CANICAS por Zeth Arellano



CANICAS

No sé qué hora era, es que no sé cómo se lee el reloj de la pared, pero salimos un ratito después de haber desayunado. Mi amá nos hizo taquitos de frijoles y yo me había tomado un vaso grandote de Coca-Cola que seguía eructando. Mi hermanito, no había alcanzado soda, es que era lo que había sobrado de ayer y, no sé, se enojaba cada vez que yo eructaba, decía que me la había acabado adrede. 
El sol estaba bien fuerte, pero mi amá había regado la tierra tempranito y el lodo se sentía fresco. Yo estaba acostado con la canica, lista para ser disparada, es que yo quería pegarle a la canica azul de Luis y por fin la tenía en la mira, las de los otros vecinos ya eran mías, yo iba ganando, por fin. Luego llegó el policía, uno gordo. Lo vimos bajarse de la patrulla con las luces prendidas y todos nos emocionamos, es que ver su pistola tan cerquita, una de a deverás, una que no era de juguete. Yo fui el primero en decir que fueramos a ver por las ventanas el carro de los policias. 
Pensamos que nos preguntarían algo, es que ahí estábamos y no, ni siquiera nos volteó a ver. Caminó hacia la puerta de mi casa y tocó bien fuerte con su mano gorda. Mi apá fue el primero en asomarse por la ventana, nosotros nos quedamos mirando desde atrás. Mi amá salió, y no sé, algo dijo, no oímos bien, pero tenía la frente arrugada, como cuando nos daba con la chancla. El otro policia bajó de la patrulla y lo alcanzó, es que como en la tele siempre andan de dos en dos. Todos nos reímos, porque el otro policia era flacucho y tenía una cejota que parecía un gusano peludo. Nos sacudimos el lodo seco de la ropa, para acercarnos más, no podíamos oir nada desde donde estábamos. El policia gordo le enseñó un papel a los dos. 
Mi apá nos gritó para que entráramos a la casa. Los vecinos nos echaron carrilla y es que nos asustamos y pegamos un brincote con su grito. Juan y yo no sabíamos si habíamos hecho algo malo adentro de la casa o si el policia iba por nosotros por lo de las papitas del Oxxo del otro día y no sé, pensamos en escondernos, pero teníamos que entrar o nos iba peor. 
Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y jugaba con las canicas, me sentí contento porque mi rachita de mala suerte se había acabado, las había ganado todas, así que no importaba si nos iban a regañar.  Mi amá estaba en la estufa, dijo que íbamos a comer antes. Mi apá nos dijo que, no sé, que teníamos que meter nuestra ropa en bolsas, nos íbamos a ir de paseo. Juan y yo nos emocionamos es que teníamos mucho que no íbamos a ninguna parte. Primero las canicas, luego el viaje,  el día iba mejorando.  Mi amá nos sirvió la sopa de fideo y nos apuró para que comiéramos rápido, ni nos dejó prender la tele. Yo todavía sentía los tacos de frijoles en la panza, no había pasado tanto tiempo y apenas pude comer algo.
Lléven sólo los juguetes que más les gusten, dijo mi apá. Yo tenía mis carritos  debajo de la cama, así que me metí a sacarlos, es que todos me gustaban. Mi amá entró al cuarto y se sentó en mi cama y no sé, se puso a llorar, yo pensé que también estaba emocionada por el viaje. Juan sólo tomó el balón de fútbol, es que se imagino que iríamos al campo y habría espacio para corretear con el balón.
Pasó un ratote y Juan y yo vimos que mi amá estaba llevando cosas de más, yo creo que no entendió eso del paseo, guardó en bolsas de plástico lo que había en la cocina y en el refri, en otras echó trastes. Nosotros estábamos sentados con nuestras cosas esperando que ella terminara y no sé, es que se sintió apurada o algo, de repente le echó unos ojos a mi apá de esos que matan, parecía que ella no quería ir. 
 Mi apá salió a subir las bolsas a la cajuela de la ranfla y regresó a la casa. Mi amá nos apuró a salir. Los policias seguían afuera, como esperando algo. Los vecinos nos gritaban y se despedían, pero es que ya estábamos arriba, apretados de tanto trique y nomás les contestamos con las manos, no pudimos bajar las ventanas. 
Mi apá cerró la puerta de la casa y le dio las llaves al policía antes de subirse al carro y arrancar. Mi amá le dijo que llegara a ponerle crédito al celular para llamar a su hermana y no sé, pensé en mis primos y en que ya no cabían con nosotros para ir al viaje, pero no dije nada, es que nomás lo pensé.
  Juan y yo nos quedamos dormidos, nos aburrimos porque fuimos a varias casas y es que teníamos que esperar a mi apá y a mi amá, se bajaban, hablaban con gente extraña y volvían a subir. El cielo se empezó a poner rojo, anaranjado y azul y nosotros seguíamos sin llegar a ninguna parte. 
Mi apá nos preguntó si queríamos taquitos de carne asada para cenar, Juan y yo gritamos que sí y mi amá le brincó como fiera a mi apá. Le soltó una cantaleta de gastarse el poco dinero que tenían, le dijo que lo peor que había hecho era lo de la casa.
Mi amá llamó a varias personas y luego llegaron a otro Oxxo por más crédito para el celular. No íbamos de paseo. Juan no entendió nada porque es más chico que yo. 
Mi amá le mentó la madre a mi apá mientras dábamos vueltas por la ciudad y no sé, se soltó llorando y es que apenas se le entendía lo que decía. Yo pensé que nomás era una rachita de mala suerte, como lo mío con las canicas, seguro para la otra mi apá iba a ganar.





Zeth Arellano es narradora mexicalense, dedicada al relato breve y la novela. Primer lugar en narrativa en el VIII Certamen Literario Ricardo León convocado por el Ayuntamiento de Galapagar, España. Segundo lugar en el Concurso Internacional de Cuento Libro Club ILCSA. Ha sido antologada por Ojo de Pez y ha participado en revistas digitales como ERRR Magazine, Penumbria, Letras de Reserva y Pez Banana, así como en el Diario Correo del Sur, en el suplemento cultural Puño & Letra que se imprime en Sucre, Bolivia.



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1 Comentarios

  1. Ingenioso desde el punto de vista de los niños, que no necesariamente tienen completa idea de lo que ocurre alrededor pero todo TODO lo captan

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