J G Ballard: Noches de Cocaina / Crash y la trilogía urbana





Noches de cocaína es Ballard en estado puro: el que explora el lado oscuro de la psique, el que provoca, el que cuestiona y despedaza la sociedad occidental del siglo XX, llevando al límite el sexo, la violencia, el frenesí y el ansia de poder y seguridad, sinónimo de aislamiento y muerte cultural... 


Crash: Pocos productos de la tecnología moderna fascinan e interesan cómo los automóviles, y todos los años cientos de miles de personas mueren en las carreteras del mundo entero, y los heridos suman millones. Ballard cree, que la clave de esta paradoja ha de buscarse en la imagen misma del choque de autos, depositaria de todas nuestras fantasías de poder y violencia, velocidad y sexualidad. 

Aterrorizado y subyugada a la vez, el narrador de Crash -Ballard mismo- es arrastrado vertiginosamente a un clímax siniestro: una perturbadora visión del futuro donde el sexo y la tecnología con suman un matrimonio de pesadilla. Violenta y aterradora, pero siempre fiel a sí misma, Crash es sobre todo una novela admonitoria, `una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico, y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico`. 


La trilogía urbana

La exhibición de atrocidades, publicada en 1970, anticipa de algún modo la trilogía urbana de J.G. Ballard: Crash (1973), Concrete Island (1974), y High-Rise (1975). El más obsesivo de estos libros es sin duda La exhibición de atrocidades. Los distintos episodios-novelas condensadas los llamó el autor se suceden como variables de los posibles terrores post-nucleares, con un protagonista que va cambiando de nombre y de papel (médico, piloto de bombardero, asesino de presidentes, victima de un accidente de coche, psicópata). La pesadilla y la realidad se superponen, y la historia es vista con distintos lentes: la crudeza de un noticiario filmado en un matadero mental, o el desapego preciso y clínico de un informe científico. 


Cuando se instaló en el nuevo Rascacielos, Laing creyó haber encontrado el retiro ideal. Nada le permitía adivinar la hostilidad que muy pronto dividiría a los ocupantes, mostrando el lado más sombrío y terrorífico de la civilización moderna. 


La Isla de Cementro: Roger Maitland, arquitecto, de treinta y cinco años, descubre después de un accidente en la autopista de Londres, que no puede salir de la isla de transito donde ha caído y que se extiende bajo los tres carriles. Nadie se detiene a recogerlo, y como un nuevo Crusoe, Maitland no cuenta con otros recursos que el contenido del Jaguar y su propia fortaleza. Mientras intenta sobrevivir a esta ordalía física y psicológica, empieza a entender también los motivos ambiguos que lo han llevado a ese paisaje de hierba y cemento, imagen y escenario de su propia alienación. 
Ballard, psicoanalista de rascacielos y profeta de las autopistas de seis carriles, muestra que aunque saber lo que sabemos es aterrador, no lo es tanto, en última instancia, como no saber. 



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