Antología de Poesía Erótica Griega





Los dados de Eros Antología de poesía erótica griega Introducción, traducción y notas de AURORA LUQUE Madrid, Ediciones Hiperión, 2000 El título que aquí reseñamos, Los dados de Eros, salió hace apenas dos años de las prensas de la editorial Hiperión (y está reciente aún su segunda edición, aparecida hace tan sólo unos meses), pero su gestación le ha llevado a la autora, como se señala en el colofón de la obra, largos años de selección de materiales y de trabajo cuidadoso, casi de orfebre, sobre ellos. El producto de esa paciente labor es este libro, en el que la poetisa Aurora Luque (cuya relación con los clásicos grecolatinos queda patente por doquier en su ya larga y siempre valiosa obra poética) recorre en orden cronológico toda la tradición de la poesía erótica griega de la Antigüedad, desde los grandes poetas épicos, con Homero y Hesíodo a la cabeza, pasando por los líricos arcaicos: Alcmán, Alceo, Safo, Íbico, Solón, Anacreonte o Píndaro, continuando con los grandes dramaturgos: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristó- fanes, y siguiendo por los helenísticos Apolonio de Rodas, Teócrito, Mosco, Bión, Calímaco o Asclepíades, entre otros, hasta llegar a autores tardíos como Filodemo, Marco Argentario, Rufino o Pablo Silenciario, el último de los poetas paganos. De estos autores, Aurora Luque hace una selección de poemas, fragmentos o pasajes de obras mayores, y a los textos griegos originales añade sus propias versiones, en general exactas y precisas no sólo desde el punto de vista del filólogo (como es sabido, la autora es licenciada en Filología Clásica y profesora de griego) sino también, y quizá sobre todo, desde una perspectiva puramente poética, ya que los recrea como poemas en castellano, logrando de este modo una antología de la poesía griega clásica especialmente sugerente y de agradable y a menudo conmovedora lectura. Ábrese el libro con una introducción (pp. 7-35) en la que se pasa revista a las distintas facetas y tópicos del amor en la poesía griega (eros y poesía, eros y religión, eros y cuerpo, eros y locura, etc.), y vienen a cerrarlo unas atinadas notas (pp. 259-288) en las que se precisan aspectos generales sobre los poemas y sus autores y se aclaran cuestiones de detalle respecto a versos o términos oscuros de ésta o de aquella composición.

Respecto a la antología en sí, hay que decir que, aunque la decisión de qué se incluye y qué no, y más en una colección tan heterogénea como ésta, es siempre personal y nunca encuentra aprobación unánime, la selección de Aurora Luque me parece particularmente eficaz, convenientemente amplia y altamente representativa. No carecían nuestras bibliotecas de una obra de características similares. En efecto, desde 1991 contábamos con la excelente Antología de la poesía erótica de la Grecia antigua, de Máximo Brioso, fino catador de la literatura griega clásica y experto escanciador de su poesía en la copa española. Sin embargo, la antología de Aurora Luque presenta algunas diferencias y novedades que conviene reseñar. Debemos destacar, en primer lugar, el hecho de que se trate de una edición bilingüe, algo todavía bastante raro, por desgracia, en nuestro país (y más tratándose de griego, terreno en el que aún parece pervivir aquel latinajo medieval de graecum est, non legitur), aunque no en otros europeos (por ejemplo en Italia, donde se encuentran con facilidad buenas ediciones bilingües de clásicos griegos y latinos en colecciones de bolsillo a precios bastan- te asequibles). Es loable, por tanto, el empeño de la autora en hacer una edición bilingüe y el acierto de la editorial al aceptar su publicación. Otra acertada novedad es presentar los poemas con su propio sistema de numeración y dejar las referencias filológicas, extrañas para la mayoría de los lectores, convenientemente apartadas en el recodo final de cada uno, así como poner título, las más de las veces con sabio tino, a los poemas (algo que ya hizo Brioso, aunque sólo parcialmente), retomando en cierto modo la antigua labor de los primeros filólogos y de tantos beneméritos compiladores y escoliastas posteriores: “Los títulos de los poemas –dice la autora– son míos: me amparo en la tradición y en el deseo, tal vez imprudente, de adelantar alguna de sus claves”. El denominador común de todos estos poemas es, obviamente, el estar centrados en el amor, un amor en sentido lato, representado con frecuencia por el dios Eros; de ahí el título del libro, inspirado en un conocido verso de Anacreonte (“Con riñas y locuras juega a los dados Eros”: es el fragmento 53 de la edición de Page, Poetae Melici Graeci, Oxford, 1962). Pero con los dados de Eros juega también, y yo diría que siempre, Afrodita: de hecho, aparte de la imagen que luce la portada del libro (en la que vemos a Eros niño abrazado a Afrodita, su madre en algunas versiones del mito), esta antología se abre precisamente con el pasaje homérico en que Afrodita da a Hera su cinturón mágico para que ésta seduzca con su hechizo a Zeus (Ilíada, XIV 211 ss.), y se cierra también con Afrodita, aunque sea una afrodita con minúscula y a medias (mitad Afrodita y mitad Atenea), como llama Pablo Silenciario a la esquiva joven que unas veces acepta y otras rechaza sus avances amorosos (Antología Palatina, V 272). Afrodita y Eros, en fin, o Eros y Afrodita, que tanto da: amor sublime, divino, ideal, casi etéreo, pero también amor físico, palpable, carnal, a veces incluso descarnado. Al concepto del amor como pasión, que quedó plasmado principalmente en la tragedia, se une el concepto del amor como manifestación sensual o explícito goce sexual, que vemos preferentemente en el yambo y la comedia. A la vez, ambos tipos de amor pueden ser tanto heterosexual como homosexual, pues, como es sabido, la mayoría de los poetas griegos cultivaron sin remilgos tanto uno como otro amor y a ambos dedicaron sus poemas. Sin embargo, aunque se trata ésta última de una característica que podría resultar chocante desde nuestra mentalidad actual, lo que sin duda puede separarnos más de la valoración del amor y el sexo (es decir, de lo erótico) respecto de los griegos es su consideración desde una perspectiva religiosa.

En efecto, como ha subrayado el profesor Emilio Suárez, perfecto conocedor de la poesía griega antigua, “el amor es, sobre todo en los poetas arcaicos, un sentimiento que trasciende al propio individuo, que es ajeno a su voluntad y tiene un origen divino. Forma parte de una concepción sexualizada, pero de trasfondo religioso, de la naturaleza en general, de todo el universo, y muy especialmente del entorno inmediato natural del hombre. La abundancia de referencias florales y vegetales en los contextos eróticos es, pues, mucho más que un motivo estético y literario: es parte de la materialización natural de esa experiencia suprahumana que es el amor para los griegos” (“La lírica griega”, en D. Estefanía – Mª T. Amado (eds.), Géneros literarios poéticos grecolatinos, Santiago de Compostela, 1998, p. 70). Lo cierto es que llevar a cabo una antología de la poesía erótica griega implica en buena medida dar un repaso necesariamente amplio a la historia de la literatura griega antigua, pues en ella está presente, desde sus comienzos más remotos, el componente erótico. Recordemos, por ejemplo, el pasaje en que Pausanias (Descripción de Grecia, IX 27.2) nos dice que poetas semilegendarios como Panfo y Orfeo compusieron poemas en honor de Eros que se cantaron durante mucho tiempo en diversos ritos mistéricos, o aquel otro de la Odisea (7.261-369) en el que, durante el banquete que Alcínoo, el rey de los feacios, ofrece a Ulises, el aedo Demódoco alegra la velada cantando los amores de Ares y Afr odita, un bello y bien conocido pasaje que, junto con el de la seducción de Zeus por Hera, recogido por Aurora Luque en su antología, constituye uno de los ejemplos más ilustrativos de la presencia de lo erótico en la épica homérica. Y si importante es la antigüedad de la presencia de lo erótico en la literatura griega, no lo es menos su abundancia. Como recuerda el profesor Marcos Martínez (“Temas actuales de Cultura Clásica: la literatura erótica (Erotica Graeca I)”, en A. Guzmán – F. J. Gómez Espelosín – J. Gómez Pantoja (eds.), Aspectos modernos de la Antigüedad y su aprovechamiento didáctico, Madrid, 1992, p. 105), “desde Homero hasta el siglo V d. C. no hay prácticamente un género literario que no cuente con uno o varios autores que no hayan introducido esta temática en sus obras”. A este respecto, conviene acudir a la distinción que hace este mismo autor (Ibid., p. 106) entre, por un lado, “los aspectos o elementos eróticos que se encuentran en muchísimos autores griegos” y, por otro, “las obras propiamente eróticas”. En el primer caso “el erotismo es esporádico” y tiene como función principal “caracterizar algún personaje o contenido de la obra”; en el segundo, se trata de obras abiertamente eróticas, ya que se ocupan por entero del amor, la pasión o el sexo. La mayoría de los poemas y fragmentos seleccionados por Aurora Luque corresponden a la primera categoría, a los que se podrían añadir, por poner algún ejemplo, el Himno homérico a Afrodita (que relata el amor de Afrodita y Anquises) o el relativamente nuevo fragmento erótico de Arquíloco, hallado en un papiro de Colonia y publicado en 1974 (que hace una descripción minuciosa de cómo Arquíloco, cansado de su “novia” Neobula, seduce a su “cuñadita”).

En cuanto a la categoría de obras propiamente eróticas, podemos citar, sin pretender ser exhaustivos y limitándonos de nuevo a la poesía, toda la poesía de Safo (la descubridora propiamente dicha del amor como fuerza dominadora del alma humana, una obra que, por desgracia, sólo conocemos hoy fragmentariamente), los libros V y XII de la Antología Palatina (cuya primera versión española, obra de Miguel Márquez y Guillermo Galán, acaba de aparecer en Alianza), los Mimiambos de Herodas, el epilio Hero y Leandro, de Museo, las Anacreónticas, etc. Por supuesto, Aurora Luque ha recogido también en su antología muestras de la mayoría de estas obras, que sin duda se cuentan entre las más importantes de la literatura europea. Ello hace doblemente valioso el libro de Aurora Luque que aquí hemos comentado: por permitirnos un cómodo acercamiento a lo más representativo de la poesía erótica griega clásica, incluyendo muchos poemas y fragmentos que suelen ser de difícil acceso o editarse de forma dispersa, y por ofrecernos, para disfrutar con la lectura de estos poemas, sus excelentes traducciones a modo de privilegiado mirador desde el que poder contemplar una completa panorámica del amor entre los antiguos griegos.

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