En mi pueblo, cuando éramos niños, mi madre nos preguntaba a mi hermano y a mà si preferÃamos ir al cine o a comer con una frase festiva: ¿Cine o sardina? Nunca escogimos la sardina. Esta frase del cubano Guillermo Cabrera Infante (junto a la portada escogida para el libro, nada menos que Billy Wilder dando instrucciones a Gloria Swanson en el momento previo al rodaje de una toma de El crepúsculo de los dioses, en 1950), ilustra a la perfección el tema de esta recopilación de artÃculos con el cine (pero no sólo el cine) como tema de referencia escritos a lo largo de varias décadas y que, quizá sin pretenderlo, termina resultando ser un compendio de cierta memoria sentimental del cine, de la incorporación de una serie de iconos de la pantalla, de sus vidas reales y ficticias y de las impresiones generadas por éstas, a la vida y la cultura personales del ya fallecido escritor cubano y, por extensión, a toda una generación.
Aunque esta colección de artÃculos representa un recorrido genérico y sentimental por los principales géneros del cine y por las biografÃas de poco escrupulosos productores, carismáticos directores, galanes de ensueño, bailarines acrobáticos, actores y actrices conflictivos y un rico anecdotario que incluye episodios como la extraña relación directa e indirecta entre Orson Welles y Chaplin, las tristes y crueles muertes de algunas estrellas, el tributo a algunas de las más bellas de la pantalla a través de sus complicadas vidas personales o las siempre difÃciles relaciones personales y profesionales con algunos de los magnates del sistema de estudios (no perderse la historia de una oscura muerte a bordo del yate de William Randolph Hearst y de los célebres implicados en un siniestro asunto sobre el que se echó tierra).
Guillermo Cabrera Infante nos habla de cine profundizando en su propia experiencia cinéfila y en sus gustos a la hora de sentarse ante la pantalla, combinando erudición, crÃtica y humor. El resultado es una magnÃfica obra de divulgación cinematográfica y también la crónica de cómo el cine clásico podÃa marcar la vida de varias generaciones hasta el punto de configurar, como un elemento más, un marco de vivencias propias.
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