Poemas de Rodrigo Arriagada Zubieta





POEMA INÉDITO, 2018

Spleen de Santiago

El éxtasis universal
se posterga en domingo.
Por fin dentro
las cosas ensayan formas de desaparición.
Esta orgía, tan ausente  de los rostros
                                                                    humanos
como si hubiera que arrastrarse
para seguir viviendo.
Es extraño, no siento nada.
Nada que se parezca al cansancio.
Sólo hoy es la misma hora a todo instante,
alguien en el techo se inicia en el arte del trapecio
ensayando nuevas formas de muerte.

Los que nos quitaron varios trozos de horizonte
pueden estar tranquilos:
torres curvas como la miopía nublan la vista
y la luz no alcanza a sugerir el sol,
los periódicos se sirven en la mesa
para que el hombre crea que es aún parte del mundo
y su mujer – de un tiempo a esta parte-
rompe platos contra el piso,
canta la musa al pobre mortal
                                            que ha perdido su voz.
Yo apenas puedo pensar de un día para otro
en esta ciudad casi sin espacio
adelgazada hasta la soledad
por sus torturadas raíces
                             detenidas, desaparecidas
parece que en una mano mía
ya no cabe el gesto  de empuñar los dedos.

Si alguien quiere un trozo de eternidad
tendrá que saltar las calles,
sus líneas divisorias, los extramuros
del inaccesible mecánico
y seguir de largo
en lo remoto de un  cruce de trenes
                                           que de seguro ya no existe.

Única propiedad privada, al fin, de todos
la extranjería  de este no viento:
mugre en la bandera chilena izada en blanco y negro
en los paseos peatonales,
frenesí en el vapor enarbolado
                                       como en una película de Scorsesse
en el centro mismo del Sudamerican experiment.

Premio Óscar
para  la mejor borradura en  escena
en este extremo en que se expolian
                                                     los ojos de los ávidos de color.

Se hace una voluntad oscura
aquí  sin tierra
                      como sin cielo.





Poemas de Hotel Sitges- 2018



NO TAN HORROROSO CHILE

Yo sí salí del no tan horroroso Chile,
pero soy insensible al abismo de estar del otro lado,
pruebo de todos modos, con  pasajes de vuelta,
                                                 las naderías del desarraigo.
Que hace falta algo, sí,
la idéntica nada de siempre,
los fantasmas impolutos que proyectan
mi ausencia y sospecho aún caminan por Santiago,
ofreciendo  amor sombrío a la primera  bella que pasa.
Nada se arriesga aquí en decir lo mismo en otras lenguas
a Europa le queda poco de Madre,
apenas un líquido amniótico
al que dirigirse a oscuras- con terror sangriento-
como a un pecho desnudo en honor al olfato
y son sus propios hijos los que guardan ahora
ese antiguo rencor sagrado.
Por mi parte,
soy el único que no cambia de lugar
sin evidencia de haber estado
                                              en sitio alguno.
Soy el sol de media tarde,
las noches blancas de Dostoievski
o un jardín cubierto de nieve,
de cuya inexistencia no se puede probar lo contrario:
siempre estuve ahí  y nunca salí ni entré en nadie,
mis palabras trajeron el silencio como un sirviente
que pone un poco de orden
                                           en la mesa de Lautréamont.
Soy el eco de otro más real
de quien dudo a ciencia cierta si anduvo
decididamente de paso.



JAPONESA 

Esta playa la he escogido no para vivir,
sino para soñar que no me encuentro en ella.
Asomo la cabeza a la ventana de mi hotel
 lleno de libros chilenos,
-de Lihn, de Kay, de Rojas-
y así no quedar tan huérfano de la tierra
por obra y eco de una lengua casi extinta,
como si sus viajeros no acabaran de navegar
mientras alguien confusamente los lee.
Siguen lejos, muy lejos, de la Isla de los Muertos
que  Böcklin les hizo imaginar en sus ataúdes
con la esperanza de llegar a su infierno a la hora.
Lo que pudo ser sólo el olvido
es la aparición de un cuerpo en su lago,
                       la multiplicación del vacío en el poema
sus reencarnaciones que hojear distraído,
literariamente fraudulentas,
difuntos que hablan, en tono ausente,
                                                   mejor que los vivos.
Nada sabe de eso y de mi mirada
la japonesa más bella del siglo
que posa frente al mar de Sitges
con toda la luz del sol a su favor
bajo el foco fotográfico, celosamente de pie
en el que resplandece una y otra vez
la sustitución de su cuerpo
como si aquello le fuese a valer la eternidad:
pensar que su sonrisa no se extenderá
más allá de una orilla lejana del mundo
donde otro espíritu recita este poema
después
                ahora
arrancando aullidos de lo invisible,
escarbando en mi fantasma
como si este sitio realmente hubiese
                              existido.
Y ella también,
si no fuera por mí.




ERASER HEAD, 1977. 

Él quiere ser otra fuga de sí mismo
como un baile de los astros dispersos
un túnel sin ventanas
donde asomar hacia lo más hondo del frío
una noche de insomnio en la cabeza.
Quizás él duerme a medias su vacío
se cansa de ayunar
en un mundo tan fácilmente repleto
lo perturba el ruido del metal,
el aroma a cámaras cerradas
y cada día esplende inconmovible
la ciudad de la que se oye hablar,
que se presiente a lo lejos
donde nunca habita el hombre.
La terrible criatura es él
como un día sin frutos y sin espigas
y sin preguntar por la cosecha;
aplasta con el pie los espermios
que no deben volver a florecer
como sangre en los jardines.
Finalmente, el gran arquitecto de los sueños
le regala ese abrazo de la Mujer del Radiador:
una fracción de segundos
                           para que entre algo de luz
y arda
          se consuma
                              se ciegue
sediento de tragar su ser baldío
por arte de una boca lejana.
No es verdad – como quisiera el autor-
que el espíritu lo alcance.
El deseo hecho irrealidad
corta la escena sin llegar a iluminar lo oscuro,
un cierre de plano que tributa al instante
que sin memoria lo humilla
y el amor se aleja.





URINARIO (HIZO SOMBRA AL NOMBRE DEL POEMA) 

Mientras existió nada más que el nombre
iba a ser un libro por el que todos
se recuperarían,
un mosaico lleno de esperanzas
como una tirada de dados sobre amapolas
lapidariamente putrefactas
el golpe de palabras quebradizas
que el vidrio de la tarde
arroja a las iglesias como solución final
para el hombre agotado de cavar sobre hielo
y agolpar los cuerpos como frutas en veda.

Y muchos esperaron felizmente desnudos
junto al sol del exterminio,
sosteniendo un trago de moscas con que culmina la sed,
una plétora de buenos sentimientos
por los que el poeta había muerto de sueño- dijeron-
y las largas viudas ciegas de soledad
vistieron uniformes cortos en pie de guerra
con las bragas ligeramente jubilosas
de sangre manchada de impotencia
ante la visita nupcial de un  juego gozoso
              a primera hora
cuando el pájaro rompe de un orgasmo el huevo.

Todo fue euforia
mientras el nombre del poema arrojó su luz
como el feto que bosteza y se llena de aire para nunca nacer
en las fauces de la efímera vulgata,
demasiado encinta de una metamorfosis imperfecta.

Se lo vio en cursiva estampado en un cuaderno
en las callejuelas de Montmartre,
en una vitrina en el Barrio Lastarria
e incluso como anuncio de neón, a toda luz,
en el bulevar de los perezosos.

Pero a última hora
el autor decidió aparecer,
atrayendo la mirada
hacia el vacío del lugar que se precipitó en vivir
un pozo constelado de aguas turbias
que duplican hasta hoy
la imagen de un silencio
escandalosamente perfecto.

Hay que separarlo todo para hacer una vida en común,
dejarse estar a solas liberados, al fin,  del insomnio
ser infiel a uno mismo y, sobre todo,
abandonar la poesía
completamente a su público.
No hacer sombra ahí donde ella debe brillar
como el pan de la mañana
entre los mendigos de siempre.

El mundo no pasará a mejor vida
porque ante todo el poeta ha precisado existir
poner firmas al dolor para evitar sus copias
y la Belleza nunca fue de nadie.





Rodrigo Arriagada–Zubieta (Viñadelmar, Chile, 1982), es un poeta, crítico literario y académico chileno. Ha cursado estudios de humanidades, literatura universal, teoría literaria y literatura comparada en las universidades Adolfo Ibáñez, del Desarrollo y de Barcelona. Su actividad artística y académica se centra en temáticas propias de la modernidad estética: la ciudad, el paseante urbano, la mirada, la memoria, el extrañamiento y la crisis de la experiencia, especializándose en autores de diversas disciplinas, como Walter Benjamin, Merleau Ponty, Edward Hopper, Francis Bacon, Baudelaire, Proust y Enrique Lihn. Escribe crítica en revistas literarias como Latin American Literature Review de la Universidad de Oklahoma y Buenos Aires Poetry. Como académico ha impartido diversas cátedras en universidades chilenas, abarcando diversos temas de la modernidad: teoría literaria, literatura rusa, literatura norteamericana y literatura europea contemporánea. 

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