Extractos de Yonkion de Daniel Olcay Jeneral



_Disconnected

Uno:
Tractatus de la dialéctica silente. La vida. El lenguaje. Asimilación. La muerte.
La cálida pantalla manifiesta el algoritmo ulterior. #204 aprovecha los últimos momentos del día para asimilar definitivamente los procesos en paralelo que continúan visualizándose, emergiendo en el horizonte, para luego descender. Mañana cumple quince años y apenas comience la jornada laboral, Los Corresponsales escoltarán su andar hasta el umbral de La Puerta, cruzará hacia el otro lado. Sabe que morirá, hoy lo notificaron. Es la ley natural, burocrática y formal. No obstante, si bien tiene claro que su pronto deceso es tal, desconoce cómo opera la muerte; es la primera vez que oye dicha verbalización.

Dos:
Nacimiento-Reboot. Input. Geometría. Mantra.
Parte 1_
Reclutado a los seis meses de edad, Número de Serie #204, sin malformaciones, eliminado del registro nacional, fue derivado al aula virtual, resguardando el protocolo de escolarización, al realizar la pequeña incisión quirúrgica en la parte trasera de su cráneo. A través de dicho input, la conexión al programa de educación y estimulación se da por iniciada, enseñando de manera sistemática obediencia, roles sociales, sus funciones como recluta, limitando el espectro de palabras a lo necesario con tal solo introducir un extenso y polvoriento cable en el tronco encefálico de cada niño y niña. Pueden comprender, mas no hablar. Eso solo lo pueden hacer Los Corresponsales y El Directorio.

En una inmensa y geométrica habitación iluminada, durante la primera infancia, son cuidados por brazos metálicos que cuidan la asepsia de los reclutas y del lugar, brindan una simulación de cariño efectiva, generando independencia, autovalía y seguridad personal significativa. Cada pequeño ser humano cuenta con un casco de acrílico, que a través de un monitor en la parte delantera reproduce de manera uniforme la estimulación cognitiva y sensorial necesaria al período evolutivo. Aquellos que no logran alcanzar el nivel promedio, son eliminados de la división. Mantra familiar: El tiempo es dinero.

Ya con cinco años, el programa de educación y estimulación pasiva se suspende, y al tener todo el conocimiento adquirido retenido en su cerebro, son puestos a disposición de Los Corresponsales.

Durante los posteriores diez años, son reubicados en sectores laborales. El Directorio genera divisas a partir de estafas bancarias, utilizando a los niños como hackers, estableciendo tres áreas: I) Desarrollo y gestión de gusanos y malware espías, II) Ejecución y proliferación del virus y III) Administración de fondos y base de datos; siendo los niños y niñas ascendidos de sector en sector a medida que crecen física y mentalmente.

Parte 2_
#204 siente un vacío palpitante en la boca del estómago. Su piel manchada por la ausencia de luz natural, exceso de tierra y humedad, se eriza al igual que cuando sintió aire fresco por primera vez en aquella grieta del búnker; y la palabra muerte, sin sentido manifiesto, se convierte solo en un sonido, aire ausente de matices, ausente pero real.

Los ojos aplanados y ojerosos intentan reconstruir en binario, presencia-ausencia, una vida ejemplar. No siente hambre por saciar, no existe asidero al cual aferrarse. No es necesario. Al igual que un anciano que ha visto generaciones de un yo reproducido hasta el hartazgo, siente una necesidad por descansar.

Recuerda su andar exitoso en cada división. La primera reprimenda. El dolor del castigo. La satisfacción. El amor incondicional a El Directorio. La sensación de tener todo y no necesitar más. No tiene claridad de sus reacciones físicas. Solo siente y le aterra sentir, todo es nuevo e indocumentado en su base de datos. Recuerda uno de los pocos sueños que tuvo en su vida: era un dígito parpadeante en un eterno vacío catódico. El sudor. La desesperación. La caída. La luz al despertar. La soledad.

Bajo una secuencia lógica de comandos, en donde cada acción-situaciónes consecuencia de otra…
—¿Qué significa «muerte» cuando, en perspectiva, muerte ni siquiera se encuentra en el horizonte?

Tres:
Engranaje. Reciclaje.
#204 agradecido de la oportunidad de servir a El Directorio, y ser reconocido como un número par ejemplar, es bendecido con la eutanasia. Nunca cuestionó su actuar y tampoco el de otros, mucho menos el de sus superiores, pese a la evidente obesidad de Los Corresponsales a diferencia de la delgadez de los niños y niñas, como también la aromática vestimenta que los adultos utilizaban. Imaginar una vida distinta, resultaba imposible, El Directorio lo necesitaba, era su deber ayudar a quien le dio un sentido, día a día. El futuro es ahora, y el ahora es la nada. Es lo que los adultos pueden ofrecer. El miedo se mantiene indescifrable en la piel de #204, y su vida se reduce a ser alimento para la comida del futuro, mientras El Directorio se convierte lentamente en carne podrida dominada por el miedo simbólico, consciente e inevitable de la palabra «muerte».





_FRACTALES
Segunda parte.

«Se denomina Síndrome del miembro fantasma al trastorno del contenido de
la conciencia corporal que se caracteriza por la sensación de persistencia
de un miembro amputado.

Cuando el fenómeno se reduce a sensaciones dolorosas, que parecen
originarse en la extremidad amputada, se habla de “dolor fantasma”.

Su fisiopatología se basa en la persistencia de áreas cerebrales dedicadas a
ese miembro que no reciben la respuesta del mismo y generan una descarga
espontánea que contamina otras percepciones y se cronifica. Es decir, la
patología del miembro fantasma no radica en los nervios periféricos del
miembro afectado, sino en su proyección cortical.»

Lanza una pesada roca sobre la entrepierna de El Linterna, que se encuentra durmiendo al interior de un agujero que cavó con sus manos, a un par de metros de La Toma, en la quebrada… en lo que alguna vez fue un río caudaloso. Despierta sobresaltado y llora de dolor, no teniendo fuerza en sus brazos para sacarse la piedra que está sobre sus genitales. Con un cigarro en la boca y acompañado de su perro Navidad, lo ayuda. Le da un tiempo para que recupere la respiración luego del intenso dolor. Aún permanece callado pero las ganas de matar siguen ahí, como oxidados clavos esperando ser arrancados de la carne.

Deja de llorar. Se calma. Asume que quien está frente a él está enojado. Navidad ladra seco para sus adentros, la mitad de su cuerpo de silicona sobrevive gracias a la improvisada ingeniería biónica de El Chino Cumbia, vecino de la población. No hay gente alrededor, sólo ellos tres, invadidos de piedras, tierra y basura orgánica e inorgánica, parecido a un western de clase b. Saca una antena de tele antigua y un encendedor, para luego comenzar a quemar un extremo. El cuerpo de El Linterna se pone ansioso, la maldición de la electricidad recorre su organismo y el dolor de güata se manifiesta apenas siente el oxidado olor del humo: la pasta. La tensión se libera e intenta pedir disculpas por el error, se enteró de la detención en la calle, no entiende qué sucedió anoche con el camión. El otro sólo mira. Sigue hablando rápido, como si intentara huir con palabras de aquel lugar, tropezando, perseguido por la sombra sigilosa, pero quien está al frente sólo permanece ahí, respirando lento, quemando la antena. Pide ser golpeado con toda fuerza, con rabia, para que olvide. El otro habla por primera vez; en ese momento, le ofrece el antenazo. Los ojos vidriosos delatan el hambre por intentar alcanzar aquello que ya no existe y se desvanece como orina de perro sobre los retazos de un árido desierto construido en base a recuerdos. Extiende su brazo haciendo el ofrecimiento. El Linterna responde al encuentro, pero la otra mano rápidamente se recoge. Rostro frente a rostro, serio, dice que puede fumar todo lo que quiera, pero primero debe lamer el hoyo del culo de Navidad. El aire seco golpea la nuca de ambos. Suda en segundos e imagina la idea, con los ojos abiertos y deshidratados, evitando pestañear; luego se esfuerza por no pensar, pues sólo dilata lo inevitable. El otro ríe a carcajadas mientras observa la escena, el perro tiembla de placer al sentir el húmedo y desesperado movimiento frenético de la boca del humano a cuatro patas. «Cochino culiao», y una patada en el estómago se suma al acto de retribución del orgullo perdido tras haber sido detenido por la policía. Recuperada la confianza, pide a El Linterna que lo acompañe al laboratorio de El Chino Cumbia, le dice que intentará nuevamente el robo a la corporación, con adolescente entusiasmo y confianza.

Navidad olfatea la casa-laboratorio, un perímetro de refrigeradores zumbando fuera de tono junto a murallas de cholgüán apolillado. Cajas enormes con libros viejos apilados en su interior, y sobre mesas añejas; vasos, probetas y toda clase de líquidos multicolor adornan el lugar. El Chino Cumbia, casi un padre para el joven, está desnudo sobre el piso de tierra, junto a la cocina encendida… la olla hierve con fideos recocidos en su interior. Despiertan al desfallecido, que en la medida que recupera la conciencia, da a entender que se tomó muchas clonas con copete.

Con cuarenta y cinco años de edad, migrante en la ciudad desde los diez, no tiene dificultades con el español, pero el acento oriental permanece. Él fue quien brindó electricidad a toda La Toma, mediante energía solar, reciclando baterías y construyendo paneles, dada su pasión por la basura tecnológica. Su parsimonia, desinterés y problemas de alcohol, lo llevaron a vivir en aquel sector, desterrado y despojado de su apellido, al ser una vergüenza al honor familiar. Hoy, feliz, no rinde cuentas a nadie.

Convencido de sí mismo y de las historias que le contaron en la celda, previo al juicio, si algo le quedó claro, es que robar el camión es fácil, siendo cuestión de alterar el sistema de rastreo satelital, intimidar a los guardias y evitar a como dé lugar que el camión entre al edificio principal, pues si algún extraño ingresa junto al camión, nada garantiza que vuelva a salir.

En primera instancia, le pide a El Chino Cumbia que remueva el led de su muñeca derecha que no cesa de parpadear en rojo, dado que la policía se percató de la alteración al sistema de salud. Lo invita a tomar asiento en una silla de dentista reacondicionada a las variadas necesidades quirúrgicas de hoy en día. Durante el procedimiento, requiere un cambio de hardware del chip-intra dermis de sus orejas, pues el homólogo recursivo de murciélago instalado ha comenzado a generar ruidosa interferencia. El Chino Cumbia le menciona que acaba de llegar un encargo que hizo en craigslist.org, nanotecnología de código abierto. Sin pensar, con típica impulsividad juvenil, se aventura a probar la nueva adquisición, aprovechando la oportunidad de solicitar ayuda para vulnerar el sistema de seguridad de la corporación, específicamente del camión de las 3:30 am. El Linterna, atado a una lealtad forzada de calle, permanece observando la operación, sentado sobre un cajón de tomates y haciendo preguntas básicas sobre el robo.

—¿Querís pitiarte a los guardias culiaos'?

Ante la pregunta, recuerda las veces que amenazó con un arma de fuego, las que golpeó y, también, aquellas en donde disparó al aire. Sin embargo nunca había matado. En concreto, sólo había hablado de la muerte, y si bien no le parecía lejana la idea, como si nada tuviera que perder, aún sentía que era una línea de fuego llena de pudor que podía decidir si cruzar o no. Si todo salía como lo imaginaba, fácilmente podía dejar de robar, incluso, repartiendo el botín entre tres y dándole una porción a su madre, por respeto. Viajaría al extranjero, lejos de la maldita sensación de muerte acechando tras las espaldas.

—Reventemos a los giles, que esta weá la hacemos una pura vez, de ahí nos viramos pa' siempre. No sé ustedes, pero yo soy menor, y no me voy en cana ni cagando.






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