba en cada gesto de su rostro
a punta de pala y picota ha visto pasar todos sus días en el harnero
“he visto pasar la muerte follándose a la vida hijo mío
he visto los pájaros devorar un gato o un anciano con el mismo placer
he visto mis manos crecer
las bacterias del tiempo
he visto barcos navegar el río ausente
como una película o un libro de fantasías
he visto las polillas acabar con todo vestigio mientras
el sol calcina toda posibilidad de supervivencia”
Bajo esa biblioteca de piedras donde duermen las palabras
en la ribera del río Limarí
hay gatos hambrientos
perros
humanos
gaviotas
que hambrientos deambulan como sombras
descomposición que flota sobre las aguas mustias
hay gatos muertos perros muertos
humanos muertos gaviotas muertas
El hedor en las piedras
evoca el pasado
mientras los niños juegan a los chapuzones
como gatos perros gaviotas sombras
Hay zapatos neumáticos alambres con púas
donde cuelgan gatos perros humanos gaviotas
ahí abajo, donde nadie ríe, salvo los niños
los viejos muelen piedras y mueven arena para construir ciudades
el sol dibuja las arrugas en todo su cuerpo marginado
En la ribera del río Limarí
un paisaje de mierda ve crecer los pimientos
mientras la corriente lleva la basura hacia el mar
En las terrazas fluviales los desaparecidos
como un barquito de papel
se aferran a los musgos pirigües
se aferran a la vida bajo el barro podrido
y en la húmeda mañana los zancudos
encienden la memoria
el camino que cruzamos hacia todos los ríos
es un desierto para llegar a ninguna parte.
Hay gatos perros humanos gaviotas hambrientas
entre sombras crece la mala hierba y se reproduce
como desigualdad en la urbe
todo el amor de los pájaros y su cántico astral
se disgrega con el viento de la tarde
los amores secos se clavan sobre la crisis
sobre los peñascos juegan niños a tirar piedras
que saltan como patitos sobre la corriente
los mendigos cuentan monedas
y beben alcohol y beben alcohol
y hacen el amor entre todos
hombres y mujeres enfermos de soledad
abrazados al vaivén de la muerte
esperan un semáforo rojo para limpiar el parabrisas del sol
El canto de los queltehues anuncia la lluvia del verano
entre codornices y liebres asesinadas
hay gatos perros humanos gaviotas hambrientas
cuelgan con la niebla entre los alambres de púas
y los domingos no alcanzamos con el poeta Rubina
a sacar de paseo nuestra oreja con una pita
porque no hemos encontrado el sentido del horizonte en el paisaje
y hay gatos que maúllan como vientos tristes
y perros que mullen la tierra buscando el secreto del tiempo
y humanos que enmudecen mientras las gaviotas
clavan sus puñales salados
sobre los diminutos pejerreyes del río Limarí
entre los canutillos y berros y mentas hay sombras gatos perros humanos gaviotas que cuelgan en alambres.
II
Mientras se mecen las colas de zorro
sobre las piedras redondas avanza la vaguada
esa vieja fría y triste que recorre el río cada mañana
lava la carita de totoras y ñipes ortigas y berros
yerba buena monte amargo y dientes de león
la fauna pal bajo a beber del canto de sus pozas
a escondidas como amantes que buscan el nido
pájaros carpinteros al cobijo de un casa de adobes en ruinas
En los cerros que vigilan el cauce
las primeras lluvias del invierno
brotan los chaguares y la salvia
Sauces chilenos, algarrobos, aromos,
boldos, maqui, cachiyuyo, llareta,
matico, peralillo, yerba de la plata,
hinojo, romero, canutillo,
el pimiento sagrado, al que los antiguos llamaban Molle,
Habitaron el río dibujando en las piedras
amasando greda para desaparecer
bajo un churqui que arde cuando cae el sol detrás de los cerros
moliendo semillas para volar a las estrellas
tacitas de azúcar para hacer golosinas
el río cambia de color y vuelan los peces
sobre el manantial.
Los habitantes de río
quedaron pegados a las piedras
como un grafiti
dibujado por el sol
Los objetos sepultados junto a sus cuerpos
El habla
bajo la tierra
el silencio de las rocas
el murmullo del viento
la niebla
sobre el paisaje del valle
el río entona bellas canciones
y sostiene la memoria de la tierra
en su relato.
Lirios, mariposas de campo, flor del gallo, centella,
flor de la araña, oreja de zorro, chamiza,
flor del bigote, pata de guanaco, capachito canoso,
campanilla de playa, flor del minero, la chinita,
orquídeas, la huasita, azucena,
flor de la viuda o pajarito de campo,
clavo de olor, violetilla de los pantanos,
flor del lechero, palo de yegua, tabaco del diablo
amores secos.
Raúl Kastillo Dubó (Chile) , nace en la ciudad de Ovalle en julio de 1973, su obra ha sido publicada en revistas, antologías y lugares a fines en varios países de latinoamerica y Europa. Precursor de la editorial y revista del mismo nombre El Mundo al Instinto.
Entre sus textos más destacados están los poemarios:
Los deshechos (1999), El niño Dios de Sotaquí I y II (2006 y 2014). El año 2019 es ganador con nota máxima de la beca de creacion del Consejo Nacional del libro y la lectura por su trabajo "Crónicas del Río Limarí", donde se compara su obra con el legado mistraliano de la poesía viva de la IV región de Chile. Sus trabajos poéticos han sido traducidos al lenguaje del cómic, el teatro y el cortometraje. Actualmente trabaja en una autobiografía docu ficción que relata el paso de un "flaite" ilistrado, entre la dictadura y "democracia"
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