Una inquietud siempre actualizada: Paprika
el japo y otros relatos, de Alexis Figueroa
por Carlos Henrickson
Para expresar la
inquietante sensación de tierra arrasada de nuestra era moderna, ya desde el
siglo XIX, tan solo la ficción podÃa pretender alguna capacidad de movilizar
los lÃmites que moldean lo real de forma cada vez más radical. AsÃ, la
incursión de autores como Lovecraft en territorios cuyas leyes eran la
subversión de las que asumimos como naturales, tras casi un siglo de
elaboración y fijación de una serie de tópicos fantásticos en la literatura
“gótica”, da una noción de la ansiedad radicalizada de una humanidad en la cima
de la conciencia de sus posibilidades, al mismo tiempo que de lo imprevisible
del nuevo contexto histórico. Un manojo de subgéneros de lo fantástico -la
literatura especulativa, de horror, de ciencia ficción, weird, etc.-
irÃa ocupando su lugar, unos pasos más abajo de la Literatura con mayúsculas,
pero bastante más cerca de una masa de lectores activa e interesada.
Esa
diferenciación de mayúscula inicial debe ser entendida en su contexto, si es
que se desea entrar a profundidad en Paprika el japo y otros relatos (Santiago:
Ajiaco, 2015), de Alexis Figueroa (Concepción, 1956), volumen que podrÃa bien
decepcionar a un lector que busque encontrar una variedad de producción
fantástica que ya -en buena hora- tiene un lugar cada vez más considerable en
el mercado lector. Figueroa, poeta de trayectoria reconocidÃsima, no ha podido
evitar trabajar sus textos con una conciencia del lenguaje que sabe trascender
desde su misma forma la voluntad de ingenio y sorpresa que distingue buena
parte de la literatura fantástica -en particular la ligada a la ficción
cientÃfica-, para acercarse a lo que Lovecraft ya distinguÃa como el relato weird,
marcado en su definición por rasgos de incerteza, otredad radical y derrota
de las leyes naturales conocidas.
En Paprika…
no es posible hallar escenas de horror en cuanto tales, y hay escaso uso de
procedimientos sorpresivos vinculados al desarrollo narrativo. Lo que distingue
a la noción de fantástico presente en el libro es más bien la sugerencia de una
causa real e invisible detrás de las acciones o sucesos, que permea tanto la
descripción de los hechos como el lenguaje mismo, generalmente a través de
efectos de desvÃo en la percepción del narrador o de los personajes, asà como en
la guÃa caprichosa del lector a través de un universo alternativo de saberes y
experiencias.
Los efectos de
desvÃo en la percepción son notorios, por ejemplo, en relatos como “Tomé la señal”
o en “Mar”, en que la descripción del entorno a través de las acciones y el
mundo interior de los personajes se nos hace extraña e inquietante. Entregando
al lector a un pacto que naturaliza experiencias lÃmite, Figueroa logra
efectivamente dar el paso a lo siniestro, entendido esto en un concepto
amplio que permite la especial textura lingüÃstica de relatos como “El sueño de
Gulliver”, “Agua” o “El rÃo”, en que sin tener que fundamentar con acciones
especÃficas las percepciones del narrador o los personajes, genera un fuerte
privilegio de lo sensorial por sobre un argumento que llega incluso a ser una
pura posibilidad. Resulta doblemente interesante que varios de estos textos
estén asociados con la noción de catástrofe, constituyéndose en el registro de un
imaginario turbado por el pánico, dando cuenta asà de la inquietud permanente
que generó el terremoto de 2010 en el sur de Chile. La naturaleza misma toma,
en este registro, una potencia siniestra, abordada de forma sutilÃsima en
“Norte”, y de modo más abiertamente irónico en “Bunker” o “Calor”.
Esta variedad de
registros habla de la extrema versatilidad narrativa del autor. El ingresar al
lector a una posibilidad alterna de lo real toma formas ya canónicas en lo
fantástico -asà la frialdad expositiva de “El Cáliz”, de raÃz kafkiana, o la narración
de evocación de “La piel verde”, que recuerda vivamente a Bradbury o Sturgeon-,
pero también se arriesga a juegos literarios más complejos. El universo
alternativo de “La Santa” o la acabada descripción de la alucinación religiosa
en “Cristo del Elqui” nos refieren de una de las obsesiones del libro: el
acento en que la posible trascendencia de lo humano está rodeada de una
potencia destructiva más que redentora. Este pasmado pesimismo ante lo
desconocido no deja de llamar de vuelta al tema de la catástrofe, el cual
tensiona al lÃmite las posibilidades argumentales. Relatos sin sustancia
fantástica en un sentido propio -”Tarot”, ”El chulo”, “A media tarde”, “Box y
destinos” o el que da tÃtulo al volumen- saben expresar la inquietante
sensación de la muerte como un ente expectante imposible de naturalizar, y esto
más desde la escritura que desde los argumentos, que bien podrÃan haber sido
trabajados desde un realismo más seco. Este manejo de efectos, más que de tramas
narrativas, confirma la potencia escritural de Figueroa, si bien deja pendiente
la concreción de juegos argumentales más sustantivos, caracterÃstico de
unidades más largas -lo que es visible en la debilidad del registro irónico de
“Bunker” o “Calor” con respecto al resto del volumen.
Con Paprika
el japo Alexis Figueroa continúa lo que en él ya es sello desde VÃrgenes
del Sol Inn Cabaret (1986), la extrema actualidad de sus preocupaciones
literarias. La incursión de Figueroa en lo fantástico, ya desde El laberinto
circular y otros poemas (1995), pasando por Finis térrea: apuntes de
carretera (2014), y las colaboraciones con el ilustrador Claudio
Romo Fragmentos de una biblioteca transparente (2008) e Informe
Tunguska (2009), no es meramente la adscripción a un género o una operación
lúdica sin consecuencias: se aprecia bien la posibilidad de movilizar las
preguntas más acuciosas del destino humano a la medida del lector de hoy, esto
es, la pesada metafÃsica viva y coleando en la liviana pasta del pulp.
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