Una afasia imperfecta
Ricardo Cabezas
DesaparecÃan los colores de la silla en aquella noche de verano. DesaparecÃan, en puntos azul grisáceos hasta hacerse cada vez más transparentes e informes, como en un dibujo pixelado, tras el consumo de algún alucinógeno. Los colores por supuesto eran solamente una interpretación arbitraria que realizaba la mente; una conjunción de las propiedades de la luz y de la genética humana que producÃan esa sensación de objetividad.
Las formas sin colores eran agradables –Pensó- y disminuÃan su paranoia. Desde su más temprana infancia les temÃa a su madre y a sus hermanos, por ejemplo. Individuos que lo golpeaban con una correa de broches, luego de su baño semanal. Siempre le mencionaban los sacrificios infinitos que llevaban a cabo por él. Las terapias del habla cada tres dÃas se volvÃan impagables ¿No lo podÃa comprender en su estúpido egoÃsmo? Sus hermanos ya no irÃan a la universidad por su culpa. El padre los habÃa abandonado pues no soportaba la deshonra de tener a un hijo inválido. Ahora la madre tenÃa que trabajar hasta los domingos y su artritis empeoraba cada dÃa.
*******
DesaparecÃan los colores, que en cualquier caso eran innecesarios para alguien habituado a pasar todo su tiempo acostado en un lecho oscuro y en una habitación mal ventilada. No recordaba una vida distinta, ni los paisajes en los que jugaba de niño en los veranos lejanos. Su rutina era invariable, con las comidas a las 8 y a las 12. La terapeuta los lunes y los jueves. Los insultos y regaños que surgÃan aleatoriamente como los excrementos que empapaban sus sábanas. De vez en cuando ojeaba la Wikipedia, especialmente aquellos artÃculos relativos a su enfermedad y sÃntomas. También le gustaba observar los daguerrotipos de los médicos e investigadores que habÃan estudiado las enfermedades mentales en el pasado. Etéreos, distinguidos, vivÃan en un universo preciso y matemático, Armand Trosseau y Paul Broca, el histérico Charcot o Duchenne obsesionado con la tortura eléctrica. Nombres que desaparecÃan en la pantalla del computador entre las burlas de su madre y las miradas avergonzadas de la terapeuta.
******
Incluso los colores de sus pesadillas comenzaron a desvanecerse. Todas las noches se soñaba perseguido por manadas de leones en un poblado Masai. Leones horribles de fauces rojizas que trituraban un cuerpo aterido y sudoroso (su nariz sentÃa olores aún). Los Masai renegridos por el sol, se convertÃan ahora en manchones con patas. Su sueño era ahora ininterrumpido y liviano.
****
Cuando niño, no dejaba de hablar ni de cantar en todo el dÃa. Desesperaba a su madre y a sus hermanos con preguntas interminables y necias del tipo ¿Por qué los peces no se ahogan? ¿De dónde vienen los bebes? ¿Por qué el sol sale en las mañanas? ¿Podemos comprar un perro? CorrÃa por toda la casa rompiendo floreros y vidrios, ensuciando las paredes con sus manos mugrientas y mordiendo a su hermanita recién nacida. La Ritalina no fue efectiva para él, ni las innumerables sesiones con la psicóloga. Una tarde, Julián su hermano mayor le dijo con sorna que los niños hiperactivos como él sufrÃan muchos accidentes. La ventana estaba abierta esa tarde y abajo se veÃan a las personas como enanitos de colores, sentados en posiciones ridÃculas. VivÃan en un tercer piso.
****
Le habÃan diagnosticado afasia y paraplejia. A-F-A-S-I-A. Su lengua se trababa al intentar recordar palabras complejas. Adefesio recubierto de neoplasia. Las palabras eran horribles e innecesarias, con demasiadas combinaciones y reglas gramaticales. Ro ro ro. Co co co. Fa fa fa. Cada palabra tenÃa un color diferente. Un olor diferente. Madre era rojiza, olÃa a cebolla. Hermano era verde, alto como un árbol. OlÃa a sangre. Afasia, eran triángulos amarillos y blancos que apestaban a orina. Armand Trosseau era un gnomo de nariz ganchuda con aliento a cerveza. Lo aterrorizaba cada vez que veÃa su mugroso daguerrotipo en la Wikipedia. Las palabras dolÃan demasiado ahora. Era preferible babear, formar burbujas de saliva en las que se reflejaban multitud de hermanos y de madres mientras la luz del sol se convertÃa en un arcoÃris.
Burbujas que no olÃan a nada.
****
No soñó con leones en las semanas siguientes. A decir verdad, no soñó con nada interesante. Los hermanos y la madre ya no lo insultaban. Eran ahora manchas grises que abrÃan la boca para hacer ruidos extraños como si estuvieran en una escena en cámara lenta. En la televisión pasaron un documental sobre el sÃndrome de Tourette, que lo exasperó por el exceso de muecas y sonidos de los pacientes. Tourette era una palabra con demasiados colores.
*******
Los médicos sugerÃan nuevas terapias, con sonrisas discretas y gestos optimistas. Se habÃa demostrado que la estimulación magnética transcraneal en subregiones del área de Broca en el cerebro podÃan mejorar las alteraciones del habla. Paul Broca habÃa descubierto siglos atrás, las regiones cerebrales corticales involucradas en el lenguaje y algunas de sus patologÃas. Broca podÃa ser el hermano gemelo de Armand Trosseau con esas absurdas patillas blancas y su sombrero de copa. Ambos se parecÃan al Dr Jekyll en cualquier caso. Por las noches cuando dormÃa, el Doctor Broca (¿O quizás Monsieur Trosseau?) solÃa transformarse en un asesino sádico aficionado a los electrochoques. El satánico Mr Duchenne y su estimulación magnética transcraneal.
****
¿Eran efectivas esas nuevas formas de tortura? Sus extremidades inferiores seguÃan yermas y frÃas. Maldito Paul Broca, maldito Armand Trosseau, y sus terapias farmacológicas, celulares, magnéticas…
*****
Las formas grises de aburridos matices empezaron a impacientarlo durante el otoño. El daguerrotipo de Trosseau, el pelo encanecido de su madre, el televisor descompuesto que siempre lo acompañaba durante las noches de insomnio… ¿Si habÃan desaparecido los colores y las palabras, no podrÃan desvanecerse igualmente aquellas formas innecesarias que tanto lo molestaban?
****
Las cosas persisten, no por la voluntad de una consciencia suprema, si no por las innumerables interacciones moleculares y atómicas que estabilizan a la materia. Para separar la materia es más útil un colisionador de hadrones que la mano divina de Moises. Su enfermedad podÃa fragmentar esas interacciones como si fueran pedazos de galletas, solo era necesario intentarlo...
****
A la mañana siguiente las lÃneas de los objetos comenzaron a desaparecer, apelmazándose las cosas a su alrededor en una comunión tan Ãntima como la de las Personas co-eternas de la Divina Trinidad. Sin lÃmites definidos las personas y los objetos parecÃan mezclarse: su madre y sus hermanos se fusionaron con el televisor, con los platos, con la artritis que habÃa desfigurado los dedos de la madre y el cielo lluvioso de un otoño imaginario, que tenÃa el mismo color gris de la sangre. Para él no era suficiente haber conseguido esa amalgama de recuerdos-objetos-personas. Cuando se rompe el cristal de una ventana, entran las moscas o el aire frÃo ¿Qué ocurrirÃa cuando se rompieran aquellos tejidos y cuerdas que sustentaban el andamio de lo real?
***
Volaron en pedazos cobijas, puertas, y paredes opacas. Desaparecieron los documentales sobre el sÃndrome de Lou Gehrig. Los daguerrotipos se combinaron en bloques de colores indiscernibles para los ojos humanos. Cuerpos sin cerebro se desintegraron en amaneceres sin luz ni sol. Toda la música conocida se convirtió en meras notas sin tonalidad. Los olores se perdieron en una anosmia indiferente de partÃculas indivisibles. El, flotaba ahora en un espacio sin dimensiones, similar al universo en el que existÃan los puntos de las teorÃas matemáticas. Se encontraba a gusto allà en ese espacio de lo posible.
Todos sonreÃan.
*****
Fue solo instante. Luego, los puntos volvieron a reagruparse en formas concretas. Objetos sólidos que lo golpearon y lo hicieron convulsionar en dolorosos espasmos. Un alarido despertó a todos los habitantes de la casa y una voz hastiada llamó al hospital.
******
El lecho aún permanece, húmedo y amarillento. El cuerpo aún permanece, delicado y frágil. El médico busca una vena en sus brazos temblorosos. Una aguja penetra ese cuerpo. Puntos grises que se incrustan en puntos azules. La Trinidad se disuelve en sus partes constituyentes; Madre y Hermanos observan. Marmanos. La afasia que se expande en un lecho saturado de excrementos. Quedan las palabras; palabras sin olores ni sabores. Quedan los puntos grises, puntos grises. Puntos.
El cuerpo descansa.
Ricardo Cabezas, 1981 Bogotá Colombia. Biólogo, actualmente estudia un Doctorado en Ciencias Biológicas en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Interesado las temáticas de ciencia ficción y fantasÃa, tiene relatos publicados en las revistas De Segunda Mano, Phoenix, Ficciorama, Minatura, Fantastique y Cosmocapsula, (http://cosmocapsula.com/2013/ 02/22/en-la-plaza-mayor-por-ri cardo-cabezas/ y http://cosmoc apsula.com/2013/12/05/bo-dell- air-por-ricardo-cabezas/ ).
0 Comentarios