Crónica de la vida en los trópicos
Brenda Ríos
I
Durante unos minutos al día los mosquitos se alejan. Han pasado dos horas desde la última ducha y la piel está húmeda por el sudor. La piel responde al porcentaje de humedad del ambiente: 81%, 32 grados. Sensación térmica de 36°. Los varios repelentes dejaron de funcionar y en la noche es imposible dormir. Zombies, batallamos con las tareas del día: cocinar, hacer compras, lavar los platos. No se puede estar en un solo sitio por mucho tiempo. Los moscos burlan el torbellino, leve, del ventilador. Saben trabajar en equipo. Nos llevan ventaja. Antes de la creación del mundo ellos ya jodían en la delantera. Vampiritos agudos, jefes inmundos y corruptos, saquean el país de a poco. El país entonces es ciénaga.
Hay que alimentarse de todas maneras. En la mesa hay un frutero lleno de naranjas. Abejas. Todo transcurre en cámara lenta. No se puede tener la prisa de la ciudad. Sería un atentado a la naturaleza avanzar contra la humedad. Parecemos personajes de una película rusa, en blanco y negro. Caminamos como si estuviéramos en la luna. La atmósfera es otra.
Llevamos semanas sin agua. Tuvimos que comprar una pipa. Ese es el negocio acá. El alcalde anterior se robó todo, incluyendo, sí, las tuercas que ajustaban los tubos que hacían llegar el agua a las casas.
Un amigo dijo apenas: ¿qué tal el paraíso?
No tienes la menor idea ¿cuándo vienes?
II
Los habitantes del sitio visten de pantalón y manga larga. Prefieren el algodón. Las mujeres usan rayón, vestidos con flores, hombros al aire. Hablan muy rápido y si observas bien sus palabras pueden ser representadas así: oraciones muy compactas donde dicen muchas cosas a la vez, sobrepuestas, e interjecciones muy extendidas, festivas, alargadas, muestradientes. Podrían verse así:
AAAAAAAA?
bbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbb
AAAAAAAAAAAAAA
Tienen la ventaja de creer que viven en un buen lugar, pues éste contiene agua. Aunque nunca los lleve esa agua a ninguna parte.
III
Las personas usan expresiones como Mana, Manita, Manito, Papi, Mami, Madre, a la menor provocación. Para decir gracias, pásele, buen día, qué calor hace.
Aproximadamente cada dos kilómetros, a veces menos, sobre la avenida principal, la que da al mar, están situados, bajo la sombra de algún tamarindo o mango, a los que difunden la palabra de dios (nunca he visto a alguien acercarse pero ahí siguen, esperando convencer, ¿conmover? conversar). Están provistos de sombrillas, faldas largas las mujeres, pantalón largo los hombres, usan sombreros para sombra extra; un anaquel con revistas y un cartel que anuncia preguntas fundamentales como “¿Qué es el éxito?” “¿Por qué Dios abandona?” “¿Estamos realmente solos?”. A pocos pasos su iglesia portátil hay dos o tres elementos de La Marina, vestidos del clásico verde caqui, cascos, armas, sus trajes- colchonetas alrededor de ellos, volviéndolos tacos verdes en la intemperie. Cuando paso y los miro, serios, me da una sed tremenda. Su mayor esfuerzo, al parecer, es no voltear a ver a las chicas que caminan aprisa, esperando el autobús, algo, a alguien. Los veo aguantar el sol como plantas. Digamos que si el bombardeo comienza justo ahora, ellos serán los únicos preparados. Y bueno, los resignados del puesto de revistas, que viven esperando el juicio último.
IV
La vida en los trópicos es dura. Bastante dura. Pero todos se conforman con la dureza cuando, de vez, llega cierta brisa del mar. Eso compensa todo, las penurias, el poco dinero, la mala alimentación. Hay tres profesiones: abogados, maestros de escuela y pescadores. Los primeros son mayoría pues deben meterse en serios problemas legales, además de los problemas para leer y escribir y bueno, comer pescado no siempre es algo que todos quieran hacer.
El inicio de la vida comenzó en los trópicos. Lo saben las tortugas. Las más ancianas viven en Los Galápagos, un destino de lujo para los amantes de lo verde y las cosas vivas. Ya desde entonces se notaba que sería un infierno ese paraíso. Todo paraíso tiene insectos.
Nada como vivir ahí para notar que lo más importante en la vida es tomar duchas. Porque se vive en la humedad sin vivir bajo el agua. El cuerpo es agua.
Todo local que vende mercancías o servicios (incluso los taxistas) pagan cuota a grupos delictivos. Si no pagan los matan. Los dejan en las calles con los cuerpos fragmentos en bolsas negras. Las grandes empresas no. Esto es comprensible sólo si tomas un par de semestres de teoría económica y política. Los pobres siempre serán pobres y las grandes empresas lograrán echar a andar esa máquina fresca, de amplias terrazas, que dice Visite el Paraíso, descanse, despreocúpese.
En los paraísos las mujeres son hermosas realmente. Pero la belleza les dura hasta los veinte y poco. Luego se convierten en mangos aplastados por diversos factores: la dureza de ganarse la vida, el clima extremo, la lucha incesante consigo mismas. Debían tener sueños pero se olvidaron de ellos porque asean los cuartos de hotel. Casarse con un extranjero podría ser la solución pero el tiempo pasa y los extranjeros buscan niños y niñas. Los paraísos de esta naturaleza suelen ser espacios ideales para pedófilos: no hay ley, nada, que los detenga. Los veo pasear con su ropa de algodón, sus cuerpos ancianos, dirigirse a sus cuartos oscuros de hoteles baratos. Se sabe que esos inocentes seres son los líderes de las redes de pornografía infantil en el puerto. Hay cientos de ellos huyendo del invierno de sus países. Empezando nuevos negocios. Resisten el calor, lo aman. Es su nueva casa: pródiga y servicial.
Brenda Ríos (Acapulco, 1975). Es autora de los libros Cubo de Rubik (crónica, 2018); Escenas del Jardín (poesía, 2015); Empacados al vacío, ensayos sobre nada (ensayo, 2013); Las canciones pop hacen pop en mí. Ensayos sobre lo ridículo, lo cotidiano, lo grotesco (ensayo, 2013); El vuelo de Francisca (libro infantil ilustrado, 2011); Del amor y otras cosas que se gastan por el uso. Ironía y silencio en la narrativa de Clarice Lispector (ensayo, 2005). Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Algunos de sus libros pueden ser descargados en la página cuadronegroediciones.org.
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