ESCRIBIR COMO CUALQUIER COSA [Osvaldo Lamborghini]







Osvaldo Lamborghini 82/83

Bs. As.

Barcelona





—La policía denigra. Dice por ejem, ejem: “esos putos”, refiriéndose a militantes obreros.



1) LO GREMIAL





Con retraso respecto al argumento de este cuento, que acabará en su ley —que es la ley del pronto— habrá que enfrentar el problema del lenguaje popular. Que es una verdadera afrenta en el caso de encontrarlo amargo: amargo, injuriarlo. Hoy en la calle Belgrano se manifestó la u.o.m. Un tipo de esos que de lúmpenes se hacen obreros (se hacen al fútbol de una contestación industrial: contra los granos y la tierra, contra las mieses), el tipo, rubio y aindiado, se despojó de la camisa y mostró el torso. El bombo lo acompañaba, afro y negociador contra la trenza militar.

Interpretaciones hasta el coma que se quiera: sin embargo, nada más lejos de nosotros que el querer espiritualizar el tongo. Que el psicoanálisis mero cargue con el fiambre de ese ahuyente.



—Un oficialito rubio acero, con la gorra requintada y nudo corashón. Se bajó a 20 en el 77 con el método tirón de ahorcar sorpresa con alambre de cobre, buen conductor.



El tipo gritó sonoro (el del torso):

—¡A mí me parece que a la burguesía habría que reventarla!

Otro manifestán más demodé (¡si todavía usaba sombrero rancho!), le cruzó —le bastó— la cara con dos palabras:

—¿Habría? ¡Habría! (con sorna de viejo verde).

Hacía calor y eran las doce en el asfalto. Buenos Aires. Nubes blancas como modess gigantes. Y ni una gota.

(¡Perón, Perón! Tristeza, salarios de cagarse.) Perón. En el caracoleo de ese brazo levantado y de esa sonrisa. Son lo que desde un principio fueron. Son los años.

La rubia Eva. En la época en que los ministros decían: “Estamos para la cachetada”. Eva sopapo, moflete de burócrata.

—¡A mí me parece que a la burguesía habría que romperle el culo!

Refrendado por el refrán, el del rancho ya no pudo soportarlo más: se comió la pata del chancho, ya. No y no, sin em—



Un chinazo de bigotitos y pelo corto: milico, recontramilicón.



bargo. No me da ganas de cojer, a mí propio, la escritura de la manifesta uom; me tira más contar cómo una parejita se echó un polvo aprovechando el tajo. A todo esto, y la pucha que fue verosímil, dos taqueros de civil apartaron de la corriente a un militante agitador. Lo entraron de culata en un camión disimulado y ad hoc, de lechería. Y allí pasó. Le deformaron la cara irreconocible —astillas de vidrio por todos los poros— con un culo roto de botella; después le trincaron la yugular, cremosamente (tal vez hasta fue hermoso, qué sé yo) y lo dejaron que se desangrara, blanco y rojo. Un grande de la militancia nunca lo estuvo, ni siquiera. Hasta, ver ya signo de chanta y tagarnatagarna: ¡tagarnina! —anduvo (se comenta) enredado en su tiempo con el goma de Casildo. Trátese empero de los falcones asesinos, o del mártir más idiota, nada nada: nada en lengua popular menos importante que el error: él andaba de casual, y de pura leche lo boletearon en el camión.

—Escribir (pongamos por caso).

—Entrecortada (y cortada) la respiración de un Estado que ordena y meticula la pasmosa y —pasmosamente podrida— cohecha de las pasas de higo.



—Un comisario amigo de Ernesto Sábato.



—Y los que se la comen doblada, después de todo, no tuercen ningún destino. En todo caso un cariño tienen al mirarla en esos baños, Caballeros, donde la cosa abunda: hasta es demasiada y se sacude mucho. La cabeza de gato, el pez espada, el pulpo introvertido que se resiste a abandonar la bragueta. La simple poronga sumisa con la cual la mano hace lo que a los huevos se les canta. Caballeros, entre dos hombres allí es difícil el pirovo. El pasivo se enletrina (generalmente) y el bufa, bufa que te bufa, suele quedarse con la pija afuera, bailoteando erecta y al nudo en el aire estiércol: la vaselina perdida para siempre.



A Rosa Entralargo, delegada de la fábrica Schotta, se le pipió la bombachita corashón en cuanto de reojo miró a bulto al militante del torso en bolas. ¡Qué pedazo de macho! Algo



—El inspector Trounko, de la secreta, padecía de raptos de amnesia: “—¿Torturélo o no torturélo a ese fulano?” —Entonces lo torturaba de mala entraña, por si acaso.



zorzal sintió en su barriga de zorzal: ¡si los pastos conversaran estas gambas le dirían...! Para mejor, el otro, grandísimo hijo de puta, al vuelo casó la onda, o cashó, y empezó a cuartearla de cerca a Rosa, pisándole casi los zapatitos colorados (y de altísimos) tacones de aluminio. Uno empieza a calentarse me refiero. Me refiero a la lengua caliente en las verijas. Hablo y hablo. Me hago el oso de Azopardo. El lenguaje popular tiene levadura pero igual no consigue un mejor reparto de la torta. Hablo:

—A un centímetro de la paja pensando en Rosa Entralargo, y Vizcacha también (como buen trolo viejo) en el torso de mi personaje. De mi buen:

—Pedazo de macho.

—Siempre parece, por lo que estoy, bien dispuesto para el diálogo.

—El del torso se llama Rubén, Rubén Lacava. Cojer le gustaba más que el café con leche (en la Era que podía comprarlo).

—Combatiente, yo también me trago la bala, muerdo almohadas: como dicen las mucamas, puntitos grasos de mierda en las sábanas; y cargo carne por la popa, como zafian los portuarios. Zafian, porque al fin y al cabo yo soy Lambor, un Poeta.

—El cabo Soteres, de Orden Gremial, se desahogó una vez con un guacho. Lo garchó en el cuarto de los mapas. “Calzones bajos, carajo”, le dijo, “te ensalivás el culo y te abrazás, como puedas, al globo terráqueo”. Perdió, el guacho, con la vista fija en Viet-Nam. Uniforme azul y nalgas de fresa, qué tierna, qué papa. La verga es algo grande. Yo antes consultaba sobre tamaños, y me decían: “Pensalo, la cabeza es lo importante”. Me la dieron con buena voluntad y calma. Los hombres son delicados, yo los quiero con toda el alma. La chupo hasta por teléfono, cuando queda ligado: me las ingenio, con el tubo me relamo. La verga es clave... (que te clave).



——Y paréntesis glúteo:

)unimos escritura inmunda, con puente de plata, a la conventillera incoherencia mental: y dale, y dale, ¡y dale dale y dale! —que se la va a atracar a la rosa: es una fija / con esa pija...(



Que el meta la meta, que ese Ganza venga o vaya, que los cañones /que las rayas/ que el Yo y el cuaderno del Pulpero.



Rubén Lacava, velocísimo entendedor del pronto, se acercó a Rosa y le tiró a la cara, todo el vaho de sus axilas. Querida,



—Aquiles y su famoso talón, que era fémina, talón de mujer. La escofina de oro (fina) en el buduar como origen del semidiós. Y nada más hembra que el rosamarfil de un talón. Y nada más Dios que una hembra fina.



si alguien que no te conoce te regala flores, eso es catrera asegurada, eso es disfrute del miembro por parte de tu implorante vulva. Le tiró a la cara todo el vaho de sus axilas como si dijera: “—Mirá muñeca, mirá qué vago y qué impulse es el amor—”. Y ella no pensó un carajo (a la vela). Ojo por ojo lo miró a Rubén. Entonces él la cogió de la cintura y la apartó, un poco, un ochavo en una ochava: la apartó un poco del río u.o.m.:

—¿Bailamos? —un chiste metalur (gicón).

Pero no tanto, porque la gente estaba bailando, contor, contorsionándose por lo menos como burla burleta a la cana que vigilaba. Y ahora

Ya están besándose detrás de unas ruinas. Ahora bien: ¡pero claro que bien, muy bien! Rejuntando entre los dos la guita para el telo: no les alcanzaba ni para hacerlo de parados (“¡Contra el hambre y la desocupación!”) bajo la mirada de un conserje degene—



—El cabo motociclista estaba boludo, como un chocho, con su radio moderna. Y acariciaba, de culata, el revólver no oficial para matar y que después: magoya, las pruebas de balística. Penuria, 38 largo.



rado y ventanero. Los otros militantes, los que pasaban y casaban al vuelo, les hacían señas de Che, primero el sindicato. Rosa, Rubén: No, compañeros; si dos mil años y unas Malvinas enculadas, también un par de horas más, ahora bien: con todo y en efecto (efecto dada) dada la especial coyuntura: estar calientes como el remache a fuego de la Justicia, o más hogar, dulce hogar, caliente como pava’e lata. Es el amor: entrar a Dios reconociéndose como Olvidado y Fallo, fallo a la repetición. Y esto es tremendo: por más que rojo, tiene textura de piedrablanca —a un paso del huevo y ninguna lectura “en sí”, hoy: en psicoanálisis.

Hum, enredos con el encuadre, Rosa y Rubén ni disfrazados de gauchos juntaban la mosca para encamarse en un hotel alojamiento. Hubo una propuesta de Rubén:

—Yo me pongo la camisa y la cara de boludo, zafamos de la marcha u.o.m. hacia Avenida de Mayo. Allí mangamos a la gente con el cuento de la verdad: los remedios y la madre enferma en el hospital. En mi caso yo no miento. Cualquier día revienta la vieja.

—Pero vamos a tardar mil —objetó Rosa—. Mejor me levanto un punto y con un par de conchazos le saco la tela para encamarnos nosotros.



—“El Estado es el narcogeneral fricante” —dijo o jodí un ofiche de Toxicomanía—, “pero ¿qué le vamos a hacer contra una Bolivia antioceánica, contra la Mafia que cobra cash? Dame la papa, la cabeza: tengo como un cencerro”.



Entre bromas y veras, Rubén la agarró de un brazo y la escrutó fijo, le clavó las lámparas.

—¿Y si te gusta la pierna?

Manoteándole la bragueta, Rosa se hizo riendo. Es cierto: riéndose siempre en el incesante repiquetear de la vida, así se hizo esta mina, rosa; a sí misma se hizo riendo. Y le contestó a Rubén, curtiéndola de ofendida:

—¿Qué me va a copar un logi? Ah, qué gracioso que sos, boludo down, salame con lepra. Sos como todos (no, ninguno es digno ni siquiera de comerse tu mierda), sos como todos los que son grandiosos: más te gusta agrandarte, precisamente porque sos grande, grande como las pirámides. ¡Como si no supieras que fichaste para siempre en mi cajeta, que te instalaste, eterno, entre el rojo fuego de mi ombligo y en la hondura marrón, más recóndita de mi culo...!

—Eh, tabién ufa, cortala. Levantate el punto, volvé rápido y vamos a cojer. La leche ya se me pianta por las tetillas y por



—“Dios lo quiso y nosotros también. Ahora vamos a cambiar de auto, y no se le vaya a ocurrir ulular la sirena gil, sargento de cuarta, pelotudón. Voy a desventrar a zolabas a uno de la interna de Cía y Quidishi. Fue cura y abandonó los hábitos por la militancia. Ahora veremos cuántos son Cristo. Y, en cuanto (al Estupro Santo) los puntos que calza. Creyente, pibe: pan comido”.

—“Va a ser más fácil que capar a un muerto” —dijo el sargento pelotudón, y recibió, de inmediato, un alevosía, un culatazo padre en la rodilla. Se deshizo en llanto y dijo:

—“Usted siempre me pega, inspector, se aprovecha porque no fui a la escuela”.

—“Me aprovecho porque trivializás las consignas. Porque no entendés que ya seríamos hombres muertos sin el apoyo de la sana teoría”.

—“Pero procuro”.

—“Demasiado pero, demasiado pro, demasiado curo: ¿ves que estás perdido?”

El sargento dejó de llorar. Prefirió hipar, hipar hacia el lado interior, cara, de su fisura. Trató de fijar el Objeto, a la madre que se desmelena y peina —mesa y enrula su pelo al mismo tiempo— allí. Allá. Aquí, en un hipotético interior. La mollera es exquisita y frágil, tierna, como servida en bandeja: sí, a León Trotsky lo mataron los cobardes stalinos.



las ojeras de pajero, negra mamona. Pero tené cuidado: mirá que toda la taquera anda suelta, hoy.

—Eso, vos dejalo por mi cuenta. De última, y leal, hago de tripas inodoro y me volteo a un cana.



—La Argentina (la policía) es una verdadera mierda: de Victorio Codovilla aprendieron todo lo que saben. La Argentina (las fuerzas armadas) una mierda son y para colmo ficticia. Américo Ghioldi profesor, fue su profesor. Y así están las cosas. Un mediodía con hambre, y crónica la jeta por el suelo. Con la cárcel como marca en el orillo. Con el fantasma de Taiwan. Con la industria (textil destruida). Acaramelado, además, con el onanismo impostergable —de nubes y moscoso— que implica todo destino trágico. Ahora, sobre todo: ahora que es la hora (sonó) de la histeria pura, sin tragedia. La historia, más inepta que un síntoma. Encomiéndate, como puedas, con espada-kiri y quimono japonés, a la socialdemocracia europea. Des-significar: porque no soy digno. Des-significar y no a martillazos: con golpes de carmín y mohínes de abanico. Adiós Argentina, Argentina adiós: no más tus escamas de plata y no más —sobre todo y tampoco— tu lengua azul.



—Ufa tabién, y andá con música: cobrá acorde. Que quede para fasos, cine y morfar esta noche. Ah, y si te siento olor a otra pija, te voy a mear lunga la cerveza en los ojos.

Caminó Rosa

...en la pasión que provoca la posibilidad...

Caminó Rosa hasta dar —casi de bruces, en plena Mayo Avenida y Salta— con un gayego que quería, aunque sin traje de luces, “coger” coger. A todas luces. Ella lo emboquilló enseguida y le hizo un pase, y será que algún día: algún día sabremos qué quiere decir emboquillar. Por nuestra parte. El idioma es tremolina, toletole; es como un río, aj-fluir y aj-cansancio.

Hazme reír, agujero, hazme reír.

Y se acabaron las notas al margen, al apéndice o al pie de página. Que decida el editor en qué posición quiere. Quiere: que por el culo le entre un camello.

El gayego (por una vez digámosle “español”) se acercó a Rosa, que le había tangueado las caderas ante los ojos.

¿Es antes el Deseo y después el Sueño, o es primero el Sueño y después el Deseo? Sólo Macbeth y Lenin lo saben. Y yo, yo lo supe. Cuando intemporal me rajó la vida.

El gayego (por una vez llamémoslo “español”) se acercó a Rosa, que le había tangueado las caderas ante los ojos.

Y piropiola:

—Erezz mázz linda que una rozza...

Rosha lo miró, con una sonrisa en el ojo izquierdo. Pareshía una luna babilónica engatusando al perro venshido, roído por el umbral. Guitarra, guitarra sepultada por la ruina.

—Ruiná, ruiná —gritó el rascacielo pampa. Era el indicio de que todo iba a empezar, ghurkas y vanguardia aparte. Hay que dejar de fumar. Anuncian un nuevo invento: los pitillos sin alcohol. Sin agua bendita tampoco. Sin carne de cerdo. Sin ventrílocuos.



¡Virgencita del Pilar!





Y con una mueca —de mujer vencida— me dijo: “Es la vida”. Y no la vi más.



2) FANAR Y GARCHAR





Y tuve miedo (de aquel espectro) que fue locura (en mi juventud). El espectro soylo, lo soy, soy yo. Nadie puede tocarme. Tu ausencia no comía.

La marcha de la u.o.m. avanzaba. Hacia la torta verde, Plaza de Mayo. La madre está ahí. Rubén margaba, mangaba, fasos a diestra y siniestra. ¡Compañeros! Es incómodo fumar de gorra.

La manifestación (u.o.m.) avanza. Rosa le tantea un precio al gayego: ¡si con hacerlo quedara hecho! Alguna pieza de armadura... O alguien que acepta el destino moderno, cuya forma (de empanada) es la pasión erótica.



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