ASCLEPIO (fragmentos)
Relato
Conozco el modo para devolver la vida a los muertos, doctor. No es posible dudar de mi vocación. Pregunte usted en mis tierras: hay gente que perdió los ojos y ha vuelto a ver. Conozco las propiedades de las plantas: a un hombre picado por una serpiente, abandonado en una isla, le amputé la pierna sin que sintiera el más mÃnimo dolor.
¿Sabe usted, por ejemplo, que el centauro me instruyó desde la infancia en las artes de la curación? ¿Sabe que es necesario conocer de qué lado de la cabeza proviene el flujo? Atenea me entregó dos frascos que contenÃan la sangre de la Gorgona. Pero no toda sanaba. Pero la mitad era un veneno; la mitad de la sangre producÃa sufrimientos inenarrables.
Glauco, Glauco. Repitieron frente a un cuerpo que yacÃa en la orilla. Uno de ellos (parecÃa muy perturbado) me suplicó: yo sé de tus dotes. Tráelo de nuevo/ a la vida. Y asà lo hice.
Ignoraba que ese cuerpo pertenecÃa a otra persona. Ignoraba que Glauco era una criatura
parte alga / antes hombre // mitad mar / mitad culpable de la monstruosidad de Escila, antes hermosa // mitad hijo de puta / hombre.
Doctor, sé que es una historia complicada. Fue sólo confusión, ignorancia y cuando fui culpado por ello
(nunca lo pensé siquiera)
a quien antes yacÃa muerto di el tóxico, la sangre del frasco cerrado, la sangre de la oscura Gorgona.
A quien antes yacÃa y yo mismo habÃa regresado a la vida.
Muerto estaba.
Se burla, arreglándose la bata, de mis palabras. ¿Sabe usted que Quirón fue mi maestro? ¿Sabe usted que todo su puto conocimiento me lo debe, en parte a mÃ?
Historia familiar
Padre: Apolo
La primera vez que pisaste la tierra fuiste engañado.
Ese lugar intacto que mintió, ese lugar que era una ninfa
escondió la cólera bajo sus aguas. Te dijo: demasiadas mulas, demasiadas
yeguas vienen a beber aquÃ, nadie verá tu altar y señaló lejos
donde las rocas se deshacen, donde
un despeñadero. Tu venganza fue volver, dejar con piedras su corriente
hecha un murmullo.
Tal vez por eso la falacia siempre regresaba: un lugar, una mujer
no tenÃas modo de eludir
caer y volver
a caer
dominado por un par de tetas, que inevitablemente traerÃan desgracia, dominado por la mala suerte.
La fatalidad de los grandes
es nada: siempre hay ajuste de cuentas y la risa al término
aunque no tengan
la razón y la risa es lo que chinga.
Madre: Corónide
Mi madre era una pira ardiendo.
Mi madre fue carbón, ceniza
traicionada por un ave paseriforme, por una voz
áspera y un cuerpo metálico.
Invertebrada, mortal. Mi madre era una hoguera.
Otros parientes significativos: Quirón
El cortador tomó forma de caballo para copular con mi madre. Un coito sin hoz, sin cielo ni genitales mutilados. No habló de huidas al lugar que los hombres evitan. El cortador, desde lejos, recorrió sombras, arena, agujas hasta mi nacimiento. No dijo a mamá: el hijo que engendraste tendrá cuatro patas, y un rostro y un torso humano, después tú serás un árbol.
Guardó silencio el cortador acerca de plantas mágicas y cirugÃas /de grandes héroes instruidos por la sabidurÃa del cuadrúpedo /de flechas envenenadas con la sangre de la hidra / clavadas / por equivocación / en el cuerpo del hijo.
No todos los milagros son posibles.
No dijo el cortador sobre los tormentos de la inmortalidad /no del dolor /que triza: guadaña /segando el cielo o los genitales /no del dolor de la mortalidad.
Fanny Enrigue (Guadalajara, México) Estudió filosofÃa en la Universidad de Guadalajara, donde imparte la materia de Estética. Ha participado en encuentros de poesÃa nacionales e internacionales. Su obra aparece en diversas revistas y antologÃas. Ha publicado los poemarios Sucesión de la sombra (ParaÃso Perdido y Santa MarÃa Juana, 2007), Prácticas de Crueldad para el verano (Ediciones El Viaje, 2012) y Sordina (Mantis Editores, 2017).
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