Selección de poemas de Juan Malebrán
Salmuera
Sobra la confesión y
sin embargo, el coraje no alcanza
para arrancarnos de cuajo
la lengua que nos mantiene
balbuceando en el regazo de nosotros mismos,
al interior de una pieza reducida a un solo plato y
a una taza en la que lento se derrite el hielo.
Lejos la familia,
la porfía en lo cotidiano o
el dominó camino a casa
en el desvío de los feligreses.
Lejos como los callos endureciendo los codos
ahora que no hay barra
ni festejo posible
ni comensal que se encargue
de poner los fideos en el fuego.
Un estropajo por lengua
es lo que se tiene
como un nudo que se ciega y
se traba con el segundo vaso
asegurando la incontinencia y
el tiro al blanco en los urinarios.
Sobra la soledad crujiendo en este catre
las colillas, los algodones
las costras en las canillas y
sobre todo el rebote de la propia imagen
proyectándose apagada en la tele.
Posta
Habrá quien murmure como yo
este mismo relato
deslenguándose en el miedo que la carne impone
sumido en la hemorragia o
en el tejido que negro cicatriza y
se endurece en la persistencia de la sed.
Palabras como hielos hechos agua
junto al lavatorio y la salmuera aliviando
la hinchazón o
como piedras recorriendo el intestino
haciendo ruido como un tarro agitado
ante la inminencia del desastre.
Habrá quien escuche este rumor y
concilie conmigo en que de nada sirve
llevarse a la boca el puño,
cuando desborda el desahogo y la vergüenza
al miedo que la carne impone:
Una mucosa ulcerada garganta abajo o
el contagio de esta llaga propagándose
a lo largo de este orinal.
Tendedero
Lejos el calor de las tardes
en la fuente de soda
La radio perdiendo la señal
con el paso de los autos o
el recuento del sueldo
tambaleando en la caseta del baño
Sudor en la comisura
del párpado es lo que nos queda y
un poco de espuma
en los bordes de los labios
cuando enseñamos al farmacéutico
rugosa nuestra receta.
Mira, sino, este eriazo
el paisaje que nos acompaña
el ramo de ruda
para cuidarnos en la pobreza y
esta paila sin su mango
para freír cebollas en el desayuno
No pasará demasiado
para que la fiebre te alcance y
ardan tus pies, igual que tu garganta
en la temperatura de una sala como ésta
a la espera que sea tu apellido quien te presente
como el próximo en el turno.
Volutas
“Adiós, adiós a nada. Doy gracias,
muchas gracias”
Robert Lowell
De las cuatro cosas que vivimos
ten en cuenta la tarde en la que te dije:
“cuídate de la tierra de cementerio
en las esquinas de tu casa.
Los muertos hablan un idioma
que algunos aprendieron
de la calaca con la que beben.
Cuídate de ellos y de la sal
en el fondo de tus bolsillos.
De aquel que comparte tu mesa y
guarda en su corazón el bálsamo
del evangelio
-aléjate-
delas plegarias de tu madre y
de la familia en su liturgia.
Ten en cuenta
que no todos han nacido
para leer el mundo en el filo de los vidrios
que en lo alto de los muros
el viento desgasta lentamente”.
Anafre
Porque esta casa que no es tu casa
caerá, finalmente, como la otra y
serán restos la familia.
El recuerdo de tu madre
pedaleando la Singer a medianoche o
tu hermana esquivando
mi beso antes de dormirse.
Todo caerá, incluso tú,
que confundes mi voz con tu voz
para hacer de este entuerto tu propio sepelio
Todo, cayendo -ya verás-
como las cenizas del cigarrillo
que dejamos consumirse entre los dedos,
mientras, caía también la tarde
en la que bebimos de una misma lata
con el cemento quemándonos las uñas
en las bloquetas.
Purga
Lo mejor es entregarse
-cada quien a lo suyo lanzando
cristales contra las paredes,
haciendo sombras en los baños de los bares.
Sin queja, ni pena,
ni caso alguno a la advertencia
que nos previene de los vasos y de su ritmo.
Que otros lloren la derrota el desgaste o hasta el triunfo
El tiempo -no lo olvides es
tan solo un soplo fijando un hueco
en el centro del hielo.
Una mosca olfateando en la distancia
la ruta más breve para llegar a destino.
Un manchón sobre la mesa o
un pedazo de gasa cicatrizándose en el piso.
Nada de fotografías borroneándose al sol
ni jarras, ni flores plásticas, ni marchitas
esta pampa no da para tanto y
el engaño en el recuerdo no es lo tuyo.
Malebrán
Esta suerte la define un apellido
que letra a letra se paga
como una deuda pactada
en la sed y el parentesco.
Un mismo hígado y
las ganas de lanzarlo
boca afuera, como se lanza
el asco cuando atora o
el chorro caliente contra el poste o
en los bordes de la mesa.
Malebrán te llaman en las cantinas
como a mí mismo siendo niño
paseando con la leche de la burra.
Porque de líquido en líquido nos gastamos
el medio siglo que nos corresponde.
Porque nadie sale
tan fácil de esta -te digo-
Porque letra a letra nuestra deuda se paga
cada noche -peso a peso- en cada sorbo.
Hijo mío-te digo
No habrá lápida, ni verso,
ni brindis alguno
capaz de calmar
la sed con que se amanece
-siempre al bordebabeando
en la almohada,
contra el poste o
bajo las sillas del comedor.
Sed que te heredo
en medio del miedo
como la polio y el tropiezo
en los pasillos camino al consultorio o
en el timbre del clandestino
sonando un domingo
entre perros y cholguanes
casi al fondo del callejón.
Juan Malebrán (Iquique|Chile|1979). Ha publicado Reproducción en curso, Yerba Mala Cartonera, 2008, “f/22 Antología de Poesía Cochabambina” La Ubre Amarga, 2011. Y Bozal, Yerba Mala Cartonera 2014, Hebra editorial 2015, Entretenciones Mecánicas, Cinosargo Ediciones 2016 y Trópico, Editorial Aparte. Ha dirigido y actualmente asesora el proyecto editorial carcelario "Canita Cartonera". Ha obtenido la Beca de Creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura Chile, los años 2005 y 2016. Desde el 2008 radica en Bolivia, donde se desempeña como Coordinador del área de letras de proyecto mARTadero y miembro de la editorial digital La Ubre Amarga. Es ganador del premio internacional de poesía Manuel Acuña.
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