Tizne: la bocanada de un resucitado
Discreto en la austeridad. La
voz en tinta expía la culpa:
ese árbol se come algunos
vidrios de mi corazón / los masca como chicle / infla mi pecho / río / y sus
ramas me recuerdan / tu pelo
Tizne es un libro del tiempo de Pedro Mena[2]. Cuatro años para recabar
experiencias límite, esas que definen, en corto, el rumbo de una
existencia.
El poeta es provocador de esos verdaderos versos que quedaron en la cantinita instalada en el
sofá del comparsa y se presenta como pugilista de
íntimos rounds en papel.
Trazo con el plumín las vendas
que nunca me puse en las manos / hago la tarea / golpeo el blanco de los
renglones con letras / con vocales heridas
Pero regresa con botas picudas. Va y viene, danza al baño, se
salpica de orines, brincotea a la recamara, reposa en la cocina y de nuevo al
cuadrilátero desinhibido, con otra bebida, otro cigarro, otra anécdota, otro
verso no escrito.
Aún hay algo del cuchillo
cebollero con cintas brillantes como artículo decorativo en una pared manchada,
pero la atención se centra ahora en el cuidado de no salpicar y estropear los
libros del estante (y los portarretratos) después de haberlo usado como arma.
El dolor es una liga y se estira
hasta que revienta. La cartera vacía nunca fue impedimento. Las penumbras, los
tugurios con harto chino, harto beodo, harto truhán. Sótanos donde es
mejor evitar ser un mueble sin hacer tanto alarde.
Disciplina y devoción para cavar
profundo día a día con la consigna de llegar siempre más abajo.
Los vacíos son fosas, la poesía
es la vida. Los versos son episodios y las imágenes un recordatorio.
Es en la memoria donde el autor
encuentra la sombra del árbol que cruje mientras mastica y constriñe demonios.
Por eso lea Tizne desde la comodidad de su propio
recuerdo.
Como aquel de las tías, quienes a ritmo de
Celia Cruz recomendaron al joven
hirsuto, estudiante de lógica
clásica, algo así:
“eres un pendejo / aprende a
disfrutar la vida / sin calcinarte en el intento / no seas plegonero / olvida
las críticas destructivas / los cítricos paralogismos / hilvana recuerdos
sin somnolencia / te harán falta en este largo caminar / que tú llamas
existencia (…) busca la felicidad / abunda desde los astros / hasta lo más
recóndito / de tus ojos”
[1] Carlos
Hugo González Reyes. Trabaja en el periodismo desde 2008. Reportero.
Editor. Ex burócrata de institución cultural donde editó por tres años una
revista mensual de arte, cultura y ocio; produjo dos encuentros de poetas, tres
talleres de periodismo y dos exposiciones de artes visuales; integró el comité
organizador de festivales artísticos, ferias de libro, conciertos, coloquios,
ciclos de cine, exposiciones, teatro… Ahora vive en la Ciudad de México,
administra una página de noticias, coordina un grupo de incipientes editores
web y colabora para diversos medios. Le gusta editar libros, cocinar, leer,
pasear en bici, viajar y tomar fotos.
[2] Pedro
Mena Bermúdez (León; Guanajuato. 1982) Ha publicado los siguientes libros:
Pútrida voz (poemas 2004-2005), ICL, 2007; The City (poemas, 2009), ICL, 2010;
Unheimlich (poemas 2005-2010), Fondo Editorial La Rana, 2011; 12 Voltios
(Compilación del primer Encuentro Nacional de Poetas), ICL, Conaculta, INBA,
2013; La corbata y otros ensayos, Editorial Los otros libros, 2016; Tizne, ICL,
2017 y, de próxima aparición en Chile, el libro de poemas Heráclito, publicado
por Editorial Cinosargo. Ha colaborado en revistas impresas y electrónicas de
México, España, Alemania, Ecuador, Venezuela y Chile.
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