No lloren por Notre Drame
Se acabaron las catedrales.
Las torres no nos defenderán si la intemperie respira dentro.
Un techo no es todos los techos
un cielo no alcanza para tantos usuarios.
Ya las gárgolas están ciegas sus alas no cortan el vapor
la jaula del viento corre sus puertas.
La ciudad rasca la tierra en espera de frutos nuevos
excepto los niños que siempre quedarán fuera.
Los vitrales están por encima de las nubes
solo la noche corre el rosetón.
Ya no caben en el tiempo
paso a paso de ladrillos
los dientes de todos los santos
ni las cruces que cargan los muertos.
Los pasillos son hogares
y los ecos arrecian su marea
saliendo de cada palma a cada oído.
Ni hoy ni mañana
ni abriendo todas las nucas
encontrarán catedrales
han dejado de crecer en el suelo.
Nuestros pulmones son compactos los corazones agitados
las miradas se miden en fotogramas por segundo
buscando templos adecuados.
Las catedrales no serán la alfombra
para este fin del mundo.
Los paraísos que somos
No puedo hablar demasiado
aunque son permisivos
ya bajo el sol nacieron y fallecieron
no tienen mucho dolor para aterrizar.
Tengo citas en catorce paraísos
reunión con profetas en el tercero
y cuarenta días de reservación en el quinto.
Los inframundos pueden ser irritantes
pero si te llevas bien con los administrativos
alguna vez respirarás más que azufre.
A decir verdad
los dolores que sufrimos
están rancios
son de otros, para otros
los placeres del paraíso
tan de otros.
Entre lo reconocible habitamos
atados a la ostentosidad de los vivos
y del mundo, en ésta
tampoco conocemos las estrellas.
No me gustaría preocuparte
la vida y lo que sigue
tienen la equivalencia
del dormir y el sueño
por lo menos yo, nunca ronqué.
Te sales de la línea, de la autopista
cómo separarte de un gran saco
de repente tu cuerpo no es cuerpo
y tu voz no es voz.
Pero aún sin cuerpo toda la paz del mundo
pesa muchísimo
sobre tus hombros.
Hasta el Maat me quedó ligero entre la hierba blanda
cómo va a ser si no la hacen hipoalergénica
ojalá hubiera comercio entre paraísos
para que deje de rodearse a sí mismo.
El elevador no funciona
como siempre
solo a Hades se le ocurre
veinte hombres levantando una caja con cuerdas
hay pocos que merezcan tal castigo
mordemos las escaleras con pasos.
Si fuéramos humanos nos resfriaríamos sin problema
un beso de cerbero
y uvas que caen en tu boca
de los gritos penosos
a la paz ociosa.
¿Quién quiere pasar la eternidad en una biblioteca?
solo rento el ejemplar para distraerme
de tanto y tanto arcángel sangrón.
Entre oro habitan pirofóbicos
y yo con una eternidad para desear un cigarrillo.
Tampoco tenemos ojos para ver
un blanco delgado y enorme según la ocasión.
Puedes usar nubes como sandalias
pero siempre querrás bajar
porque esto no es victoria
no te alegra que no estén
tuviste toda la vida razón
suficiente para estar eternamente
equivocado.
Los sábados me ejercito con Odín
para un Ragnarok que nunca llega
lo mejor son las valquirias
un guiño y una sonrisa
alguna vez serán mías.
Irkalla, el más viejo
inaugurado en tiempos más sencillos
al infierno todos
cada quién con su caso y punto.
Ereshkilla no es fácil de seducir
solo una con los vientos sin almas
para gobernantes tiránicos
la paciencia aún alcanzaba.
Solo un tiempo aquí nada más
solo lo que toca por tu vida
nada más
luego vuelves a dar vueltas
sin saber dónde acabar
y un gramo de luz en la frente
y bajo los pies la mirada
yo ya estuve aquí, ¿no es así?
Pájaros en el alambre
Los pájaros están en el alambre
y sin voluntad de volar.
De bulbos a pixeles
desde las
cafetería, zapatería, barbería
a las shops.
Están donde los encontramos
desde la ventana viven
a lengüetazos de sol.
Siempre será el mismo segundo
para ellos
la tierra no rota.
En algo anduvieron
entre las calles viejas
entonces empedradas
pavimentadas, acicaladas
pero nunca perdieron el piso
si es que lo encontraron.
Un pasado que rechina de lustroso
al que torcemos la vista.
Hoy, sombras sin nombre antepuestos
encimados
salen dos y entran cinco
cuarenta apodos lejos
de ser una persona.
En algo andamos
porque siempre están los brazos extendidos
hacia los enemigos
porque la violencia no es rápida
es común.
Pero no importan los fuegos artificiales
hoy no será memorable
hasta que se convierta en ayer.
Ya tu voz está en cada palma
son risas ya tus gritos
y cejas levantadas.
Aún sin ojos puedes ver desaparecidos
aún sin oídos los escuchan caer
y levantarse
y caer
aún sin tacto respiran
el frío de julio.
En algo andamos
entre los bajos barrios
entre la marihuana enérgica
entre los corruptos cegatones
entre las deudas impagables.
En algo andamos
algo que nos desteje el nombre
nos borra del registro, nos tira el rostro.
Caminantes del callejón
esos que saben nada
esos que están allá
esos que hacen tú sabes qué.
Todo es posible
en la dimensión desconocida
En todo andamos
menos en misa.
Los pájaros estamos en el alambre
déjenos sentados como debe ser.
Esperar nos ha envejecido
más que los años.
Aunque el mapa se arrugue
aunque mordamos las distancias
por más lejos que estamos nunca nos extrañaremos
por más cerca, siempre seremos nosotros y ellos.
Y mientras seamos otros
en algo andaremos.
Alan Román Méndez, nacido en Mexicali, Baja California en 1998. Actualmente estudia en la licenciatura en docencia de la lengua y la literatura en la Universidad Autónoma de Baja California. Ha cursado talleres de creación literaria y relato corto en la UABC, Casa de la Cultura, CEART Mexicali y IIC-Museo UABC. Su trabajo ha sido publicado en las revistas El Septentrión y Ágora, además de la Antología mexicalense del nuevo milenio, y Testigos del fuego, su primer publicación individual.
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